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Disminución de la jornada

Hace unos días se publicó el informe anual de competitividad. Lamentablemente continuamos por debajo del promedio de América Latina.

8 de diciembre de 2020 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Hace unos días se publicó el informe anual de competitividad. Lamentablemente continuamos por debajo del promedio de América Latina, una posición muy mediocre, puesto que nuestro continente dista mucho de los países desarrollados, y de la mayoría de los asiáticos, solamente el África nos supera por su precaria productividad.

Uno de nuestros lunares es el tema laboral. Se trata de los aspectos referentes a las prácticas de contratación y despidos. Tenemos la segunda tasa de desempleo más alta de Latinoamérica. Solamente el 20% de las personas cotizan para pensionarse. En la pandemia la opinión pública se cercioró de que la inmensa mayoría de los colombianos laboraban en la informalidad. La legislación laboral actual es obsoleta.
Claro que existen otros obstáculos, como la tramitología o las deficiencias en la infraestructura, también, sin duda, el tema de la seguridad, alimentado por el combustible del narcotráfico.

Otro es el tema tributario. En Colombia la inmensa mayoría de la carga tributaria la pagan las empresas formalizadas y muy poco las personas, tan solo el 20%. En los países europeos el 70% se recauda entre las personas naturales, lo cual permite a las empresas ser más competitivas.

La competitividad es sumamente importante si queremos progresar y mejorar el bienestar de la población. Vivimos en un mundo interrelacionado, cuyos efectos se profundizan día a día. Un caso particular es el tema del calentamiento global. El comercio, impulsado por los adelantos en el transporte, nos hizo gradualmente interdependientes. La autarquía es una ficción perversa. Que haríamos sin computadores o teléfonos celulares, o ahora sin poder importar la vacuna contra el Covid-19. Necesitamos ser competitivos para prosperar.

Pues bien, cuando escuché que en Congreso se estaba tramitando un proyecto de ley para disminuir la jornada laboral, pensé que, como se trataba de una iniciativa demagógica y populista, su autoría provenía de Colombia Humana. Cual sería mi sorpresa, cuando me enteré de que su origen era del Centro Democrático. Yo también hubiese querido laborar menos horas, tener más tiempo libre, y disponer de ingresos suficientes para disfrutarlo plenamente, cuando me desempeñé como empleado.
Suena muy atractivo trabajar menos y ganar lo mismo, si lo consideramos individualmente, pero es distinto, si los vemos colectivamente. Este lujo únicamente se lo pueden dar los países ricos, aquellos que gozan por ser más competitivos. Aquellos donde abunda el capital, la inversión, el consumo, como también, la educación y la creatividad.

Además, somos los campeones en días de fiesta. Hoy existen 18, solamente dos meses carecieron en el 2020 de este privilegio. Esto significa 144 horas menos al año, que, si las dividimos por 52 semanas, podemos afirmar que en Colombia se trabajan 45,2 horas semanales.

Se engañan quienes piensan que si se trabaja menos horas habrá más empleo, por el contrario, de llegarse a aprobar este proyecto, se aumentarán los costos para las empresas formales, seremos por lo tanto menos competitivos, se ahuyentará la inversión y se profundizará aún más la informalidad.

¿Por qué no aprendemos de países como Corea del Sur?, similar en habitantes a Colombia, con un desarrollo económico muy parecido hace 40 años, hoy tiene un ingreso per cápita de US31.362.