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Mayo del 2021

En la primera parte tratamos de contextualizar los sucesos en el plano nacional: la crisis social, agravada por la pandemia; la crisis política e institucional resultado de una progresiva pérdida de legitimidad del ejercicio del poder por parte del Estado durante las últimas décadas

8 de junio de 2021 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

Frente a una situación como la que está viviendo el país en este momento la peor actitud que cualquiera puede asumir, desde el Gobierno o desde la propia ciudadanía, es engañarse con respecto a la realidad de lo que está ocurriendo. No hay duda que detrás de esta inmensa movilización, con sus bloqueos y sus excesos, se encuentran protagonistas con nombre propio interesados en promoverla. Sin embargo, por su complejidad, composición, duración y extensión, escapa a la responsabilidad exclusiva de una persona (un candidato presidencial como lo sugiere el Presidente) o de un grupo político.

Los hechos que conocemos son objeto permanente de múltiples valoraciones en las columnas de los periódicos, desde aquellos que los rechazan indignados y proponen la intervención brutal de la fuerza pública para contener los desmanes, hasta aquellos que los consideran una legítima reivindicación popular, consecuencia de las precarias condiciones actuales. Sin embargo, evitemos quedar atrapados simplemente en la evaluación moral. Más importante es poner por delante una “voluntad de comprender” lo que sucede, en su escueta realidad, así nos indigne o contradiga nuestros valores éticos o políticos fundamentales, sobre todo si lo que nos mueve es encontrar vías de solución. Comprender no es justificar pero si es la base para actuar.

Un grupo de profesores de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle, con el ánimo de aportar a la ciudad, nos hemos tomado el trabajo, con el acontecimiento en caliente, de elaborar un conjunto de ensayos descriptivos e interpretativos, para tratar de entender en que consiste lo que esta pasando y propiciar un debate que vaya más allá de los intereses particulares de unos y otros. El libro de 232 páginas se puede bajar de la página web de la Facultad. La academia pide la palabra.

En la primera parte tratamos de contextualizar los sucesos en el plano nacional: la crisis social, agravada por la pandemia; la crisis política e institucional resultado de una progresiva pérdida de legitimidad del ejercicio del poder por parte del Estado durante las últimas décadas; las condiciones económicas que han propiciado la mayor recesión de la historia de Colombia; los rasgos de nuestra cultura política; la participación de las mujeres.

La segunda parte ofrece múltiples elementos de juicio para entender la peculiaridad de lo que ocurre en Cali. La mayor sorpresa ha sido la movilización de grupos de jóvenes que han presentado demandas específicas, diferentes a las del Comité Nacional del Paro. ¿Quiénes son estos jóvenes y qué quieren? ¿Cuáles son sus características étnico raciales? ¿En qué consisten las formas de segregación de que han sido objeto? ¿Qué venía sucediendo en los barrios populares de Cali desde hace varias décadas que solo ahora podemos visibilizar? ¿Cuál es el papel de la migración a la ciudad de gentes del Pacífico y del sur del país? ¿Cuáles son las innovaciones en los repertorios de la movilización social? ¿Cómo han reaccionado los colombianos que viven fuera del país? Este tipo de preguntas y muchas otras son las que intentamos responder.
Después de lo que ha pasado, así nos empeñemos en negarlo, “nosotros, los de antes, ya no seremos los mismos”, diría el poeta.

El asunto ahora es indagar por el "¿qué hacer?”, una pregunta que nuestros trabajos se plantean de manera tímida: enfrentar el problema social que nos ha llevado a ser el segundo país más desigual de América después de Haití; restablecer las condiciones del ejercicio pleno de la democracia; romper con la polarización que ha llevado al Estado a su colapso; reorientar la economía hacia el bienestar general y no sólo en favor de las empresas oligopólicas.

Pero, sobre todo, hay que considerar como prioridad la situación que viven nuestros jóvenes en los barrios populares (incluso en sectores de clase media vulnerables), sus precarias condiciones de vida y su falta de oportunidades, de tal manera que podamos ofrecerles alternativas que les permitan vislumbrar el futuro con esperanza.