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Ese día llegará

Dentro de 40 años, cuando se dé al servicio la autopista bimodal que se proyecta entre el Pacífico y la Orinoquia -en los confines de los Llanos Orientales- los visitantes al salir por el último túnel en el piedemonte cordillerano que desemboca al Valle del Cauca, quedarán pasmados.

18 de agosto de 2020 Por: Alberto Silva

Dentro de 40 años, cuando se dé al servicio la autopista bimodal que se proyecta entre el Pacífico y la Orinoquia -en los confines de los Llanos Orientales- los visitantes al salir por el último túnel en el piedemonte cordillerano que desemboca al Valle del Cauca, quedarán pasmados ante el maravilloso espectáculo a su vista; permanecerán en estado de conmoción por un buen rato.

Aquellos viajeros, contemporáneos de los biznietos de Enrique Álvarez Quelquejeu, quien hizo hace pocos días una descripción exacta de la duración del proyecto en nuestro país, en caso de viajar acompañados por un experto en turismo, este comenzará por decirles que la planicie espléndidamente cultivada que aprecian en ese instante era durante la Conquista una inmensa selva virgen impenetrable, con todas sus riquezas faunísticas y vegetales como lo fueron también las naciones más desarrolladas del mundo en su momento. Les recordará la Mesopotamia en los tiempos bíblicos, la selva Negra de Alemania, las frondas de la selva inglesa que recibieron a las legiones romanas y las selvas de Norteamérica; todas ellas fueron derribadas en ofrenda al bien o mal desarrollo industrial moderno.

Ahora todo el mundo chorrea la baba al ver por televisión el vendaval de cultivos agrícolas en las transmisiones ciclísticas de Europa. Cultivos sembrados donde antes existían selvas nativas. Por eso a los visitantes de nuestro cuento, una vez hayan vuelto en sí, el guía turístico correrá a informarles sobre el caso particular del valle geográfico del río Cauca, para que no piensen luego bobadas. Les dirá que están entrando al municipio de Palmira, la Capital Agrícola de Colombia no sólo por tal vocación, sino por ser un centro nacional de cultura agropecuaria, allí están: la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional, la más importante del país junto con seis universidades más e instituciones como el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat, que hace investigación para mejorar la productividad agrícola y el manejo de los recursos naturales en los países tropicales del mundo. También el Instituto Colombiano de Investigaciones Agropecuarias, ICA, y Corpoica.

En seguida les mostrará a Palmira, la Ciudad de las Palmas, con su aeropuerto internacional Alfonso Bonilla Aragón, el segundo en importancia del país, el cuál le presta sus servicios a la ciudad de Cali. Les impactará la cantidad de palmas que orlan la ciudad que les dan su nombre. Escogida antes de Cristo como centro ceremonial de los ancestros aborígenes en el sitio de Malagana, cuya esplendorosa muestra de su cultura la guardan con especial esmero en el Museo Arqueológico de la ciudad.

De igual manera les informará que la idea de abrir la autopista se pensó por vez primera hace cien años, cuando aún no había llegado el ferrocarril; el Concejo de la ciudad comisionó a los concejales José María Silva Ríos y Francisco Guzmán, diestros de recia andadura por esas montañas y páramos de la Cordillera Central, para encabezar una expedición que la trasmontara a pie y determinar el trazado que llevaría la vía. Y lo hicieron sin helicópteros, equipos técnicos de ingeniería ni de internet. Y regresaron por la misma trocha. Esos ilusos nunca soñaron que su proyecto duraría ciento cuarenta años en realizarse.

Los viajeros al tomar rumbo al puerto de Buenaventura en el Pacífico, el más importante del país, y dejar atrás las últimas palmeras de la Ciudad de las Palmas, pasarán por el monumental estadio Palmaseca del Deportivo Cali y escucharán del guía turístico las palabras del historiador Mario Carvajal: “Tal vez ninguna de las ciudades del Valle del Cauca sea más directa y pura expresión de su medio que Palmira. Sin nombre humano de fundador; constituye fundación natural de su propio paisaje”.