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Vladimir Putin, el espía que se aferró al poder

El alumno avanzado de Boris Yeltsin ya hace parte de los mandatarios rusos con más años frente al Kremlin.

10 de marzo de 2012 Por: Por Patricia Lee, Especial para El País, Moscú

El alumno avanzado de Boris Yeltsin ya hace parte de los mandatarios rusos con más años frente al Kremlin.

Nicolás II gobernó 23 años. José Stalin casi 30. Leonid Brezhnev duró 16. Si Vladimir Putin termina el mandato para el cual fue elegido el domingo pasado, habrá estado en el poder 18 años, una cifra que lo colocaría como uno de los gobernantes de más larga duración en la historia de Rusia.Hace doce años, cuando fue electo Presidente por primera vez, era un personaje desconocido. En 1999, un presidente enfermo y en decadencia, Boris Yeltsin, lo nombró primer ministro. Tenía que sacar al país del hundimiento político y económico.Este hombre de la KGB, que vio cómo se destruía el imperio soviético desde su puesto en Dresde, Alemania Oriental, subió por la escalera del poder de manera tan vertiginosa como la crisis que asolaba el país. En los “años cero” logró una reconstrucción económica con la ayuda de los altos precios del petróleo y del gas y una recuperación de la vertical del poder. En 2004 fue reelegido, con el 71% de los votos, y en 2008, para no violar la Constitución, le dejó el lugar a Dmitri Medvedev para ocupar el cargo de Primer Ministro. Ahora, acaba de volver al sillón de los zares y los secretarios generales.El espíaFascinado por las historias de espías, Vladimir Vladimirovich se presentó en la sede de la KGB en Leningrado, al terminar su bachillerato. Le sorprendió la respuesta: “No tomamos autopostulantes. Prepárese y espere”. Resignado, este cinturón negro de judo, ingresó a la Facultad de Derecho, y cuando ya estaba por dedicarse a la vida civil, un desconocido lo invitó a sumarse a los servicios. Lo habían elegido.Tuvo la suerte de muy pocos en la Unión Soviética porque fue enviado a un destino privilegiado, Alemania Oriental, el entonces país más floreciente del imperio. De su carrera en Dresde se sabe poco, pero sí se conoce cómo terminó en 1989, con la caída del Muro de Berlín y los ‘ossies’ asaltando la sede de la Stassi, la policía secreta de Alemania Oriental, y la sede de la KGB.Esta experiencia marcó a Putin de por vida. Por eso dijo que la destrucción de la Unión Soviética fue la peor “catástrofe geopolítica del Siglo XX”. Su tarea, de ahí en más, será tratar de corregir ese error monstruoso del destino.En 1991, la Unión Soviética desapareció. De vuelta en Leningrado, Putin trabajó un tiempo en la Universidad, luego pasó a ser el asistente del alcalde Anatoly Sobchak y en 1996 fue nombrado en el Kremlin, donde rápidamente ascendió, hasta que Yeltsin lo nombró jefe de la FSB, la sucesora de la temible KGB.El resto es historia conocida: Yeltsin necesitaba nombrar un sucesor leal y en 1999 nombró a Putin primer ministro. El 31 de diciembre de ese año, al terminar el Siglo XX, Yeltsin renunciaba, dejando a Putin en la Presidencia, cargo que refrendó en las elecciones del año 2000.La restauración del poderLos “años cero” fueron los de recuperar la autoridad del Estado. Lo primero fue restaurar el poder de la FSB, sucesora de la KGB, que se convirtió en una institución central del régimen putiniano. A diferencia de la KGB, que estaba sometida al control del Partido Comunista, la FSB es libre de todo control parlamentario y partidario. Su nuevo director, Nikolai Patrushev, definió a esta fuerza de más de 200.000 hombres, que permean toda la sociedad rusa, como “la nueva nobleza”. El desafío fundamental de Putin ha sido la lucha contra el terrorismo checheno. Antes de ser elegido presidente, en su cargo de primer ministro, inició la segunda guerra contra Chechenia, suprimiendo su autonomía. “Los vamos a matar hasta en el baño”, dijo, y así fue. Pero le costó caro. En 2002, los rebeldes tomaron el teatro Nord Ost con más de 900 rehenes. Las fuerzas especiales asaltaron el edificio dejando 130 muertos, además de los rebeldes. En 2004 la tragedia se repitió en Beslan, en el Cáucaso, donde los chechenos ocuparon una escuela con 1.100 personas, y en el rescate murieron 334 rehenes, de los cuales 184 fueron niños. En esa lucha contra el terrorismo, Putin avanzó contra las instituciones democráticas, que tenían pocos años de nacidas. Eliminó la elección de gobernadores, elevó a límites casi imposibles los requisitos para registrar un partido político y para presentarse como candidato presidencial, impuso un monopolio de la prensa, en especial de la televisión y de los medios escritos, y una persecución del periodismo independiente. Desde el año 2000, fueron asesinados 17 periodistas, dentro de ellos, Anna Politkovskaya, del único periódico opositor, Novaya Gazeta. La decadencia demográficaSi hay una cifra negra para Putin, es la de la natalidad. En los años cero, se perdieron cinco millones de rusos. La población descendió de 147 a 142 millones. Si bien las cifras de la natalidad han comenzado a mostrar una tendencia positiva y las cifras de la mortalidad han empezado a caer en los últimos dos o tres años, la preocupante decadencia de la población rusa es una tendencia que no se ha logrado revertir. La esperanza de vida de los hombres, 60,4 años contra 77,4 en Francia en 2006, y 73,2 para las mujeres contra 84,2, es una maldición que viene desde los tiempos soviéticos.Hablar de Putin es hablar de Gazprom. Rusia es el mayor productor de petróleo del mundo, y posee las mayores reservas de gas. Bajo el gobierno de Putin, Gazprom se ha convertido en la mayor proveedora de gas de Europa, al punto que, según el escritor estadounidense Marshall Goldman, “por su control del grueso de la provisión de gas a Europa Central, Rusia es más fuerte en relación con Europa que durante la Guerra fría”.Según Goldman, “Gazprom, y por extensión, el Gobierno ruso, tienen un poder sobre sus vecinos europeos superior al de los zares Romanov o los secretarios del Partido Comunista. El presidente Putin, con su control de Gazprom y de Rosneft, otra empresa estatal, es un verdadero Doctor No, el villano de las películas de James Bond, con yate y todo”. Casado con Ludmila y con dos hijas, se sabe poco de su vida privada. Los rumores sobre su fortuna no se pueden verificar. Lo único que se sabe es que todos sus amigos de judo, de la universidad y de la KGB tienen enormes fortunas y posiciones claves en los negocios y en el Estado.

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