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Autoridad

Quienes, desde cómodos sillones, defienden el vandalismo y critican con severidad la acción de la autoridad, son los primeros que lamentan su ausencia, cuando ocurre un enfrentamiento entre civiles

5 de agosto de 2021 Por: Alberto Castro Zawadsky

Desacreditar y deslegitimar la autoridad es el ingrediente que mezclado con destrucción lleva a la desmoralización social y eventualmente sumisión.

El daño moral que se le ha hecho a Cali es mucho más grave que el recuento de los daños materiales. La fórmula más probada para salir de la pobreza y reducir el desempleo es atraer talento y capital, para que generen prosperidad en un ambiente de seguridad. Y aquí el talento y las inversiones entraron en pánico y están saliendo espantados.

Nada de lo que se ha hecho y se sigue haciendo corresponde a un espontáneo ‘estallido social’. Siendo cierto que la pandemia empeoró la situación de un buen número de colombianos, cuando ocurre una ‘explosión’, consecuencia del hambre, los afectados no salen a tumbar semáforos y cámaras de seguridad. El Fiscal ha demostrado lo que todos somos capaces de observar: un plan sincronizado con objetivos específicos, que sigue una estrategia precisa, con logística compleja y costosa.

Inmovilizar a la Policía fue el eje central. Con bien planeadas campañas de medios y redes se la culpa de la violencia. Inventar desaparecidos, cantar “nos están matando”, y denunciar “asesinato” para el infortunado resultado una refriega violenta, va creando el ambiente de odio y rechazo que se busca. Con la autoridad inhabilitada, se puede proceder a implantar la kraterocracia, que ha azotado grandes sectores de Cali.

Quienes, desde cómodos sillones, defienden el vandalismo y critican con severidad la acción de la autoridad, son los primeros que lamentan su ausencia, cuando ocurre un enfrentamiento entre civiles. Les parece que incendiar bancos y comercios es expresión de ira popular incontenible, pero si llegan a quemar algo que aprecian, denuncian la ausencia culposa del ejército, sin el menor asomo de vergüenza.

Oscar Wilde les habría advertido que tengan cuidado con lo que desean.
Cuando falta la autoridad, todos sufren. Y como suele ocurrir con toda calamidad social, quienes llevan la peor parte son los más pobres. No han aparecido los ‘investigadores sociales’ a mostrar como a los habitantes del oriente de Cali, Siloé o Buenaventura, se les amargó la vida con el imperio de los ‘resistentes’. Y cómo los vecinos aplauden emocionados cuando la Policía regresa.

La prosperidad de un país está en relación directa con el respeto a la autoridad. ¿Qué Canadá y Suecia son pacíficos y ordenados? Levante la voz a un policía, y mida la rapidez con que termina enjaulado. De hecho, son los anhelados regímenes socialistas, reinos de inequidad, donde el respeto a la autoridad es absoluto.

Yo conocí el poder de la policía en la Unión Soviética, Cuba, China, Bulgaria. Uno sabe que tiene que ser en extremo sumiso y nadie, que aprecie su integridad y libertad, se atreve a lanzar una pluma a la policía. Hemos comprobado la efectividad de la represión en Cuba.

Quien considere contradictorio que los mismos que vilipendian la autoridad son los que nos quieren llevar a un régimen autoritario, descubrirá que en este Siglo XXI nos están aclimatando con términos como ‘primera línea’ y ‘colectivos’, para las nuevas formas de autoridad, que florecen hasta para dirigir el tránsito.

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