El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El gran vivero

En el empeño por facilitar a los colombianos el conocimiento de la espectacular transformación de la cuenca hidrográfica del río Cauca, desde la Conquista española hasta hoy, podemos decir que aparte de la agresión étnica que conllevaba, fue también un impresionante intercambio de productos agropecuarios y mineros que rebasó cualquier tipo de consideración

10 de diciembre de 2017 Por: Alberto Silva

En el empeño por facilitar a los colombianos el conocimiento de la espectacular transformación de la cuenca hidrográfica del río Cauca, desde la Conquista española hasta hoy, podemos decir que aparte de la agresión étnica que conllevaba, fue también un impresionante intercambio de productos agropecuarios y mineros que rebasó cualquier tipo de consideración. Y como el protagonismo de la región en los tres primeros siglos “fue ignorada con ignorancia” por los historiadores en aquellas épocas, pues ahí les va parte de lo sucedido por acá.

Desde el comienzo, la planicie vallecaucana y sus dos cordilleras, partes fundamentales de la cuenca, comenzaron a despojarse de su cobertura boscosa. Así lo habían hecho todas las civilizaciones más avanzadas del mundo: ¡todas! Que levante la mano quien no lo crea. Por supuesto en las profundidades de aquellas épocas, igual que en la planicie vallecaucana y en el resto del Nuevo Reino de Granada durante la Colonia, no se conocían los términos: biodiversidad ni desarrollo sostenible.

Entonces comenzó el primer paso trascendental: la traída por cuenta de Sebastián de Belalcázar de los dos pilares fundamentales donde se sustentaría el desarrollo económico de la Cuenca del río Cauca: la ganadería y la caña de azúcar, que llegaron al unísono desde las Antillas del Caribe por entre el mar y las selvas de Panamá y Buenaventura. Y no fue gratis. No alcanzaría este papel para reseñar las penurias de semejante travesía.

Cuando se quiera dimensionar el inmenso espacio de tiempo que abarca el correspondiente a los tres siglos de la Colonia, debemos retrotraernos al primer siglo que cada uno de nosotros vive hoy en éste preciso momento, con la seguridad de que muy pocos de los lectores de este artículo han completado cien años de edad todavía. De esta manera podemos comprender, cuántas cosas pueden ocurrir en un siglo. ¿Qué pudo entonces suceder en tres?

En esa se la pasaron las seis o siete generaciones consumidas en los tres primeros siglos del Eje colonial del río Cauca. La sola aclimatación de los ganados de diferentes razas ibéricas traídas por Buenaventura y aclimatadas a lo largo y ancho del valle geográfico del río Cauca, requirieron su adaptación de muchos años para soportar la agresión de los parásitos internos y externos como los hematozoarios: piroplasmas, babesias y anaplasmas mortales, transmitidos por garrapatas endémicas.
A tanto llegaría su tesón que los colonos del Eje colonial, en esos 300 años, llegaron a desarrollar dos razas bovinas nativas: el Hartón del Valle y el Blanco Orejinegro BON, resistentes a este agresivo entorno, con las cuales, surtieron de carne a los colonos del antiguo Caldas, durante el desarrollo del Eje cafetero.

Los pastos que ofrecieron a la ganadería no eran ‘pastos naturales’, como se ha dicho erróneamente por quienes han tratado siempre de minimizar el trabajo de los pioneros del Eje colonial del río Cauca. Esto era selva cerrada y había que desbrozarla primero para luego sembrar los pastos en proceso de siglos. Fueron traídos especialmente de África en los bajeles con los esclavos, de ahí sus nombres de origen de aquel continente: Kikuyo, Yaraguá, Pangola, Guinea, India, Puntero, etc. que fueron esparciéndose lentamente al compás de las necesidades de carne vacuna para la población humana. Y como faltaban cientos de años para que aparecieran los matamalezas, abonos y químicos para su siembra y cultivo, pues es de imaginarse el cuidado artesanal de los potreros que eran desmalezados manualmente con barretones y cuidados como un tesoro.

Interminable la infinidad de gestiones de los ancestros para poder mostrar al país, el Occidente de la nación tal y como lo vemos ahora. Pero las hicieron y su tarea produce asombro. Y hay mucho más.