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La propuesta de De la Calle

El excandidato Humberto De la Calle, el más lúcido y respetable de los personajes de la actual clase política, formuló hace unos días una interesante propuesta para las elecciones presidenciales de 2022.

4 de agosto de 2020 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

El excandidato Humberto De la Calle, el más lúcido y respetable de los personajes de la actual clase política, formuló hace unos días una interesante propuesta para las elecciones presidenciales de 2022, consistente en construir desde ahora una coalición de centro y centroizquierda (e incluso centroderecha), sobre la base de un programa compartido que supere los extremismos e incluya la definición de unas “líneas rojas”, es decir, unos acuerdos mínimos con respecto a lo que no se debe hacer. Más adelante se definiría el mecanismo para elegir el candidato, que podría ser la transformación de las elecciones parlamentarias de ese año en unas primarias, a la manera norteamericana.

La propuesta es interesante sobre todo porque la tarea más importante es evitar que sea la polarización la que elija al nuevo Presidente de la República. En las elecciones de 2018 predominó y triunfó el ‘voto en contra’. El presidente Duque, en el momento de calibrar la hondura de la legitimidad con la que cuenta, no ha sido lo suficientemente consciente de que una porción de sus votantes lo hicieron contra Petro; este último, por su parte, tampoco ha entendido que una parte significativa de los ocho millones y medio de sus electores no sufragaron por sus méritos sino en contra de Uribe. Necesitamos que en las próximas elecciones la gente vote por el candidato de su preferencia y no simplemente en contra de otro, sin convicción por su elegido, como ocurrió en la pasada contienda electoral. Lo importante de la propuesta de De la Calle es que ofrece a esa población que vota en contra una alternativa positiva viable.

Las mayorías en Colombia se encuentran en el centro del espectro político y es a este sector al que se dirige de manera prioritaria la propuesta en cuestión. El país necesita grandes transformaciones y el nuevo presidente se va a encontrar con retos inéditos en lo que tiene que ver con la cuestión social y la recuperación de la economía. Las movilizaciones sociales que venían in crescendo a finales del año pasado se interrumpieron con la llegada del virus, pero ahora en la ‘pospandemia’ pueden encontrar motivos muy poderosos para renacer por las consecuencias nefastas que tiene la difícil situación en que nos encontramos: el desempleo, el descenso de la clase media que ha perdido parte de sus logros, el incremento de la delincuencia, la acentuación de la pobreza, la miseria y las desigualdades, en el marco de una grave situación fiscal. Todo esto hace indispensable que el elegido cuente con amplia legitimidad y suficiente autonomía.

Los grandes cambios no se van a realizar si de nuevo caemos en la polarización de las posiciones políticas y el ‘voto reactivo’. Nuestra población es extremadamente conservadora, muy reacia a las transformaciones, muy pesimista con respecto a las posibilidades de que irrumpa algo nuevo y extremadamente desconfiada de las aventuras radicales. El triunfo de una posición extremista puede ahondar la polarización y producir una reacción en contrario, en un país proclive a la violencia como el nuestro (tanto desde la izquierda como desde la derecha), que arruina cualquier proyecto político. El espectro de la violencia está en el trasfondo.

Los futuros candidatos, con realismo político y polo a tierra, deberían partir de una apreciación correcta de esta idiosincrasia del pueblo colombiano, si quieren efectivamente contribuir a resolver los problemas y a responder con soluciones a la gran movilización popular que se avecina. Por esto es tan importante que se exprese y se haga sentir el potencial de votantes que se encuentra en el centro del espectro político, como fuente de la legitimidad de un nuevo gobierno. La propuesta de De la Calle nos invita a regresar al verdadero sentido de la política, que consiste en partir de la discusión de ideas y de proyectos, y no de personalismos y ‘egos inflamados’ o de la promoción del miedo y las mentiras, como ha ocurrido en pasadas elecciones.