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¿Y si a su hijo lo reclutara el Estado Islámico? A ella le sucedió

Se estima que eso ya les pasó a por lo menos 3.000 familias de países occidentales. Una madre que perdió a su hijo en las guerras yihadistas habla de cómo evitarlo.

29 de noviembre de 2015 Por: Yefferson Ospina | Reportero de el país

Se estima que eso ya les pasó a por lo menos 3.000 familias de países occidentales. Una madre que perdió a su hijo en las guerras yihadistas habla de cómo evitarlo.

Su nombre es Christianne Boudreau. tiene 46 años, vive en Calgary, Canadá. En 2010 su hijo Damian se convirtió al islam. En 2012 el muchacho salió del país rumbo a Egipto diciendo que iba a estudiar árabe. En 2013,  Christianne supo que se había unido a una rama de Al Qaeda en Siria y que meses después se unió al Estado Islámico. 

Para fin de año, un periodista le dijo que las autoridades canadienses lo había reportado como muerto: había sido ejecutado por el Ejército Libre de Siria. Fue el salto final al abismo.

Durante el tiempo en que Damian estuvo con los radicales, Christianne se obsesionó en buscar videos de la guerra en Siria: veía ejecuciones, decapitaciones, rezos, buscando encontrar entre alguno de los combatientes a su hijo. Se hizo experta en redes sociales del Estado Islámico e incluso llegó a conversar con varios de los combatientes preguntándoles por Damian. 

Nunca supuso que la  conversión de su hijo al islamismo terminaría en aquello.  El padre de Damian los abandonó cuando tenía 10 años. Se convirtió en un niño retraído, que pasaba mucho tiempo en el computador. “Al principio, cuando empezó a leer el Corán, Damian se hizo mejor persona, más sociable, empezó a trabajar. Con el tiempo todo cambió. Se volvió violento y empezó a rechazar nuestras costumbres cristinas”.

Pero, luego, empezó a cambiar. Decía que un hombre podía tener varias esposas, hablaba de asesinatos justificados. 

En el 2012, cuando salió para Egipto a estudiar árabe,  Christianne  no perdió contacto con él. Solían escribirse por Facebook, pero poco a poco las conversaciones empezaron a ser menos. Él se tornaba distante. 

 Meses  después, se enteró de que él había ingresado a los grupos yihadistas y que estaba en Siria.  Ella le rogaba, llorando, que regresara, pero  notaba que “otra persona habitaba su cuerpo”.

En agosto del 2013 fue la última vez que se comunicaron por Facebook. Damian no volvió a escribir. Su madre le decía en un mensaje: “A todo el mundo le duele que nos abandonaras para poner tu vida en riesgo, mientras que nosotros nos pasamos el día preguntándonos si estarás bien o no. Resulta muy, pero que muy difícil para una madre ver que sus hijos pasan por una angustia como la que yo misma siento… Solo pensar que no volveré a verte otra vez o abrazarte otra vez, ha roto mi corazón en mil pedazos”.

 Al enterarse  de su muerte, su hermano Luke, quien entonces tenía 9 años y para quien Damian era como su padre, le escribió: “te echo de menos y ojalá nunca te hubieran matado”. 

 Christianne se hundió en la desesperación: tenía pesadillas todos los días. “Aún las tengo, cada noche”. Su dolor,  no superado, le llevó a romper con su segundo esposo, quien no toleró las crisis de Christianne por la pérdida de Damian, su obsesión por contar su dolor, encontrar a otros con experiencias semejantes, evitar que otros las tuvieran. 

 En medio de sus búsquedas, Christianne descubrió que miles de madres y padres de varios países occidentales habían  perdido a sus hijos luego de que fueran reclutados por extremistas islámicos para luchar en Siria. Se propuso contactarlos y así conocío a Daniel Koehler, un estudioso alemán de la radicalización de distintas sectas. Luego de que Koehler le contara acerca de su trabajo, decidió dedicarse al activismo como un escape, una forma posible del alivio. Fundó Hayat Canada Family Support, para ofrecer apoyo a familias con miembros reclutados por extremistas y luego Mothers For Life, un colectivo de mujeres que  perdieron a sus hijos por la radicalización.   

[[nid:486532;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/11/canadiense-reclutado-ei.jpg;full;{Damian, luego de haber entrado a las filas del Estado Islámico y Damian, cuando vivía en Canadá con su familia.Foto: Especial para El País}]]

¿Cuántas personas hacen parte de Hayat Canada Family?

Tenemos seis asistentes sociales. Desde el comienzo trabajamos con familias en todo el mundo, no solo en Canadá y continuamos expandiéndonos.

¿Todas estas familias han perdido hijos por el extremismo islámico?

La mayor parte  sí. Pero hay algunas otras que han tenido problemas con oro tipo de grupos como los neonazis. Hay muchos cultos extremistas que se están desarrollando pero todo el mundo está focalizado en el Estado Islámico. 

¿Cuáles  son las razones por las que un chico se une al Estado Islámico?

Nuestras sociedades se están hundiendo. Los chicos no tienen esperanza, se sienten en un mundo muy complejo. Tienen frustraciones que no saben cómo manejar emocionalmente. No hay recursos o apoyo para la juventud. Con grupos como el Estado Islámico, ellos se sienten conectados y se les promete una utopía por la cual vivir, un ideal. El mensaje que nosotros no vemos en los medios es realmente muy fuerte. Ellos les prometen una familia y una vida con muchas cosas. 

