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Avestruces taurinas

Los mismos actores de la fiesta brava, quieren acabar con ella. Así...

19 de noviembre de 2011 Por: Alberto Silva

Los mismos actores de la fiesta brava, quieren acabar con ella. Así lo demuestran día a día al no querer escuchar el clamor mundial que desde hace muchos años pide la humanización de uno de los más bellos espectáculos, como son las corridas de toros. Los ‘actores’ de la fiesta brava en el mundo, a quienes en adelante les llamaremos así, son bien conocidos: empresarios, toreros, ganaderos, apoderados, aficionados y todo el andamiaje humano de los toros.¿Quién puede discutir el espectáculo del toro bravo en su salida al ruedo? Qué esplendor de animal, encampanado en la arena, y qué estética, valor y colorido en el encuentro con el torero en el primer lance de capote. Pero hasta ahí. Porque el espectáculo toma otro rumbo en lo que sigue del curso de la lidia, hasta el final en el arrastre, con los despojos sanguinolentos de un toro sin orejas hecho un guiñapo. La juventud del Siglo XXI no está adaptada para esto, ni se va adaptar, porque la cultura moderna corre en sentido contrario. Y lo cruel es que los ‘actores’ de la fiesta brava van a necesitar de la juventud de este siglo para lo más importante: pagar las boletas para llenar los tendidos que vamos dejando vacíos los del siglo pasado. Así de sencillo: ‘marketing’. Y si no se cuenta con el consentimiento de la juventud, la fiesta brava se acaba.Los ‘actores’ conocen de esta situación, pero esconden la cabeza como el avestruz. Le tienen pavor al cambio. Mientras tanto los antitaurinos obcecados por hacer valer sus tesis humanistas, piden la abolición de las corridas aún a ciencia y conciencia de que con esa determinación extinguirían una de las razas bovinas que dicen defender.La acción más correcta y sensata de los bandos en disputa es la modificación a la fiesta brava, donde se eliminen las causas que están dando al traste con la profesión de toreros, las ganaderías, empresas, la afición y todo el andamiaje e infraestructuras montados para hacer espectáculos taurinos en Colombia. Una modificación donde se elimine la sangre y la flagelación y se cambien con técnicas que serán fácilmente asimiladas y aceptadas por la juventud.La fiesta brava es un espectáculo excepcionalmente bello. Tiene colorido, música, vestuario, diseño, canto, baile, léxico, estilo, valor, rito, ganadería, pintura, literatura, doma equina y una conjunción de elementos que le dan un valor especial que ninguna nación, región o cultura, pueden echar por la borda así como así. Y eso precisamente hacen los ‘actores’ y los antitaurinos, al dejar en manos del Congreso de la República la determinación de su vida o muerte.Si se diere por aceptar la modificación de la fiesta brava, esta la deben hacer los ‘actores’ y no el Congreso de la República, ese no es su oficio. Así como existen los gremios de industriales, agricultores, comerciantes, universidades, arquitectos y demás, a quienes el Estado no les diseñó sus estatutos, de igual manera debe existir el de los ‘actores’ taurinos, quienes deben darse sus propios estatutos y rediseñar su fiesta brava como cualquier espectáculo que se respete, como el fútbol por ejemplo. Lógicamente ceñidos a las normas que nos da la Constitución de Colombia.Mientras tanto deben darse gestos y señales de acercamiento por parte de los contendientes -¿será esta la frase?- para significar actitud de cambio. Por ejemplo: por parte de los ‘actores’, a cambio de defender lo indefendible, modificar el tercio de la pica, o el de las banderillas, o la suerte de matar. Y por parte de los antitaurinos, cambiar su actitud y la vestimenta de lanzapapas en manifestación callejera, que nada les favorece.