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¿Y ahora qué?

Cuando hayamos aprendido a convivir con el coronavirus y seamos expertos en su manejo -tiempo que nos llevará meses, o años- la población mundial habrá aumentado.

14 de abril de 2020 Por: Alberto Silva

Cuando hayamos aprendido a convivir con el coronavirus y seamos expertos en su manejo -tiempo que nos llevará meses, o años- la población mundial habrá aumentado en mil o dos mil millones de seres humanos que nuestros descendientes tendrán que alimentar.

En la escala de las naciones, en cuanto a su desarrollo y cultura, las que más pronto se adapten a la convivencia con el virus serán aquellas más organizadas como Estado y más anímicas culturalmente. Si lo anterior se midiera con medallería, seguro Colombia ya llevaría varias de oro, basta con mirar al vecindario que tenemos. Lo que sucede en Venezuela, Panamá, Ecuador y Perú, es para sentarse a llorar. Para el caso de haberse mitigado la pandemia, a Colombia le corresponderá una parte de la tajada de alimentos que han de producirse para nutrir a una población con altos índices de pobreza, si no se toman medidas para su control. En otras palabras, ¿tocará alimentar a más pobres crónicamente desnutridos que a colombianos en condiciones fisiológicas normales? La tendencia será con los primeros.

Por fortuna el país posee herramientas para solucionar este entuerto: entre ellas, permitir que nos alcance la economía en el campo agropecuario y tomar acciones drásticas en el control de la natalidad. Para la primera el país se encuentra dotado con tierras, topografías, climas y campesinos a la carta, aunque estos últimos con orfandad en tecnología. Para la segunda es decir para el control de la natalidad, estamos mal por la desaforada producción de niños resultantes de extrema pobreza alimentaria y cultural. Una consecuencia de la otra, auspiciadas por ideas religiosas caducas en todos los continentes.

Epidemias han existido en todas partes de este planeta, en diferentes proporciones. ¿Qué tal las que soportaron los indígenas de América a la llegada de los europeos en la conquista que ocasionaron catástrofes poblacionales y desastres culturales inenarrables ahora? Sin medicina curativa ni preventiva, con carencia casi absoluta de medios de comunicación, cuando hubo intercambio a discreción de gérmenes patógenos entre europeos, indígenas y africanos de allá para acá y de aquí para allá. Y aun así pervivimos.

Ahora el asunto es parecido, con la ventaja de contar con un Estado mal que bien. Pero con un presidente de alto rango administrativo como lo está demostrando en esta emergencia. Qué saludable sentirnos gobernados por un personaje como el presidente Iván Duque en momentos tan cruciales para la patria cuando el destino nos reta, y de qué manera. Qué reconfortante es saber que sus malquerientes lo ven gobernar, por la televisión con estilo democrático, alto conocimiento de los temas dando amplia participación a los funcionarios técnicos especializados. Todas estas noches asistimos a talleres televisivos de incomparables resultados sobre una comunidad angustiada. Es el eficiente capitán de una nave en emergencia al cual todos los tripulantes debemos arropar. ¿Qué hay por hacer, Presidente? Díganos por favor, que debemos mirar hacia donde se encuentra el inestimable bien de la nación fuente del alimento con que nos alimentamos en este confinamiento: el campo colombiano.

En el ranking de las naciones productoras de bienes agrícolas en Latinoamérica, Colombia está atrasada. Hemos sido lerdos en implantar la tecnología. El campesinado si bien produce alimentos, pero no tiene conciencia de los valores alimenticios y económicos que manejan con sus productos. Ahora en esta emergencia con la abundante información que están pasando por los medios, se conocen las características especiales que tienen la fruticultura, los granos, y otros elementos más en la calidad fisiológica que debe tener la población para desarrollar su sistema inmunológico.