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Amenaza latente

Más allá de las cifras, las historias de las víctimas civiles en todo conflicto armado resultan desgarradoras.

27 de marzo de 2022 Por: Alfonso Otoya Mejía

En las últimas semanas hemos visto cómo los medios internacionales han registrado con horror el conflicto armado entre Rusia y Ucrania. Sin que haya aún certeza sobre las cifras, se habla que puede haber entre 10.000 y 20.000 muertos al concluir el primer mes desde el inicio de las acciones militares. Sin duda, son números que hablan de una tragedia humana de grandes proporciones.

Más allá de las cifras, las historias de las víctimas civiles en todo conflicto armado resultan desgarradoras. Por ejemplo, se conoció recientemente la muerte de tres adultos y tres niños que se desplazaban por la zona de Chernígov, al norte de la capital ucraniana de Kiev, y que fueron afectados por la activación de un artefacto explosivo al paso del vehículo en el que se movilizaban.

Dentro de todo lo que se puede decir frente a este conflicto, esta confrontación armada ha vuelto a poner en la agenda mundial una amenaza con la que hemos convivido en Colombia por años y que por distintas razones se ha invisibilizado: las minas antipersonas, las municiones sin explosionar y las trampas explosivas.

Dentro de los devastadores efectos de la guerra, ampliamente documentados a lo largo de la historia de la humanidad, los efectos del armamento abandonado, los explosivos que no alcanzan a ser detonados y la instalación de minas y trampas explosivas constituyen un riesgo crítico para la población civil que puede manifestarse, incluso, muchos años después.

Esta amenaza la conocemos bien en Colombia. El conflicto extendido por décadas, y las acciones de algunos actores armados al margen de la ley que buscan a toda costa proteger cultivos de uso ilícito o rutas de narcotráfico, han hecho que a la fecha tengamos más de 12.000 víctimas de minas antipersonal y otros artefactos explosivos en la historia reciente de nuestro país.

Según las estadísticas de Landmine Monitor, Colombia ocupa el sexto lugar dentro de los 54 países con mayor afectación por la presencia de minas antipersonas en el mundo, además de estar dentro del grupo de seis países en los que se siguen instalando este tipo de artefactos.

Deshonrosos lugares que deberían movilizarnos a todos en torno a la protección de la población civil, pues solamente este año ya han registrado seis víctimas de artefactos explosivos en nuestro territorio. Si bien, el proceso de paz ayudó a la disminución de víctimas en Colombia, pasamos de 1228 víctimas en 2006 a 57 en 2017, el aumento en las actividades del narcotráfico hace que esta siga siendo una práctica común.

Se vuelve imperativo entonces tomar acciones que protejan a la población expuesta a esta amenaza silenciosa y que, como en el caso de Ucrania, impida que los civiles, especialmente niños, sigan engrosando las listas de heridos y fallecidos por minas o por municiones sin explosionar que resultan tan llamativas para los menores.

El próximo 4 de abril se conmemora el Día Internacional de la Sensibilización contra las Minas Antipersona, una fecha que no debería pasar desapercibida en Colombia y que se convierte en la ocasión perfecta para poner este tema sobre la agenda pública y para sumar esfuerzos con el fin de fortalecer acciones de Educación en el Riesgo de Minas Antipersona que les permitan a las comunidades afectadas por la presencia de estos artefactos fortalecer sus capacidades para identificar el riesgo y adoptar comportamientos seguros que salvan vidas. Estas silenciosas amenazas latentes deben tener su plan de acción propio antes que, como una bola de nieve, vayan creciendo lentamente.