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Bloqueos

Los bloqueos son criminales porque violan los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Incluyendo los que los apoyan.

14 de mayo de 2021 Por: Alberto Castro Zawadsky

La “doctrina política” que más ha penetrado mentes, en los últimos días, es la que presenta a los bloqueos como una forma legítima y pacífica de protesta.

Con el anodino argumento de que se trata de unos jóvenes tranquilos sentados al lado de unos palos que no le hacen daño a nadie, ha hecho carrera la tolerancia con los bloqueos.

La realidad es que los bloqueos son violentos y criminales. Son violentos porque, basta que un ciudadano corriente trate de pasar, para poner en evidencia que tan pacíficos son quienes lo mantienen. Y hay que ver la reacción tan civilizada cuando llega la Policía: piedras, bombas, quemas constituyen la culta respuesta.

Los bloqueos son criminales porque violan los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Incluyendo los que los apoyan. Si, ese inconforme padre, en diálisis, que alienta a su hijo para que salga a apoyar un bloqueo. Ese va a morir al igual que los 36.000 enfermos renales de Colombia porque la planta de Baxter no ha podido producir insumos esenciales.

También esa educadora que tanto entusiasmo le ha puesto a sus discursos antisistema y ahora ve las miradas hambrientas de los niños que no han recibido la leche que ha fluido a borbotones por las alcantarillas.

O el mensajero que pintaba pancartas, y no ha logrado tanquear su moto para trabajar y ahora no tiene nada para llevarle a su angustiada familia.

Los sitios de las ciudades tienen en la historia de la ignominia un pedestal reconocido de barbarie. En un acto de truculento malabarismo ideológico, el Alcalde de Cali y una larga lista de confundidos, han validado la más flagrante y cruel forma de violar masivamente los derechos humanos de toda una ciudad.

Nos quedan comercios, buses, estaciones, semáforos quemados y vandalizados, testigos mudos de un capítulo negro en la historia de Cali, en la que no fuimos capaces de distinguir entre inconformidad y violencia, entre marchas de protesta y vandalismo, entre pedir un cambio y destruir, entre exigir y atropellar a los demás.

Todo el que no haya sido claro y vertical en su rechazo a la violencia. Todo el que ha repetido la doctrina de la validez moral de “todas las formas de lucha”, debe cargar en su conciencia la responsabilidad de la miseria, pobreza y sufrimiento que van dejando estos nefastos 15 días.

Ojalá el resto del país haya aprendido que los bloqueos son criminales. Son una de las formas más perversas de violencia y no se deben tolerar.

Los alcaldes deben saber que toda marcha debe tener un principio y un fin, tanto en tiempo como en el espacio. Toda la violencia y destrucción que ocurra asociada a la marcha es responsabilidad de sus organizadores y participantes.

A los primeros se los debe judicializar y a sus organizaciones, hacerles pagar los daños e indemnizar a las víctimas. Los segundos deben saber que el resto de la sociedad les reconoce su responsabilidad.

No debemos seguir aceptando la farsa de las infiltraciones y las provocaciones. Aquí, y en muchas partes, está probado que es posible hacer grandes marchas sin un solo incidente.

Es inconcebible y ridículo el diseminado argumento que sostiene que la violencia ocurre por la presencia de la Policía.

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