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La reforma tributaria

Desde hace no sé cuánto tiempo, gobierno que se respete presenta una o varias reformas en su período, por supuesto nuestra legislación tributaria es una colcha de retazos.

16 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

Se anuncia una nueva reforma tributaria por iniciativa del Gobierno. Desde hace no sé cuánto tiempo, gobierno que se respete presenta una o varias reformas en su período, por supuesto nuestra legislación tributaria es una colcha de retazos. Ojalá hubiese una para la Justicia.

Para justificar los cambios se busca siempre la asesoría de ilustres expertos, pero luego la reforma que se somete a consideración del Congreso no acoge sino los lineamientos que, según el criterio del Ministro, son los que tienen probabilidad de ser aprobados.

En esta ocasión la reforma está más justificada que nunca. La pandemia obligó al gobierno a prestar y gastar más allá de sus posibilidades. Se requiere invertir para reactivar el empleo. La solidaridad apremia.

La reforma tributaria es uno de los instrumentos importantes, no solamente para financiar los gastos e inversiones del Estado; es también fundamental para disminuir las desiguladades económicas y sociales que padecemos, lo que se ha convertido en el mayor obstáculo para lograr el bienestar de los colombianos y un escollo insalvable para lograr la tan anhelada y cacareada paz.

Debiera ser más progresiva, para lo cual es necesario gravar los ingresos personales, provengan de donde provengan, con una escala empinada y llegar a porcentajes más elevados. Indispensable ampliar la base de los contribuyentes y luchar efectivamente contra la evasión o la dilución.

El IVA es un tributo regresivo que se trata de aliviar mediante las exenciones y las devoluciones a los ciudadanos de menores ingresos, lo cual se lleva a cabo mediante criterios más políticos que juicios fundamentados. Inexplicable que el anterior gobierno lo hubiese incrementado del 16% al 19%, casi el 20%.

Indiscutible que también se debe incentivar el crecimiento del empleo y la creación de riqueza. La alta tributación directa a las empresas, si bien es la más fácil de cobrar, las ahuyenta. De contera promueve la informalidad y por consiguiente la evasión. No es de extrañar que en Colombia el 45% de la actividad comercial y empresarial continúe en la informalidad.

Otro criterio perverso se trata de que los incrementos tributarios están destinados a las arcas nacionales, disminuyendo así la posibilidad de recursos para las regiones que cada vez carecen más de ingresos y de independencia. Lo anterior las convierte en mayor grado sujetas de la voluntad política de Bogotá; se han convertido en pordioseros del centralismo, con totuma en mano.

Un criterio poco mencionado por los expertos tributarios es que la regresividad no solamente se puede compensar con las devoluciones o con las exenciones. Existe otra forma tan efectiva como las anteriores, se trata de la distribución del gasto. Si los mayores ingresos de un impuesto supuestamente regresivo se invierte en beneficiar los más desfavorecidos económicamente, existe una reversión a la regresividad.

Lamentablemente, buena parte de los mayores ingresos se aplican también al tema pensional, que beneficia en mayor proporción a las pensiones más elevadas, a los aumentos de los parlamentarios y a una burocracia excesiva del Gobierno en la Capital, lo cual erosiona las posibilidades de invertir en salud y educación en la periferia, donde se asesinan a los líderes sociales. No hemos visto ningún líder social asesinado en la Capital.