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Ahora que estamos hasta la coronilla con el tema de la paz,...

18 de junio de 2014 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Ahora que estamos hasta la coronilla con el tema de la paz, me parece oportuno hablar de la convivencia. La vida cotidiana también es importante. Escuchamos con alguna frecuencia de personas, que esperando que el semáforo se ponga en verde o atascados en el tránsito, son amenazadas con revólveres o pistolas para robarlos, o de balaceras entre pandillas, o de asaltos a residencias, en fin, diversas modalidades de delincuencia común.En varias ocasiones se ha solicitado la prohibición del porte de armas en Cali, pero la autoridad competente, el Ejército, por razones deleznables, ha negado su implantación. Cuando se han realizados experimentos de prohibir el porte de armas, las disminuciones de los homicidios se acercan al 45%.Sin duda existe la opinión armamentista, quienes piensan que la mejor manera de proteger la vida es con un revólver al cinto, lo cual no es cierto, según información documentada. La probabilidad de morir si la persona que enfrenta una disputa se encuentra armada es mucho más alta que si se encuentra desarmada. Con frecuencia se confirma que los individuos asesinados o secuestradas portaban armas, en cambio es insólito escuchar en las noticias que alguien haya dado de baja a su presunto asesino en defensa propia. Cuando me refiero al armamentismo no solo considero las armas de fuego, los puñales también matan, aunque aproximadamente el 85% de los homicidios se cometen con las de fuego. Sería iluso pensar que la mera prohibición del porte de armas disminuiría las muertes violentas indefinidamente, es indispensable otras acciones preventivas para lograr la convivencia sin violencia. Además de un castigo ejemplar, se necesita la destrucción de las armas, controlar el contrabando, etc.Lo que nos debe animar a demandar la prohibición del porte de armas en las ciudades, son los resultados obtenidos con el establecimiento de las sanciones a los conductores que conducen con algún grado de licor. Critiqué la norma por exagerada, tanto en el grado de alcohol permitido, prácticamente ninguno, como las sanciones establecidas. Pensé, y aún tengo fuertes dudas, que una norma tan restrictiva ocasiona corrupción entre quienes le corresponde controlar su aplicación. No obstante, su establecimiento disminuyó dramáticamente los accidentes y las muertes causadas por conductores ebrios. Esto nos induce a pensar, que si las autoridades aplicasen el mismo rigor, energía y constancia al control de porte de armas, es muy probable que se logre reducir los homicidios considerablemente.Es usual dar ejemplos de las normas establecidas en los países más avanzados para ganar las discusiones con contundencia. “Así se hace en los EE.UU.”. Pues bien, unos de los índices más bajos de homicidios se registran en el Japón e Inglaterra, ambos países prohíben el porte de armas. El primero tenía una tradición de violencia poco común debido a sus costumbres ancestrales, practicadas por los samuráis y los daimios. En el segundo, la cacería forma parte importante de sus tradiciones. Pues bien, para ejercerla se requiere licencia, y cuando se practica, el arma debe estar a la vista, de la misma manera como se acostumbra transportar las bicicletas. De los EE.UU., país que permite el porte, ya conocemos sus recurrentes tragedias.