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Depresión

Porfirio Barba Jacob fue el seudónimo que casi siempre utilizó Miguel Ángel...

26 de marzo de 2014 Por: Alberto José Holguín

Porfirio Barba Jacob fue el seudónimo que casi siempre utilizó Miguel Ángel Osorio, quien nació en Santa Rosa de Osos en 1883 y murió en Ciudad de México en 1942. Desde muy niño fue un trotamundos, desadaptado, belicoso, rebelde, que a veces se sentía eufórico, para caer poco después en tremendas depresiones. Pero fue un genio, una de las principales figuras de la literatura hispanoamericana. Llegó a pensar hasta en el conformismo de la muerte, cuando habla de ella en los últimos cuatro versos de ‘La Canción de la Vida Profunda’, el más famoso de sus poemas. “Más hay también, Oh Tierra, un día… un día… un día…/ En que levamos anclas para jamás volver... / Un día en que discurren vientos ineluctables… / un día en que ya nada nos puede detener”.En 28 renglones Barba Jacob hace un recorrido por los distintos momentos de la vida, iniciando por ser tan móvil como “las leves briznas al viento y al azar”, pasando luego “Porque somos tan fértiles como en abril el campo que tiembla de pasión,” pero después se va a los días “sórdidos en que la noche nos sorprende con sus profusas lámparas en rútiles monedas tasando en bien y el mal.” Viene enseguida “la placidez que da un trino, un monte, un pájaro que cruza y hasta el hecho de que las propias penas nos hagan sonreír”. En la redondez de un fruto, el autor se estremece a pesar de los momentos lúbricos que acaba de pasar. Y llega entonces la estrofa máxima, la de la depresión, que copio entera para darme gusto: “Y hay días en que somos tan lúgubres tan lúgubres, / como en las noches lúgubres el llanto del pinar / El alma gime entonces bajo el dolor del mundo / y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar”.‘La Canción de la Vida Profunda’ encierra una filosofía que embelesa. Especialmente cuando se pasa por momentos que te dan tranquilidad y paz, para convertirse poco después en desidia, tristeza, indiferencia, sombras. Aunque es común que la gente tenga estos altibajos emocionales o depresivos, o como se les quiera llamar, los psiquiatras dicen que hay que ponerles mucha atención porque al estar en la mente se vuelven más difíciles de comprender y mucho más difíciles de tratar, causados a veces por cosas serias como una enfermedad grave o un serio problema económico; y otras por cuestiones baladíes que existen más en la imaginación que en la realidad.A mi personalmente me deprimió mucho la convalecencia de una cirugía grave a la que fui sometido a mediados del año y que ya tengo casi superada. Como ejemplo les cuento que me sentí a gatas para escribir mi columna del 12 de este mes. Hice una buena introducción que habría servido para desarrollar un tema interesante. Pero me empantané buscando perfeccionismo y datos exactos. Total, ese día nada funcionó. Entre más escribía peor quedaba. Ya tarde decidí hablar con el periódico y, de común acuerdo, resolvimos no publicar ese día mi columna. Fue la mejor decisión, aunque me dolió pues por primera vez en once años no envié mi columna. Siquiera, porque lo que había escrito era un verdadero ladrillo.La psiquiatría es la ciencia de las enfermedades mentales y siendo un asunto tan complejo y habiendo tantos buenos especialistas en la materia, lo mejor es no meternos en honduras tratando de llegar sin ninguna autoridad a conclusiones sobre temas tan complicados.