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Tras decisión de la ONU, Israelíes y palestinos siguen más separados que nunca

El nuevo estatus de Palestina, que ahora es Estado observador no miembro de las Naciones Unidas, no se ha traducido en un ambiente de Paz. Para Israel, fue un ataque directo.

2 de diciembre de 2012 Por: Sal Emergui | Corresponsal de El País en Ramala

El nuevo estatus de Palestina, que ahora es Estado observador no miembro de las Naciones Unidas, no se ha traducido en un ambiente de Paz. Para Israel, fue un ataque directo.

La definida por muchos como “histórica” votación de la Asamblea General de la ONU del pasado 29 de noviembre declarando Palestina como Estado Observador ha supuesto un enorme impulso moral, diplomático y mediático para el pueblo palestino. Pero en el terreno, o lo que es lo mismo, en el día a día, sin embargo nada ha cambiado.La iniciativa palestina ha enfurecido al Gobierno israelí que amenaza con represalias. De momento, aprobó la construcción de tres mil casas más en Cisjordania y Jerusalén Este -donde los palestinos aspiran declarar la capital de su futuro Estado- y en el proyecto E1 que conecta a la ciudad con el asentamiento de Maale Adumim.“El presidente palestino Abu Mazen acudió a la ONU de forma unilateral violando todos los acuerdos firmados, por lo que Israel está ahora libre de cualquier compromiso”, afirmaron a este periodista fuentes del Gobierno de Benjamin Netanyahu mientras el portavoz de Abu Mazen, Nabil Abu Rudeina replicaba desde Ramala a la represalia israelí: “Es una bofetada al mundo que votó a favor de un Estado palestino. La construcción es ilegal y profundizará el aislamiento de Israel”.La semana finalizó pues con israelíes y palestinos más distanciados que nunca en el camino hacia la paz. Además, la reconciliación interna palestina, entre Cisjordania (dominada por el grupo nacionalista Al Fatah) y la Franja de Gaza (del grupo islamista Hamas), sigue siendo una asignatura pendiente mientras los eternos problemas como el estatus de Jerusalén, el derecho de regreso de los refugiados y las colonias, aún deben solucionarse.Hoy, sin embargo, no hay visos de negociaciones. No al menos hasta después de las elecciones del 22 de enero en Israel, que tienen como claro favorito al líder de la derecha, Netanyahu.Por eso en el centro de Ramala hay una mezcla de escepticismo, esperanza y resignación: “Es evidente que aún no somos un Estado independiente y libre pero la votación de la ONU nos coloca a otro nivel. Es sin duda un paso más hacia nuestros objetivos como el fin de la ocupación en Cisjordania”, decía el pasado viernes Nasser Abu Jadi, comerciante en la bulliciosa Plaza Manara de la ciudad palestina.A pocos metros y tras un discurso donde atacó a Israel y pidió la reconciliación interna, el dirigente de Al Fatah, Jibril Rajub, conversaba con representantes de Hamas y la Yihad Islámica. “Es el momento de unirnos todas las facciones palestinas para hacer frente a la ocupación israelí”, eran algunas de las palabras que el hombre dejaba salir casi en forma de mandato.Es que la conversión de ‘entidad’ a Estado, con el especial estatus de ‘observador’ (como El Vaticano), puede ser algo más que una simbólica victoria diplomática: la posibilidad de ingreso en unas 30 agencias de la ONU y, muy en concreto, a la Corte Penal Internacional de La Haya. Si Palestina hace esto último contra Israel, la represalia de Jerusalén seguramente no se limitará a construir 3000 casas en el territorio ocupado donde los palestinos esperan algún día tener su capital.Es, más bien, un logro con consecuencias estratégicas ya que los palestinos, si deciden volver a negociar con Israel, lo harán con otro estatus. De estado que aspira a las fronteras del 67.Hasta aquí el cambio. La votación de Neva York ha provocado fuegos artificiales en Ramala y alguna que otra fiesta “espontánea” organizada por Al Fatah, pero no ha levantado las decenas de checkpoints israelíes