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La desconfianza abunda

En todos los estudios que se han realizado sobre el grado de confianza y el desempeño de los países, siempre se muestra una correlación muy estrecha.

15 de octubre de 2019 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

En todos los estudios que se han realizado sobre el grado de confianza y el desempeño de los países, siempre se muestra una correlación muy estrecha. Lo cual quiere decir que entre más confianza exista en la ciudadanía, los países se encuentran más desarrollados, por consiguiente el bienestar que disfrutan es envidiable.

No es de extrañar. Si hubiese confianza justificada y menos corrupción, los gastos en policía, jueces, abogados y cárceles podrían invertirse en educación, salud y desarrollo económico.

En las notarías colombianas exigen comparecencia personal. A las firmas hay que ponerles las huellas dactilares al frente. Aunque el notario lo haya conocido toda la vida, sepa donde trabaja y vive, quienes son sus padres o conyuges e hijos, no basta, si no tiene su cédula en la mano no puede llevar adelante el negocio. La desconfianza prima.

En Colombia los niveles de confianza son mínimos o inexistentes. Infortunadamente se encuentran justificados. Han sido incompresibles, difíciles de digerir, los hechos de corrupción interna en la cúpula de la misma Fiscalía. La descomposición contaminó la Corte Suprema. Escuchar la liberación de ‘Santrich’, y de un magistrado muy cuestionado, la financiación de ambas campañas a la Presidencia de la República por Odebrecht, la fuga de Aída Merlano, son hechos cotidianos.

Debido al aumento en los índices de corrupción se legisla frecuentemente para impedir que se cometan los ilícitos, estableciendo un mayor número de requisitos supuestamente con el fin de luchar contra esta grave enfermedad social que nos corroe. No obstante, las dificultades que imponen los trámites no contribuyen a la trasparencia, en muchas ocasiones favorecen a los corruptos, quienes a base de coimas aparecen mejor posicionados en las licitaciones. Se busca la enfermedad en las cobijas.

Sin Justicia confiable nunca lograremos erradicar la corrupción. ¿Para qué tanta burocracia?, maraña de cargos y de trámites que no garantizan trasparencia y moralidad. Con un menor número de jueces probos y fiscalizadores confiables se erradicaría la corrupción.

Lo más importante en la lucha contra la corrupción en los contratos de obras públicas, no es dificultando las ofertas y las adjudicaciones, lo trascendente es tener una Justicia operante y oportuna. Una Justicia inmune a la política. Con organismos de control, Procuraduría, Fiscalía y Contraloría, efectivas. Dirigidas profesionalmente, sin intereses mediáticos. La conducta humana no se corrige con normas.

Los índices de confianza en nuestras instituciones registrados en las últimas encuestas son desconcertantes. Hasta las instituciones más acreditadas en las encuestas anteriores, el Ejército y la Iglesia, se han desmoronado.

La tarea más importante para tener una democracia confiable es recuperar el prestigio de sus instituciones, se trata de un propósito que tomará tiempo, una prioridad impostergable.

La responsabilidad de recuperar la confianza compete a todos. Debería existir una mayor sanción social para los corruptos. La vergüenza desapareció.

PD. Votaré por quien considero el mejor candidato a la Alcaldía, el más preparado, quien demostró su competencia en un cargo complejo, obteniendo el 90% de éxito, la dirección del programa para la reintegración, Alejandro Eder.