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El tiempo cuesta

Las obras en Colombia toman décadas, a pesar de que su complejidad no lo justifica y su importancia es crucial para la competitividad.

5 de febrero de 2019 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Recientemente escuché que se estaban reactivando nuevamente los proyectos del Túnel de La Línea y la carretera Mulaló-Loboguerrero. Ambos están destinados a mejorar la infraestructura para conectar el puerto de Buenaventura en el Pacífico con la capital del país y con el suroeste de su territorio.

La carretera que de Buga conduce a Buenaventura, lleva más de 15 años de construcción y aún no se ha terminado. La de Mulaló-Loboguerrero se asignó su licitación en el año 2015 y aún no se ha movido un metro de tierra. Las obras en Colombia toman décadas, a pesar de que su complejidad no lo justifica y su importancia es crucial para la competitividad.

Buenaventura es el único puerto en el Pacífico que puede llamarse como tal, ya que las instalaciones de Tumaco son muy precarias y se encuentra situado geográficamente a una considerable distancia de los centros de consumo más importantes del país. Esta es la razón por la cual más del 50 % de las importaciones se efectúan vía Buenaventura.

El direccionamiento del comercio ha cambiado de orientación. Anteriormente, Europa y la costa este de los Estados Unidos, eran los territorios que jalonaban el desarrollo del mundo, hoy, la India, China, Japón, Corea y sus vecinos, son las zonas de mayor crecimiento económico. El dinamismo que han logrado recientemente supera con creces al de los países del Atlántico.

Pues bien, por este motivo se hace más urgente acelerar todos los proyectos que conecten los mercados del interior con nuestra Costa Pacífica.

El flete más costoso por kilómetro de recorrido es el que se cobra entre Cali y Buenaventura. La mencionada carretera entre la capital del Valle y la Costa acortaría el recorrido en más de 30 kilómetros y la elevación máxima de dicho trayecto se disminuiría en más de 300 metros de altura, lo cual reduciría considerablemente el consumo de combustible y el tiempo requerido por el transporte. Durante estos cuatro años de parálisis del proyecto los consumidores continuamos pagando estos mayores costos.

Es cierto que ahora se requiere la aquiescencia de las comunidades que se consideren afectadas, y que, además, se necesitan las debidas autorizaciones ambientales. El primer tema debería ser motivo de reglamentación y fiscalización, se ha prestado para hacer exigencias injustificadas y exageradas que estimulan la corrupción. El segundo le corresponde al Gobierno. Las autorizaciones deberían ser más expeditas.

El Túnel de La Línea ha sido un dolor de cabeza para el Estado y demuestra ineficiencia. Recientemente colapsó un viaducto causando la muerte a varios operarios, y obviamente el retraso de la obra. Además, el proyecto contempla un túnel en un solo sentido, así que se está construyendo la mitad de la solución.

Continuamos pagando por años unos costos de transporte que minan nuestra competitividad a nivel internacional, aumentando los costos de la producción nacional, pero como si esto fuese poco, el retraso en la construcción de las obras no solo afecta los costos de oportunidad, también encarece el valor de las soluciones. El tiempo cuesta. Cuando las obras se aplazan o se demoran en su construcción, los costos, como es obvio, no son los mismos que se proyectan. Las obras valen más y cuando son décadas las que transcurren, mucho más.

¿Qué hacer? La construcción de las obras públicas es lentísima.