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Foto de referencia. Migración Colombia tramitó la deportación de la colombiana Echeverría desde Suiza. | Foto: Archivo de El País

Responsabilidad colectiva

El cambio que requerimos es de fondo y solo se logrará si nuestros líderes adoptan comportamientos ejemplares.

13 de febrero de 2022 Por: Vicky Perea García

La corrupción es quizá el principal problema que enfrenta nuestro país. Todos los candidatos lo tienen claro, y cada uno desde su orilla trata de apropiarse del tema. En medio de la actual campaña electoral se les ha pedido a los candidatos que se pronuncien sin importar el partido o si aspiran a ser elegidos al Congreso o a la Presidencia. Todos se jactan de ser los seres más incorruptibles del planeta.

Si uno llegara por primera vez a nuestro país y escucha el discurso de los candidatos, sobre todo aquellos que han pertenecido al Congreso o han hecho parte de gobiernos locales, podría llegar a pensar que Colombia es el país de la rectitud y el cumplimiento de las normas. ¡Nada más distante de la realidad! Son pocos los candidatos que verdaderamente representan con coherencia ese gran deseo de acabar con la corrupción.

El tema no son solo los escándalos mediáticos de Char y Petro. El primero envuelto en un tramado de compra de votos, amenazas e infidelidades y el segundo, protagonista de un irrespetuoso evento.

En el caso de Char las únicas pruebas que hasta ahora se han presentado y probado, son sobre las infidelidades. Lo demás queda en medio de acusaciones pendientes por corroborar. Sin embargo, muy lamentable que un candidato a la Presidencia este en medio de esto y además no de los debates de frente sino por Twitter.

El segundo caso, el del señor Petro quien es grabado bajo los efectos del alcohol en una manifestación pública. Al menos él reconoce que “le cayó mal un trago”. Sin embargo, salieron sus escuderos a justificarlo. Su viaje a Europa, el famoso ‘jetlag’, lo buscan convertir en una víctima. Y lo que más daño nos hace, la típica pregunta ¿y quién no se ha emborrachado alguna vez?, usada para bajar el nivel a la gravedad.

La pregunta que nadie ha hecho, porque obviamente no conviene es, ¿y quién no ha llegado borracho al trabajo? Porque el trabajo hoy de Petro es ser candidato, o ahora saldrán a decir que es un hobby. Creo que ante esta pregunta muy pertinente la respuesta se limitaría a unos compatriotas, que además seguramente tuvieron graves consecuencias en sus empleos. No nos dejemos enredar. El señor Petro estaba trabajando, consiguiendo votos y llegó borracho al trabajo.

Los políticos de un país son un reflejo de la sociedad a la que representan. ¿Cuántas veces no hemos, a nivel personal, justificado actuares equivocados con tal de sacar una ventaja personal al sistema?
¿Cuántas veces hemos pagado en efectivo para evitar que se nos cobre el IVA? ¿En cuántas ocasiones hemos violado una norma de tránsito porque vamos de afán? Claramente algunas son infracciones menores, pero muestran lo permisivos que somos como sociedad al no acatar las normas. Todo esto por más pequeño que parezca es corrupción.

El cambio que requerimos es de fondo y solo se logrará si nuestros líderes adoptan comportamientos ejemplares. Ya lo vivimos en Bogotá cuando Mockus permitió que conductas que antes eran percibidas como normales tuvieran recriminación social. Igualmente ocurrió hace algunos años en Cali durante la primera administración de Guerrero con la campaña del ‘vivo bobo’.

Sí es posible cambiar, el primer paso es reconocer que el problema es de todos y no solo de los políticos. El segundo, en esta época electoral, es salir a votar y el tercero es votar bien, a conciencia sin dejarnos convencer que todos son los caballeros anticorrupción.