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Al finalizar los 80 años de la Conquista española en estos territorios de la cuenca del río Cauca, comenzó la época que los viejos historiadores colombianos, asentados en Santafé de Bogotá, Tunja y Cartagena, dieron por llamar la Colonia.

20 de septiembre de 2017 Por: Alberto Silva

Al finalizar los 80 años de la Conquista española en estos territorios de la cuenca del río Cauca, comenzó la época que los viejos historiadores colombianos, asentados en Santafé de Bogotá, Tunja y Cartagena, dieron por llamar la Colonia. No tuvieron ningún asomo de rubor en omitir el protagonismo de los habitantes de la cuenca caucana, en la historia colombiana durante los siguientes tres siglos hasta la Independencia. Sobre lo ocurrido ahí en ese tramo, tendieron una nube oscura parecida a la de Yucatán, aquella ocasionada por el meteoro que acabó con los dinosaurios, sólo que esta vez el causante de la oscuridad fue algo peor: el analfabetismo, en un rango superior al 95 % en la población colonial.

En resumen, en el espacio de esos tres siglos de la Colonia ocurrieron miles de hechos en la cuenca del río Cauca que no quedaron registrados en la Historia colombiana, por la sencilla razón que en Santafé de Bogotá apenas sabían que existíamos. Una inmensa cordillera nos separaba.

Afortunadamente hoy, 400 años después, hemos tenido la fortuna de contar con alto alfabetismo y con profesiones académicas: agronomía, ingeniería, arquitectura, medicina, antropología, biología, arqueología y medicina veterinaria que nos permiten armar de manera casi exacta la verdadera historia de nuestra región.

El amanecer del año 1600, comienzo del primer siglo de la Colonia, cogió a las primeras seis poblaciones de la cuenca del río Cauca convertidas en el Eje colonial del río Cauca y doscientos años después al llegar el período de la Independencia, ese eje de poblaciones había aumentado a una treintena con Popayán a la cabeza. Su jurisdicción llegaba hasta Urabá al norte y por el sur, al río Napo en la frontera con Ecuador.

Igual a como lo había hecho Europa durante milenios cuando deforestaron su territorio boscoso para dar cabida a todo tipo de cultivos, incluidos los forestales y espacio al establecimiento de las actuales naciones, aquí se hizo lo mismo. Sólo que allá no le dieron el carácter parroquial de hazaña, gesta o heroísmo, sino que los tomaron como procesos naturales del ser humano, igual al de las hormigas cuando acometen contra un árbol para desmantelarlo de sus hojas con el fin de alimentar a su progenie en sus hormigueros, sin saber que con ese acto están haciendo una estimulante poda al árbol. En el caso europeo esto se hace evidente con las transmisiones televisivas de las vueltas ciclísticas a Italia, Francia y España, donde ya armonizan variedad de cultivos incluidos los forestales en áreas que antes fueron grandes bosques y selvas nativas.

Para el caso particular del Eje colonial del río Cauca, el proceso fue lento, muy lento, igual que en todo el territorio neogranadino. En la Colonia, el derribo de la selva que lo cubría, alcanzó apenas el 10 % de su territorio selvático debido a la escasez de herramientas. Durante la Independencia se extendió al 40 % y lo restante hasta hoy, se le encargó a la motosierra y el buldócer. Son de suponer las dificultades de todo género padecidas por los habitantes en estos territorios aislados de la educación, el comercio, las vías, salud y vivienda, a trasmano del Gobierno monárquico separado geográficamente del resto del país. A tanto llegaría esta situación que en varias oportunidades la Provincia de Popayán, pensó constituirse en Estado soberano, independiente del resto de las provincias neogranadinas y de España.

Al iniciarse los movimientos libertarios, 15 templos católicos se levantaban en el perímetro urbano de Popayán mostrando así su poder político y administrativo. Tiples y guitarras habían hecho nido en las casonas de familias hidalgas; esperaban la llegada de las primeras notas musicales de los africanos del Patía para componer bambucos.