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Déficit monumental

En lugar de proponer sin razón sensata el cambio de lugar al monumento de Sebastián de Belalcázar, el Concejo de Santiago de Cali y la Asamblea Departamental del Valle deben dedicar su valioso tiempo en pensar mejores propuestas.

13 de octubre de 2020 Por: Alberto Silva

En lugar de proponer sin razón sensata el cambio de lugar al monumento de Sebastián de Belalcázar, el Concejo de Santiago de Cali y la Asamblea Departamental del Valle deben dedicar su valioso tiempo en pensar mejores propuestas.

Si desean rendir homenaje a la sangre aborigen, pues ahí tienen para erigir el monumento a la cultura Malagana. No requiere mucho esfuerzo pensar donde levantarlo: en Palmira. Con un solo debate bastaría. Allí fue el asombroso hallazgo y el mayor saqueo arqueológico indígena de que se tenga noticia en Colombia.

Y si de honrar a la sangre española se trata, pues ahí está la Plaza de Cayzedo de Cali, con el prócer Joaquín de Cayzedo y Cuero, primer mártir de la Independencia, fusilado en Pasto junto a otros once vallecaucanos más el 26 de enero de 1813. ¿Serán suficientes esos mártires caleños? Sin contar con los otros 24 ejecutados durante el Régimen del Terror en el resto del Valle del Cauca. Bastaría con enlucir la Plaza y hacer valer allí, con la estrictez de la autoridad, los preceptos de patriotismo, respeto, urbanidad e higiene.

Para no dejar excluida a la negritud, que ahora reclama su sitio en la Independencia, pues ahí están Juan Cancio, artillero negro muerto en la primera batalla en el Bajo Palacé y la esclava negra María Josefa Costa, fusilada en Palmira en la reconquista española.

Y como no ha de ser todo para la capital, quedaría cupo para levantar otros monumentos a la heroicidad de las siete mujeres vallecaucanas fusiladas durante el conflicto independentista. Se levantarían en sus tierras nativas: en Quilichao, a Rafaela Denis inmolada el 14 de diciembre de 1814. En la ciudad de Toro a Carlota Rengifo y a Dorotea Lenis fusiladas el 5 de febrero de 1815. A otras dos heroínas, Dorotea Castro y su esclava María Josefa Costa, quienes lo fueron en Palmira en la mañana del 19 de septiembre de 1817 y a María del Carmen Olano quien sufrió también el martirio en Quilichao el 2 de febrero, mientras que en Caloto (valle geográfico del río Cauca) el homenaje sería para Bárbara Montes quien recibió la descarga de fusilería el 27 de septiembre del mismo año. Todas ellas comprometidas con la causa de la Independencia cumplían labores de inteligencia, albergue y suministro de armas para los patriotas. Evitarían así cumplir con otro despropósito que ya están planeando como es el de construir una plazoleta en otro espacio de la capital vallecaucana para arrumar ahí todos los monumentos de la ciudad disque con fines turísticos, para no ir a ofender a los racistas. Más bien ocupen ese lugar -que ya tendrán escogido- para levantar el monumento a los 10 mártires caleños fusilados en Cali durante la Reconquista española a partir del 24 de septiembre de 1816: Manuel Santiago Vallecilla junto con Buenaventura Barona, Silvestre Chatré, Nicolás Morales, Vicente Segundo Pisa, José María Herrera, Manuel Joaquín Fajardo, Narciso Quiñones, Francisco Barrera y Marino Velazco.

Recuerden que para la erección de estos monumentos no requerimos la aprobación de Bogotá ni la venia de ninguna otra entidad oficial -ni más faltaba- distinta de la Gobernación del Valle del Cauca, la Academia de Historia del Valle del Cauca y las municipalidades respectivas porque los protagonistas de los hechos que se significan en ellos pertenecen a esta tierra y son innegables sus méritos y heroicidades.

Hay más pretextos (batallas, actas y documentos) para honrar y exaltar a otros personajes ilustres y actividades destacadas de la región, como en la industria, la literatura, la música, la agricultura, la ingeniería, la ciencia, el deporte y el cine vallecaucanos que son ejemplo para el resto de los colombianos.