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Diversas Colombias

En nuestro país existen diversas regiones con características propias y peculiares. Heterogéneas topografías constituyen paisajes muy singulares, múltiples climas, territorios habitados por distintas razas, con acendradas costumbres.

30 de mayo de 2017 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

En nuestro país existen diversas regiones con características propias y peculiares. Heterogéneas topografías constituyen paisajes muy singulares, múltiples climas, territorios habitados por distintas razas, con acendradas costumbres. Sin embargo, no me voy a referir a esos temas, me concentraré en las cuatro Colombias divididas por niveles económicos y con posibilidades de desarrollo social, sin desconocer que cuando se definen categorías, no desparecen los lugares intermedios.

En primer término se encuentra Bogotá, de lejos la ciudad más rica del país, donde se concentran todos los poderes del Estado y la mayoría de las sedes de las empresas que operan en Colombia, donde se presentan las mayores oportunidades de empleo. Allí se aglutinan los medios de información más importantes, no es de extrañar, puesto que allí también se originan las noticias que afectan a todos los colombianos.

En segunda instancia se sitúan las ciudades con el mayor número de habitantes, que tienen su vida propia, lo cual justifica que económicamente existan importantes centros de salud, grandes centros comerciales, lugares de esparcimiento y diversión, bancos y servicios financieros diversos, universidades y colegios de buen nivel académico. Sin duda constituyen lugares atractivos para los políticos, por el potencial de votos que ofrecen.

En tercer lugar, se encuentran las ciudades denominadas intermedias, algunas de ellas capitales de los departamentos, que suscitan el interés económico por su demanda potencial. Sus crecimientos en algunos casos son acelerados por la inmigración que no proviene solamente de causas naturales sino también de desplazamientos forzados, debido a la inseguridad que se vive en la periferia a causa de la ausencia del Estado.

Por último, nos topamos con los territorios ignorados, la Colombia marginada, distanciada a cientos de kilómetros de la Capital; en muchas ocasiones aislada físicamente como en el caso de la región Pacífica, que para comunicarse con el interior debe trasportarse en canoas o embarcaciones muy precarias para llegar hasta Buenaventura o Tumaco y de esta manera poder utilizar el transporte terrestre. En algunos lugares con mayor concentración poblacional existen semiaeropuertos con vuelos escasísimos. Allí no hay hospitales, los centros educacionales tienen un pobrísimo nivel académico; la justicia es imaginaria, impera la ley del más fuerte. Las oportunidades de progreso son quimeras. Su desarrollo económico es comparable con los lugares más pobres del continente africano.

No es de extrañar que allí florezcan la guerrilla, los cultivos de coca y reine el narcotráfico. La distancia económica y la ausencia de oportunidades es gigantesca comparada con el resto del país. La institucionalidad simplemente no existe.

Buenaventura y Tumaco se han convertido en el receptáculo de quienes emigran de este infierno. Gran parte de sus habitantes son inmigrantes desesperanzados y desesperados ante la indiferencia. Lo que muestran y comentan los medios de comunicación los exaspera, ante la imposibilidad de ellos poder disfrutar de un futuro decente. El atraso que embarga a sus habitantes es inexplicable. Lo que demanda la región es un plan integral de desarrollo de largo aliento y no contentillos o paños de agua tibia. Lo que se está cocinando es grave.