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Sirios luchan contra la dinastía que se eternizó en el poder

Esta nación fue la última que se sumó a rebelión que recorre a los países árabes. La oposición quiere cambios.

1 de abril de 2011 Por: Patricia Lee, especial para El País.

Esta nación fue la última que se sumó a rebelión que recorre a los países árabes. La oposición quiere cambios.

El tsunami de la revolución árabe está demostrando que no hace distingos entre dictadores de derecha y de izquierda. En Siria, está rompiendo los muros del régimen de la familia Assad, una suerte de dinastía republicana cubierta bajo el manto del nacionalismo, el antisionismo y el antiamericanismo, que gobierna desde hace 40 años, y en la cual el hijo, Bashir, sucedió al padre, Hafez, en el año 2000.El martes renunció el gabinete de 32 miembros encabezado por el primer ministro Naji al-Otari, a cargo desde 2003, tío de la primera dama Assma al Assad, pero el discurso del Presidente por televisión, en el cual se esperaba que anunciara el levantamiento del estado de emergencia, vigente desde 1963, desilusionó a todos los que esperaban reformas. Assad disipó cualquier alusión a ellas, acusando a Israel y Estados Unidos de los desórdenes en el país. Como era de esperar, la falta de anuncios generó una nueva oleada de protestas y represión.Los cambios se adoptaron diez días después de iniciada la mayor ola de movilizaciones en el país, durante la cual murieron entre 80 y 100 personas. La represión fue particularmente fuerte el viernes 25 en la ciudad sureña de Daraa, en Damasco, la capital, y en Latakia, el principal puerto. En respuesta, el Gobierno movilizó a decenas de miles de sus partidarios tratando de demostrar que mantiene apoyo en un sector de la población. Siria fue uno de los últimos países en sumarse a la oleada de revoluciones árabes, en parte, porque desde el comienzo de este año, el Gobierno realizó detenciones masivas de potenciales activistas y dirigentes, al tiempo que aumentaba los subsidios a los alimentos y bienes de primera necesidad para frenar el descontento.Nacionalismo en decadenciaAssad, un oftalmólogo educado en Gran Bretaña, había dicho en enero que su país era inmune al contagio árabe, porque, a diferencia de Egipto, Siria es parte del bloque antinorteamericano de la región. Siria, con su famosa capital, Damasco, es un país estratégico en términos políticos, colocado como una cuña entre Israel, Líbano, Turquía, Jordania e Iraq, y es, con Egipto, la cuna del nacionalismo árabe. Por eso, los sirios consideran su país “la madre de una nación árabe unida”. El partido Baas, que gobierna desde 1963, surgió como parte de la oleada de gobiernos nacionalistas en Iraq, Egipto, Argelia y Libia durante esos años. En una nación predominantemente sunita (la rama mayoritaria del islam), los Assad pertenecen a la tribu alawita, que es chiita (la rama minoritaria del Islam, pero con mayoría en Irán). De allí su acercamiento con el régimen iraní y con Hezbollah en Líbano. “Assad tiene dos amigos que le dan poder: Hezbollah, en Líbano e Irán. Si los israelíes necesitan paz en el Líbano, necesitan a Assad, y si Assad quiere mantener su poder regional, necesita a Irán. Siria es la puerta árabe por la cual Irán puede entrar. Irán es la puerta musulmana por la cual Assad puede entrar”, al tiempo que “Estados Unidos necesita a Siria para sacar sus últimas tropas de Irak”, dice Robert Fisk, periodista experto en Medio Oriente del periódico Independent de Londres. Los Assad se han sostenido en el poder jugando la carta nacionalista de palabra, pero en los hechos, sosteniendo un difícil equilibrio entre Israel y los distintos actores regionales del conflicto árabe. “Tan extraño como pueda parecer, Israel ama a los dictadores árabes, y el dictador favorito es el presidente Assad”, sostiene Salman Masalha en el periódico Haaretz de Tel Aviv. “Una cosa son las consignas y otra la realidad”, continúa el analista, “Assad padre y Assad hijo abogan la resistencia contra Israel, pero esto son palabras vacías que le sirven al régimen solo para oponerse a las demandas de democracia y libertad”. Los Assad, según Masalha, no han dicho una sola palabra contra Israel, que ocupó las alturas del Golán sirias desde 1973. El régimen “siempre está dispuesto a luchar contra Israel hasta el último libanés y hasta el último palestino”, pero no dispara un solo tiro de su propio arsenal contra el poderoso enemigo.El contrato social que le permitió a los Assad contar con la benevolencia de su población bajo el aura de combatir a Israel, se ha venido rompiendo, a medida que la situación económica empeora. El Estado provee el 50% de los empleos, pero los salarios públicos empezaron a bajar al tiempo que el aumento de los precios implicó una caída del nivel de vida de la población. El desempleo es del 20%, y afecta en primer lugar a los jóvenes, en un país donde la mitad de la población tiene menos de 25 años. Ciertamente, Bashir Assad no es el octogenario Mubarak, pues el joven gobernante generó una ilusión de cambio tras el despótico reinado de su padre, pero no estuvo a la altura de las expectativas. En los últimos diez años, Bashir ha enfrentado varias crisis, como el ingreso masivo de refugiados de la guerra en Iraq desde 2003, el levantamiento kurdo en 2004, la crisis con Líbano por el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en 2005, y el bombardeo israelí a un supuesto reactor nuclear sirio en 2007. Pero a diferencia de estas crisis, las protestas de los últimos días están cuestionando las bases y el futuro de una dinastía que se pensó eterna.Los muertosAl menos 109 personas han muerto en la represión de las protestas políticas que estallaron el pasado 18 de marzo para exigir la introducción de reformas democráticas en Siria, según anunciaron ayer dos ONG sirias.En un comunicado, la Organización Nacional para los Derechos Humanos y el Centro Damasco para los Estudios Teóricos y los Derechos Humanos aseguraron que publicarán una lista con los nombres de los muertos y los detenidos, asÍ como las causas de su muerte y los lugares donde perecieron.

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