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Matriarcado guerrero

Es lamentable que hechos como este no hayan sido considerados por la Historia Nacional para ser exaltados como lo harían otras naciones si hubiere sido en ellas el lugar donde ocurrieron.

1 de septiembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Veinte días después de la batalla de Boyacá, el gobernador realista de la Provincia de Popayán, Pedro Domínguez, se encontraba de visita oficial al devastado valle geográfico del río Cauca. Había llegado hasta Buga donde percibió el ambiente enrarecido con las noticias que llegaron de Santafé, y despavorido emprendió su regreso inmediato a Popayán con 80 húsares españoles, fuertemente armados que le acompañaban.

El teniente coronel patriota Juan María Álvarez, quien se encontraba emplazado como guerrilla en los montes de Santa Bárbara, una hacienda contigua a Palmira, les salió al paso con un cuerpo de tropa de 150 combatientes entre los cuales había más de 30 mujeres, para evitar su fuga a Popayán. El encuentro se dio el 2 de septiembre en El Guanábano, lugar situado en el extenso Cantón de Caloto. El resultado fue contundente. Los soldados y en especial las mujeres dieron cuenta hasta del último realista. Todos perecieron. Era la época donde los españoles izaban la bandera negra, sinónimo de guerra a muerte para no dejar vivos ni tomar prisioneros, gesto al que respondían los patriotas con bandera del mismo color.

El historiador vallecaucano, Willian Mallama, encontró en el archivo histórico de Cali, en la correspondencia de 1819 del comandante patriota de las tropas republicanas en la batalla de San Juanito, Joaquín Ricaurte, la relación de gran parte de aquellas valientes mujeres de poblaciones como, Palmira, Guacarí, Tuluá entre otras, quienes integraron ese cuerpo de combate. Estas fueron organizadas por María Antonia Ruiz, quien había perdido a su hijo José Antonio Aguilar asesinado de manos de los españoles. Todas ellas se pusieron a disposición de Juan María Álvarez para dar el asalto. Se encontraban hastiadas por las depravaciones de los realistas que se habían ensañado con la población de Palmira durante la Reconquista española, asesinando a sus hijos y fusilando a damas como Dorotea Castro y a su esclava María Josefa Costa en la plaza principal. Aquellas mujeres combatieron contra esa unidad muy bien armada de húsares, que acompañaban al gobernador español de la Provincia de Popayán.

Algunos nombres encontrados de este singular cuerpo de ejército patriota, caso único en toda la contienda de la liberación de las colonias en América, son: María Gregoria Manrique, María Cáceres, María Ángela Avenía, Margarita Hoyos, Rita Molina Rendón, Tomasa Cobo de la Flor, Manuela Balcázar, Margarita Barona de Cabal y Margarita Escobar.

Como lo afirma la Academia de Historia de Palmira, “el combate de El Guanábano fue decisivo porque fue el preludio del fin de la dominación española en el territorio vallecaucano. Se completó al final del mes con la batalla de San Juanito en Buga. También reviste importancia la participación de los campesinos vallecaucanos, los cuales formaron guerrillas y milicias para resistir el Régimen del Terror y dar las batallas finales de la Independencia regional”.

Es lamentable que hechos como este no hayan sido considerados por la Historia Nacional para ser exaltados como lo harían otras naciones si hubiere sido en ellas el lugar donde ocurrieron. Ahora cuando se ha de reiniciar la cátedra de Historia Patria en toda la institución docente del país, no se debe perder la oportunidad de reivindicar estos acontecimientos que han permanecido ocultos no se sabe por qué extraños designios a la juventud colombiana. Más aún cuando es la mujer la genitora de este hecho heroico y sublime para la historia nacional.

Por hechos muy inferiores al narrado aquí, en otras partes del país se ponderan regiones, personajes o actos civiles. Y hasta se los ha llevado al bronce. En la exaltación de lo propio nunca es tarde y siempre será vigente, como es el caso de este matriarcado guerrero palmirano que aportó tanto a la libertad.