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No pagar

Si Colombia aspira tener un sistema de salud decente o más aún, una economía y Estado que funcionen, es indispensable acabar con la tolerancia al no pago.

16 de septiembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Es uno de los rasgos culturales que caracteriza al subdesarrollo. No se pagan las multas, los impuestos, los arriendos, los préstamos... y no pasa nada. El deudor se suele rodear de abogados que lo adornan con toda clase de derechos y, yéndole mal, recibe una palmadita.

El demoledor video de Bruno Díaz, acongojado por la muerte de su hijo, centra el drama en el no pago, desencadenante de la tragedia. No ahorra improperios contra el senador Gustavo Bolívar, confirmando lo que tantos sospechan: no parece ser una persona correcta y menos decente, como lo anunciaba en grandes vallas electorales.

Ejecutar un contrato, incurriendo en gastos importantes, para entregar una obra o prestar un servicio de calidad, y luego tener que perseguir al contratante, quien recibió el beneficio, porque se niega a pagar, produce una indignación inmarcesible.

Bruno transmite el inmenso dolor que significa perder un hijo y destaca con crudeza la ira que genera el engaño de quien no paga un contrato cumplido.

Aspiro que lo hayan visto los demás padres de la patria, magistrados y funcionarios. Les sería muy instructivo dedicarle un tiempo a entender lo que vienen sintiendo a diario y desde hace muchos años los cientos de prestadores del sistema de salud en Colombia. Allí el no pago es “parte de la cultura”, con la que “hay que aprender a vivir”.

Médicos trabajando durante meses, prestando sus servicios con dedicación, sacrificio y enormes esfuerzos, que ven pasar los años. Y no les pagan. Clínicas y hospitales, que se endeudan para comprar insumos, pagar personal y prestar los servicios contratados con las EPS. Y no les pagan.

Hablar de cuántos son los billones de pesos que se les debe a los prestadores públicos y privados, perdió el sentido en Colombia. No ha servido para nada. Quienes tienen en sus manos el poder para resolver esta situación tan inaudita, se pasan interminablemente la pelota.

Demandar no tiene mayor valor. Después de años de arrastrar un proceso, el juez ordena el pago de servicios legítimamente prestados y soportados con facturas e historias clínicas. Y no pagan. Los gerentes reciben tres días de cárcel (léase casa) cuando incumplen la orden. Y no pasa nada. Siguen sin pagar. Cuando las cuentas se acercan a la década, los médicos asumen que trabajaron gratis, como en otras épocas y las empresas ajustan sus balances borrando carteras irrecuperables.

Es el diseño ideal para promover la corrupción. Se paga para obtener contratos y luego viene la comisión para que los paguen. Obviamente la ejecución del contrato tiene que ser también tramposa, para poder repartir los respectivos porcentajes.

Quienes no ‘comprenden’ el sistema, languidecen en medio de abogados que dilatan los procesos sin fin. Eventualmente algunas EPS terminan intervenidas con lo que se debe proceder a enterrar cualquier esperanza. No queda sino seguir apretando el cinturón mientras se conocen los desproporcionados sueldos y prebendas de directivos, que fueron tan diligentes en llevar sus entidades al desastre.

Si Colombia aspira tener un sistema de salud decente o más aún, una economía y Estado que funcionen, es indispensable acabar con la tolerancia al no pago.

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