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Existe más territorio que Estado

Recibimos y recibimos migración, por lo que crecemos poblacionalmente, pero no contamos con los recursos económicos para absorberla, Bogotá acapara su inmensa mayoría. Hablamos y hablamos de descentralizar, y nada se hace.

1 de septiembre de 2020 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

En esta reclusión obligatoria, no tanto por decisión del Gobierno, como por precaución, ya que para los mayores el riesgo es evidente, con el fin de mitigar el tedio y en ocasiones hasta la desazón, con mi esposa nos hemos matriculado para escuchar conferencias de historia y en un curso de literatura, el cual nos obligó a leernos de cabo a rabo, Don Quijote de la Mancha, una tarea pendiente, de carácter cultural.

Uno de los conferencistas, Juan Esteban Constaín, historiador de profesión, quien tiene la virtud de poseer una memoria prodigiosa, ‘qué envidia’, siempre he sufrido por carecer de esta facultad, nos ha repetido con determinación, en las charlas sobre la historia de Colombia, que nuestro país “tiene más territorio que Estado”, lo cual se traduce en que una parte de nuestro vasto espacio terrenal carece de institucionalidad,
la llamada gobernabilidad. En esas geografías se desconocen la constitución que nos rige y las instituciones establecidas para que opere y se practique. Mejor dicho, sí existe gobernabilidad, pero por fuera de la ley. Todos necesitamos la autoridad, en esos territorios, la que existe es impuesta por la fuerza, llámese guerrilla, paramilitar, capos de la droga, o gamonales.

Este sello nos caracteriza desde tiempos ancestrales, ahora con la presencia que ha adquirido la producción y el tráfico de la droga maldita, el surgimiento de la disidencia de las Farc, y la continuidad del Eln, se ha hecho más notoria. Durante un largo período la guerrilla llenó parcialmente esta carencia de Estado, ahora se ha complicado más con el crecimiento de los cultivos ilícitos, que, además, le provee un modus vivendi económico muy atractivo, a una población marginada y aislada.

No es de extrañar que los asesinatos de los líderes sociales, y ahora también, grupos de jóvenes, ocurran en esas zonas, denominados territorios o regiones periféricas, y en las fronteras de Cali. La ausencia de gobernabilidad nos abraza. Por el sur colindamos con el norte del Cauca, uno de los corredores preferidos para la exportación de droga, a través del Río Naya, y por el occidente limitamos con el litoral Pacífico, uno de los territorios abandonados a su propia suerte. La única conexión terrestre, en toda su extensión, desde Panamá hasta el Ecuador, es una carretera, aún en construcción con Buenaventura, un ferrocarril que no funciona, y una mal llamada carretera a Tumaco. Un prolongado territorio en el exilio.

El caso de Cali tiene sus particularidades. Donde se cometió el crimen fue en un cañaduzal que limita con un nuevo barrio de personas provenientes de los cuatro puntos cardinales. Cali no es una ciudad que se haya desarrollado por sí misma, con un crecimiento endógeno, su ubicación privilegiada se ha constituido en un destino atractivo. Su conexión con el único puerto de Colombia en el Pacífico, le otorgó una importancia estratégica que multiplicó aceleradamente su población. Además, goza de un clima placentero. En 1910 ocupaba el séptimo lugar en población, hoy nos corresponde el tercero, con el tiempo ocuparemos el segundo.

Recibimos y recibimos migración, por lo que crecemos poblacionalmente, pero no contamos con los recursos económicos para absorberla, Bogotá acapara su inmensa mayoría. Hablamos y hablamos de descentralizar, y nada se hace.