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Los árboles

Por fin un alcalde le puso el cascabel al gato. Era imperativo...

21 de agosto de 2010 Por: Alberto Silva

Por fin un alcalde le puso el cascabel al gato. Era imperativo que la máxima autoridad de la ciudad de Cali cuestionara la insana costumbre de las autoridades ambientales y paisajísticas de la ciudad y del Departamento, consistente en sembrar plantas y árboles de manera indiscriminada sin ningún criterio agronómico, técnico, ni de respeto por el ámbito nativo. En buena hora lo ha hecho y esa gestión debe apoyarse de manera contundente.No es posible seguir con la permisividad para que cualquier parroquiano siembre lo que se le ocurra, sin medir las consecuencias que pueda acarrear el hacerlo en cualquier sitio y, más aún, cuando lo hace a instancias de las mismas autoridades ambientales. Debemos oponernos y denunciar actos como la siembra de un samán a dos metros de distancia de un monumento -que no tiene nombre- como el situado en la bifurcación de la Avenida Colombia, hacia el antiguo puente de los Bomberos, enseguida del monumento a Benjamín Herrera. Allí algunos insensatos -no se sabe si de la CVC, el Dagma o cualquier otra entidad de Parques y Ornato- sembraron el samán junto con un guanábano tan cercanos al monumento y a la avenida que parece obra de locos. Menos mal que los pequeños árboles están todavía jóvenes y pueden trasplantarse a otro sitio, porque de lo contrario, en unos años, cuando estén adultos, se cargarán al hombro el anónimo monumento.Muchas incongruencias practicamos en el entorno natural. Sin embargo, ya es tiempo de no permitir la siembra de más árboles foráneos que no cumplen con ningún propósito económico ni ambiental propio de la región, como por ejemplo el caso de las araucarias, indudablemente bellos árboles australes que no producen frutos como alimento para nuestras aves y que chillan al lado de los árboles tropicales nativos. Además no les permiten construir sus nidos, porque su misma estructura no le deja al ave nativa por más acrobática que sea, fabricarlo, a riesgo de perder la vida en el intento. Para dramatizar un poco, lo de las araucarias en tierra tropical como Cali, es algo así como sembrar palmas de coco en la sabana de Bogotá.En la ciudad existen incongruencias a montón: en la Autopista Simón Bolívar algunos metros antes del cruce para tomar el puente elevado sobre el río Lili en la salida a Jamundí, una barrera de swinglia sobre la margen izquierda de la vía no le permite al transeúnte ver el hermoso parque que hay en su interior. Esto reclama a gritos la tala y erradicación de esa especie en aquel lugar. Estamos en mora de hacer cumplir el ordenamiento ecológico en nuestros campos y ciudades. Ese ordenamiento existe por disposiciones municipales o departamentales, pero debemos ponerlos en ejecución. Hay resoluciones en la CVC que ordenan la siembra de árboles en las márgenes del río Cauca y sus afluentes, pero esto no se cumple y no parece haber voluntad de hacerlo. Sería bueno conocer de la entidad las razones por las cuáles los propietarios de los predios de las márgenes de los ríos no cumplen con esos mandatos.En buena hora por fin el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, da el ejemplo de reclamar ordenamiento en esto de las siembras de árboles al interior de la ciudad. De igual manera debiera hacerse a nivel departamental, ahora que por fortuna tenemos un gobernador con vocación agrícola, el ingeniero agrónomo Francisco Lourido a quien no habrá necesidad de requerirle medidas de carácter ecológicas, medioambientales ni de compensación a la naturaleza por tener los elementos indispensables de su profesión, que nos garantizan el bienestar paisajístico y equilibrio ambiental que merecemos.