situados en las carreteras de Cisjordania. Ni ha frenado la construcción en las colonias israelíes donde viven unos 350.000 habitantes. Ni ha derribado el muro o verja de seguridad que contornea las zonas palestinas. Para Israel, este es un obstáculo físico imprescindible que evita infiltraciones terroristas en sus ciudades como ocurría de forma sangrienta hace unos años. Para los palestinos, un medio que aisla y rodea localidades de Cisjordania y que también “roba” sus tierras.Los más de dos millones y medio de palestinos que viven en Cisjordania no creen que la tasa de desempleo (superior al 23%) se reduzca con el nuevo estatus. Cisjordania está dividida en la zona A (control palestino a nivel militar y civil que constituye el 18%), la B (control civil palestino y militar israelí; el 23%) y la C (el 60% restante controlado por Israel). La gran mayoría de los palestinos viven en las zonas A y B (41%) mientras que la mayoría de los colonos lo hacen en la C, que incluye vastas áreas como el desierto del Judea y el Valle del Jordán.Aspiración palestinaAbu Mazen, presidente de la Autoridad Palestina, aspira a un Estado soberano en toda Cisjordania (con intercambio de territorios) y la Franja de Gaza (controlada por Hamas, de 365 kilómetros cuadrados, fronteriza con Egipto e Israel) teniendo como capital Jerusalén Este. La ciudad que desde la creación de Israel (48) hasta la guerra del 67 estuvo bajo soberanía jordana. Desde entonces, los sucesivos Gobiernos israelíes la consideran “parte integral de la indivisible y eterna capital de Israel”.“Pero antes de que consigamos un Estado debemos unir las fuerzas. No puede ser que Gaza y Cisjordania sigan siendo dos entidades separadas”, explica Mohamed Abu Al Abad Ahmed, procedente de Nablús, al norte de Ramala, la capital administrativa y política de la ANP.El hombre reconoce en todo caso que estos son días de orgullo: “Los israelíes deben entender que estamos hartos de las guerras. Queremos vivir en paz. Yo apoyo a Abu Mazen que se opone a la Intifada armada. Debemos conseguir nuestros objetivos por la vía de lucha pacifica”.¿Y ahora qué?Si hacemos caso al mensaje del liderazgo palestino en Cisjordania, el proceso de paz ha sufrido un avance importante. Tras los comicios israelíes, Abu Mazen pretende volver a negociar y esta vez con condiciones previas. Mientras, el rais se centra en la búsqueda de la reconciliación interna y de la necesaria ayuda económica en los países árabes y en la Unión Europea. Teme que sus arcas se vacíen ante los recortes con los que Estados Unidos amenaza.Con la consolidación política de Hamas en Gaza (tras la tregua que frenó la ofensiva militar israelí Pilar Defensivo) y de Abu Mazen (a raíz del apoyo mayoritario de la ONU) hay chance de que las dos facciones se pongan en condiciones para empezar a dejar atrás sus enormes diferencias. Aunque, como el pasado indica, nada se puede dar por asegurado.Si escuchamos al liderazgo israelí, el proceso de paz está más lejos que nunca ante lo que llaman “medida unilateral palestina”. “La mano de Israel siempre está extendida a la paz, pero no se creará un Estado palestino sin el reconocimiento de Israel, sin la declaracion del fin del conflicto y sin verdaderos mecanismos de seguridad. De todo esto no hay ni una referencia en la propuesta de la ONU”, declaró Netanyahu, que ha empezado a sacar el látigo para castigar a Abu Mazen al que acusa de no querer negociar.Respecto a los palestinos, los ciudadanos israelíes buscan dos metas: que haya calma en el sur del país ante los misiles desde Gaza y que no haya atentados desde Cisjordania. Más del 50% de los israelíes no cree posible llegar algún día a un acuerdo de paz.Por eso la batalla de la ONU es un capítulo más de la centenaria guerra entre israelíes y palestinos. Dos pueblos vecinos que aspiran al mismo y reducido trozo de tierra en una región que vive y seguirá viviendo históricos cambios.

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