¿Qué hacer para evitar que los jóvenes de países occidentales se unan al EI?

Tenemos que empezar por construir relaciones más fuertes con nuestros niños y trabajar con ellos para desarrollar una capacidad de resiliencia más fuerte. Tenemos que apoyar su salud emocional, enseñarles a tener paciencia, y cómo ellos pueden tener un impacto en su mundo de un modo positivo. Guiarlos y darles un ejemplo.

¿En estos momentos hay algún sentimiento de rechazo y odio contra los musulmanes en su país?

Sí, lo hay. Yo, personalmente, no creo en el odio. El odio viene del miedo y del dolor. Creo que si invertimos tiempo educando a la gente para que aprenda a conocer y a aceptar a los demás sobre bases individuales más allá de encasillarlos de acuerdo con algún tipo de grupo, las cosas pueden mejorar mucho. El Estado Islámico no está basado en la religión. Está basado en el poder y la codicia. Ellos están usando la religión para motivar a muchos jóvenes y justificar sus acciones.  

¿Usted cree que hubo algo que no hizo, que dejó de hacer, para evitar que Damian, su hijo, se uniera al EI?

Cuando miro hacia atrás, sabiendo todo lo que sé ahora, veo que hubo cosas que  pudimos hacer para  detener ese pensamiento de Damian e intervenir. Desafortunadamente no tuve el conocimiento sobre el problema así que no me di cuenta de lo que estaba pasando. Nuestra mayor herramienta es la prevención. Tenemos que educar a nuestros hijos para que reconozcan este tipo de organizaciones. Nosotros tenemos un programa llamado Extreme Dialogue, para educar a los niños sobre esa amenaza.

¿En qué consiste ese programa?

Es un programa que enseña a los jóvenes a reconocer estos movimientos. Les ayuda a pensar críticamente les ofrece un lugar seguro para discutir sus pensamientos y preguntar a la gente correcta en lugar de ir al internet, en donde pueden ser reclutados. Los niños son curiosos. Si nosotros no hablamos con ellos, irán a buscar respuestas de cualquier lugar y  pueden terminar cruzándose con la gente equivocada. 

Cuando  dice que nuestras sociedades se están hundiendo, ¿exactamente qué quiere decir?

No tenemos comunidades fuertes que reconozcan que nuestra juventud es nuestro futuro. No invertimos en ellos. No estamos desarrollando relaciones personales fuertes. Estamos perdiendo nuestros valores morales y no se los estamos heredando a nuestros hijos. No les estamos enseñando a ser fuertes en su interior. 

Es decir,  todos somos responsables de lo que está pasando actualmente en el mundo...

Sí, puede entenderse  de ese modo. Así como también somos responsables de tratar de arreglar las cosas que van mal. Y eso no pasará hasta que no dejemos nuestras diferencias aparte y empecemos a acercanos a los demás con compasión, en lugar de juzgarlos.

Usted ha dicho que no siente odio contra los radicales islamistas. ¿Siente que ha superado todo el dolor que le causaron?

Yo no miro a los extremistas como si fueran ellos quienes me hubieran causado sufrimiento. Mi hijo tomó las decisiones que tomó. Eso es lo que me causa el sufrimiento. Sus decisiones causaron daño a toda la familia y ese dolor nunca pasará. Aún tengo pesadillas todas las noches. Eso ha afectado mi vida entera. Estaré afectada por el resto de mi vida. No puedo superar el hecho de que mi hijo, Damian, haya sido asesinado por el Ejército Libre de Siria. No me gusta lo que el EI está haciendo ni lo que representa. No me gusta el dolor que esta situación está causando a mucha gente. Quiero que estas organizaciones desaparezcan. Al Shabab y Boko Haram son tan destructoras como el EI, y nadie parece hablar de ellas. 

Para usted, esas organizaciones definitavemente no representan el mundo islámico...

No, para nada. Yo tengo muchos amigos musulmanes,  y nos los juzgo como una categoría de gente. Mis amigos son mis amigos por lo que son y lo que hay en sus corazones. 

Y, ¿qué piensa de los países que no quieren tener refugiados sirios o musulmanes en sus países?

 Tenemos que dejar de ponerle marcas a la gente basadas en la religión, cultura, raza, estatus financiero o cualquier otra razón. Tenemos que empezar a reconocerlos como seres humanos. Tenemos que empezar a pensar cómo nos sentiriamos nosotros si estamos en su situación. ¿Cómo quiero que el resto de la gente me trate? Mírate al espejo y sé honesto con la respuesta...

¿No se siente cansada de  hablar de lo que pasó con su hijo, de rememorar ese dolor tantas veces?

Sí, me siento cansada. Pero trato de pensar que mi trabajo es entregar un fuerte mensaje para ayudar a otros. 

¿Qué cree que deben hacer los gobiernos para detener al EI?

Tienen que dar más soporte y recursos para la juventud, para su educación. Más asesoramiento y oportunidades de trabajo. No creo que atizar la guerra sea la solución. No creo en la guerra. Lo único que se puede sacar de ella  es más guerra, más dolor.  

¿Las madres con las que trabaja piensan lo mismo?

Sí, las madres y los padres que yo conozco piensan lo mismo. Ellos no quieren ver a nadie más herido o sufriendo. Ellos tampoco creen en la guerra.

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