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Rankinmania

Nos asaltan de nuevo malos pensamientos, porque la mayoría de las instituciones están en los países más ricos, donde se han creado muchos de los centros que hacen clasificaciones de países. Pero además es mucho lo que se mide con opiniones.

6 de enero de 2022 Por: Alberto Castro Zawadsky

Podría decirse, que entre las obsesiones sociales, es esta la más universal. No queda ya nada en este mundo que no esté clasificado. No hay nada ni nadie que no tenga su lugar en algún ‘ranking’. Profesionales, empresas, universidades, municipios y una larguísima lista adicional, viven obcecados por cuál es el lugar que ocupan en alguna de las muchas clasificaciones que los mercaderes de los ‘ranking’ se han inventado con importante contribución a la generación de empleo.

Todo el que se ve lanzado a la angustiosa situación de desempleo después de haber ocupado algún cargo importante, se inventa un instituto, centro, ‘think tank’, o fundación que recoge información y decide medir algo, publicando el consecuente ‘ranking’. Es muy conocida la guerra publicitaria de hospitales, universidades y empresas, cada una publicando su aventajado puesto en alguno.

Hay de todos los estilos, colores y sabores. Para todos los gustos. Hay muchos serios e importantes, y que realmente dicen mucho. Pero también hay maquinarias aceitadas por el universal lubricante, el dinero.
Se contacta al aspirante y se pide una contribución, inscripción o donación para que la organización entre a ser estudiada. Claro, hay que evaluar muchas variables, eso cuesta un dinero y alguien tiene que pagarlo. ¿Podría haber alguna correlación entre el dinero pagado y el puesto obtenido? Alejemos esos malos pensamientos, pero sí sería buena práctica que todo el que publica su puesto en una clasificación, publique también cuánto le costó.

Un sector muy importante, que influye marcadamente en la psiquis de las sociedades, está formado por los rankings de los países. Nos asaltan de nuevo malos pensamientos, porque la mayoría de las instituciones están en los países más ricos, donde se han creado muchos de los centros que hacen clasificaciones de países. Pero además es mucho lo que se mide con opiniones.

En Colombia por ejemplo nos rasgamos las ruanas con nuestro puesto en corrupción. Medido por el número de artículos que se publican sobre corrupción. Y la cifra es la suma de todos los números que aparecen en las publicaciones. Difícil imaginarse una forma más imprecisa y subjetiva para encontrar la realidad de la corrupción. Y, sin embargo, hay que ver las desgarradoras lamentaciones que se arman con esa información.
Similar situación ocurre con muchos índices en los que nuestro puesto, resulta apabullante. Sin mencionar que muchos son originados y luego usados con una evidente carga ideológica y política, o que muchos, como los de salud, son medidos por los propios gobiernos.

Pero además hay un dato elemental con nuestro ‘puesto’. Montserrat tiene 4.996 habitantes, y clasifica como ‘país’. Hay 65 países con menos de un millón de habitantes. ¿A quién se le ocurre que un ‘ranking’ es válido cuando uno se compara con una islita de 5000? Pues increíblemente… a todos. Países con los que nos podríamos comparar deberían ser los que tengan entre 25 y 100 millones y de esos no hay sino 40. Y eso considerando solo la variable población.

La próxima vez que se oiga emitiendo gemidos por la terrible posición en que está Colombia en algo… piense, investigue y procure entender el contexto.

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