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Las pantallas

Si se logra enseñar a usar bien ‘las pantallas’ se logrará que cada vez menos sean dominadas por la superficialidad y las bobadas

12 de agosto de 2021 Por: Vicky Perea García

Es de alto nivel intelectual dogmatizar sobre los efectos nocivos de las pantallas.

Por un lado están los ojos. Con qué facilidad se disemina el mito de los perniciosos rayos que salen de las pantallas y dañan nuestros ojos.

No hay ninguna evidencia científica y cientos de estudios demuestran lo contrario. De las pantallas sale luz que estimula nuestras retinas de la misma manera que lo hace un paisaje.

Lo único que está demostrado es que si los niños pasan muchas horas mirando objetos de cerca, pantallas o papeles, desarrollan o aumentan la miopía. Las abuelitas tenían razón. Pero la prevención es fácil y basta con dos horas de exposición al sol y juego al aire libre todos los días.

La preocupación mayor, personificada en el viral discurso del ministro francés de Finanzas es el daño mental de “les écrans”. Estimulante la erudición pero equivocada.

‘Las pantallas’ haciendo referencia al mundo digital y de internet, no son sino un medio. Son tan responsables de las tonterías, que con tanto éxito circulan, como lo fue la imprenta de las fotonovelas, los cómics y tantos otros impresos llenos de basura. Muchos de ellos, libros.

Así que el hecho de que un libro sea impreso no quiere decir que abre la inteligencia, estimula la imaginación y nos agrega como seres humanos. Depende del contenido. Igual que las pantallas. Se pueden usar para leer los más clásicos e inspiradores libros, o para pasarse el día viendo volteretas de gatos.

Es cierto que las redes están diseñadas para enganchar al usuario a ver las mismas necedades en forma repetitiva. Lo mismo podría decirse de un buen libro.

El escritor engancha con las primeras líneas y mete al lector en su mundo imaginado a través del hábil manejo del lenguaje. Un gran clásico estimula la mente de la misma forma, independiente de si se lee en un papel o en una pantalla.
De hecho, las pantallas tienen grandes ventajas: no se requiere luz especial, se puede graduar el contraste, el tamaño de la letra y la iluminación a gusto y necesidad del lector. El peso es mucho menor que un libro y no hay el problema del curvado en la unión de las páginas.

Es posible consultar el significado de palabras en forma instantánea y ampliar referencias a medida que se lee. Los libros son transportables, consultables, accesibles. Es posible leer en forma gratuita millones de títulos y se pueden comprar en instantes y a menor precio los autores recientes. Se subraya sin dañar y se extraen fragmentos con gran facilidad.

La añoranza del olor del papel y el ruido de las páginas es comparable a la de los coches de caballos. Más bien desconcierta que haya aún todavía ese afán por imprimir en papel, con todo el daño ecológico que implica, cuando todo se transmite tan fácil por vía digital.

La controversia está mal planteada y si sigue así, la razón tiene las de perder. El camino es estimular a los jóvenes para que usen los medios digitales todo lo que quieran. El esfuerzo no es contrarrestarlos sino educar para hacer ver que dan acceso al mundo del arte, de la literatura y la ciencia.

Si se logra enseñar a usar bien ‘las pantallas’ se logrará que cada vez menos sean dominadas por la superficialidad y las bobadas.

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