El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

La informalidad y el empleo

La pandemia ha sido decisiva para que al tema del empleo se le otorgue la prioridad que merece.

4 de agosto de 2020 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

La pandemia ha sido decisiva para que al tema del empleo se le otorgue la prioridad que merece. En la constitución del 91, cuando se establecieron los objetivos para modificar la tasa de redescuento por la Junta del Banco de la República, solamente se consideró la inflación, se omitió deliberadamente el empleo. El Banco de la Reserva Federal de EE.UU. tiene ambos objetivos.

La informalidad es considerada un problema económico y no una oportunidad para crear empleo, a pesar de que las empresas calificadas como tales proveen el 42% de los empleos en Colombia, o probablemente más si se considera la dificultad para obtener datos confiables en este sector. Existen 5,9 millones de micronegocios, de los cuales el 87,8% no tienen registro mercantil, el potencial de su desarrollo es inmenso si el Gobierno los considerara como una cantera para generar crecimiento económico. La mayoría de estos negocios no cumplen con las normas laborales. No pocos de sus empleados prefieren tener ingresos clandestinos para no perder el Sisbén.

Nuestras normas laborales no consideran el tamaño de los negocios, ni dónde operan, ni la labor que desempeñan. Da lo mismo un restaurante con 4 empleados en Timbiquí, Cauca, que una empresa industrial de 1000 trabajadores en la Sabana. El salario mínimo es igual, las prestaciones lo mismo y las regulaciones de contratación y estabilidad ídem.

Las Cámaras de Comercio no tienen escalas de tarifas adecuadas y razonables. Los documentos que exigen para sus afiliados son esencialmente los mismos para todos los negocios.

La posibilidad de que estos pequeños negocios tengan acceso al crédito bancario es nula. Por sus afugias crediticias pagan intereses abusivos.

Obviamente si los informales se formalizan quedarán sujetos a los regímenes tributarios nacionales, departamentales y municipales.

Los empresarios nacen, no se hacen. Daré solo dos ejemplos en Cali de los muchos que existen. Uno, es un par de hermanos, Ignacio y Gustavo Llano, quienes comenzaron vendiendo maní a sus compañeros del colegio y hoy es una empresa de snacks con 460 colaboradores. Otro es un empresario que quebró en más de una oportunidad pero persistió y consolidó un laboratorio veterinario, y ahora también farmacéutico, con 2600 empleados. Don Carlos Vallecilla se inició vendiendo pollos. Ellos tuvieron una visión de largo plazo, creatividad y valor para tomar riesgos. Sacrificaron el confort presente por el beneficio futuro. Su vocación fue la de ser empresarios contra viento y marea. No todas las personas tienen ese espíritu de sacrificio para ahorrar en lugar de disfrutar su vida con mayor holgura.

Pues bien, gran parte de los negocios informales están en manos de personas con espíritu y vocación empresarial. Algunos trabajan en el rebusque por necesidad. Los negocios informales son un semillero de empresarios, muchos pueden tener éxito si los gobiernos los mirara con otros ojos. Si vieran en ellos una oportunidad de multiplicar el empleo mediante su crecimiento y desarrollo.

Ahora que han dictado decretos para la supervivencia de las empresas formales, el Gobierno debería establecer una legislación favorable a los informales para formalizarse, con normas osadas. Las normas existentes, en lugar de beneficiar a estos empresarios visionarios son un costoso castigo.