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Carta al Niño Dios

Deseo que Colombia tenga una Justicia eficaz y oportuna. Unos jueces probos y transparentes.

25 de diciembre de 2018 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Los niños suelen enviarles cartas al Niño Dios con los anhelos más sentidos; pues bien, a los adultos no se nos está vedado dicho privilegio.
Aquí va la mía, bajo el convencimiento que seguramente no contiene todo lo que quisiera.

Deseo que Colombia tenga una Justicia eficaz y oportuna. Unos jueces probos y transparentes.

Que jamás se ofrezcan coimas para ganarse un negocio, o para obtener a lo que se tiene derecho.

Que recobremos la confianza en nuestras instituciones.

Que los políticos que nos representan interpreten mejor la opinión de sus representados. Que nunca olviden que los eligieron para servir y no para servirse.

Quisiera que en mi país hubiese igualdad de oportunidades para todos los habitantes, independientemente de donde nazcan o qué fortuna tengan. Que se disminuyan las brechas socioeconómicas, sin restringir las libertades, dentro de un régimen democrático con los tres poderes gozando de auténtica independencia.

Que los organismos del sector público y privado sean eficientes y obren con imparcialidad, sin preferencias.

Que desterremos de una vez por todas la mermelada en la política, para que se actúe en conciencia.

Que las escuelas del sector público tengan igual nivel académico como el que ofrecen los colegios privados, con el fin de que las oportunidades de ingreso a la educación superior sean semejantes.

Que se acaben los gobiernos populistas y las dictaduras de derecha o de izquierda en el mundo, en especial que nuestros vecinos venezolanos logren pronto encausar su amado país, hacia una verdadera democracia, que le devuelva la senda perdida del bienestar y el progreso socioeconómico.

Que elijamos a los mejores para gobernarnos, mediante comicios impecables.

Que no existan regiones marginadas y olvidadas como la Costa Pacífica, el Caquetá, el Putumayo o el Catatumbo.

Que el Eln se convenza de que el cambio no se logra con las armas. Que no continúen obteniendo sus recursos económicos mediante el secuestro y el narcotráfico. Que no persistan en dinamitar oleoductos, al fin y al cabo, esta práctica la pagamos todos, pobres y ricos. Que no cometan el crimen de reclutar niños.

Que se legalice la cocaína en todo el mundo, como ya comenzó a hacerse con la marihuana, y se luche contra su consumo como se hizo con el tabaco, para que el instrumento de erradicación de este maldito vicio no sea únicamente la guerra en los países productores, casualmente los que tienen menores recursos para dar la batalla.

Que por fin se logre realizar una reforma tributaria estructural, equitativa, sencilla y comprensible.

Que el acceso a una pensión sea una realidad para la inmensa mayoría de los colombianos.

Que se logre una verdadera desconcentración de los poderes, económicos y políticos, de forma tal que la mayor parte de las decisiones residan en las instituciones de la provincia, cerca de donde se sufre el efecto.

Que el poder político y el de la justicia sea accesible a todos los colombianos, sin exclusividades geográficas.

Que comprendamos que viajamos en una nave espacial llamada tierra, cuyo bienestar es frágil y puede averiarse si no la preservamos sana.

Que le jalemos en la vida cotidiana al respeto. Que comprendamos que nuestros derechos tienen limite, el límite que impone el derecho de los demás.

Finalmente, como la canción, “Feliz Navidad, prospero año y felicidad”.