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El mito cubano

Una gran masa de cubanos no tienen acceso a comida, pasan hambre crónica y media vida se les va haciendo colas para conseguir las migajas que reparte el dadivoso régimen.

12 de enero de 2023 Por: Alberto Castro Zawadsky

Una de las estrategias para conseguir respaldo al modelo socialista en América Latina ha sido la construcción del elaborado mito cubano. La tesis central acepta la realidad de un pueblo que no tiene acceso a lo que se considera superfluo, pero al menos sí tienen salud, educación y dignidad.

Es cómico el malabarismo mental requerido para plantear semejante contradicción.

La justificación de todo el proceso revolucionario, de toda la violencia y las guerrillas, de todos los crímenes cuidadosamente envueltos en el celofán de la motivación política, es precisamente que el sistema de libre mercado, siempre genera pobres que no logran ingresos para una vida digna.

El abuso a los desposeídos justifica todas las acciones violentas contra los dueños del poder. ¿Cuál es el resultado a los 60 años del cruento rescate? Una gran masa de cubanos no tienen acceso a comida, pasan hambre crónica y media vida se les va haciendo colas para conseguir las migajas que reparte el dadivoso régimen.

Poquísimos tienen acceso a agua potable. La mayoría de los acueductos son un desastre y no cumplen normas mínimas. Vestirse es una gracia excepcional. Casi toda la población se envuelve en andrajos viejos, no hay tiendas donde renovar, no hay moda, y el recurso más usado es prestarse entre amigos y familiares las pocas piezas presentables.

La electricidad es un lujo de pocas horas al día o la semana, lo que arruina la preservación de los pocos alimentos que logran conseguir.

Transportarse es una odisea en la que se esperan horas para montarse en un remolque jalado por un tractor. Las diversiones son inexistentes y están reservadas para los turistas y los altos cuadros del partido. El acceso a información es miserable: muy pocos celulares, internet restringido y escaso, nada de canales internacionales de televisión.
Pero, ¡tienen salud!, exclaman con orgullo quienes consumen la estadística producida por el régimen y van de visita con argolla en la nariz, anteojeras y se atragantan con un menú cuidadosamente preparado. No es sino salirse del guión y ver la realidad, para enterarse de la desconcertante miseria de los hospitales y la falta absoluta de recursos.

Pero, ¡tienen educación!, ripostan las mentes más alineadas. Siendo verdad que matriculan y gradúan de algo a gran parte de la población, no es sino tomarse el trabajo de ver los recursos educativos y el nivel de lo que enseñan. Quienes han estado expuestos al absurdo de pretender mejorar salud con la importación de médicos cubanos, han podido comprobar que lo que traen es buena voluntad, ganas de volarse y una información muy básica, comparable a la del más elemental auxiliar de enfermería.

Entonces, ¿en realidad qué queda? Nada. Un mito que repiten habitualmente quienes aspiran a ser sátrapas abusadores en otro país.
Cuando algunos honestos ilusos, se estrellan con la realidad y lo admiten, son ultrajados y perseguidos, como gusanos traidores, que no quieren entender que la culpa del trágico fracaso, no la tiene las políticas equivocadas, la planeación central, la economía colectivista, la abolición de la propiedad y la libertad, la ausencia de democracia, el abuso del poder, la mentira oficial. La culpa es de los gringos.

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