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Rodrigo Duterte, el presidente de Filipinas desde el año 2016, ha tomado una serie de medidas polémicas en su país | Foto: Agencia AFP

FILIPINAS

Rodrigo Duterte, el presidente de la 'mano siniestra' en Filipinas

Es uno de los líderes más cuestionados del mundo. Y se le acusa de haber ordenado 7.000 ejecuciones en menos de un año. Perfil.

12 de marzo de 2017 Por: Elpais.com.co

Cuando Rodrigo Duterte ganó las elecciones a la presidencia en Filipinas en junio de 2016, dijo: “Los mataré. Si destruís a la juventud del país los mataré”. Se refería, específicamente, a los narcotraficantes y también a la milicia islamista radical Abu Sayyaf que ha cometido actos terroristas en el sur del país. Estaba frente a 600.000 personas que lo aplaudieron a rabiar.

Duterte continuó. Dijo que quien entregara vivo o muerto a un traficante o consumidor de drogas recibiría 1000 dólares de recompensa.

El mundo, parece ser, está en manos de algunos poderosos salidos de quicio.

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Rodrigo Duterte nació el 28 de marzo en 1945, es decir que este mes celebrará su cumpleaños 72. Abogado, quizá su gusto por la política sea una herencia. Su padre fue Alcalde de la ciudad de Danao y Rodrigo siguió sus pasos.

Parece que el cargo le gustó demasiado: Duterte fue alcalde de Danao durante 22 años en tres períodos diferentes (1988-1998, 2001-2010 y 2013-2016). Por sus políticas, y su discurso, desde entonces todos en Filipinas lo empezaron a llamar ‘El castigador’.

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En diciembre pasado, de hecho, y en medio de un foro de empresarios, Duterte aseguró que con su propia mano mató a decenas de delincuentes mientras fue Alcalde.

“En Davao solía hacerlo personalmente, solo para enseñarles a los muchachos, a los policías que, si yo puedo hacerlo, ellos también pueden. Yo iba por Davao con una gran moto y patrullaba las calles buscando dónde había problemas. Lo que de verdad estaba buscando era una pelea para poder matar”.

Según oenegés y organizaciones de derechos humanos, mientras Duterte fue Alcalde se organizaron varios grupos armados que asesinaron a por lo menos 1000 personas que quedaron reseñadas como ‘presunto’ narcotraficante o delincuente.

Arturo Lascañas, un exagente de la Policía Nacional, aseguró incluso ante el Senado que Duterte era “el cerebro de esos asesinatos”.
Davao, que tiene una población de un poco menos de 2 millones de habitantes, registró con esta política de la muerte una ostensible disminución de la criminalidad. Por lo menos ese era el discurso oficial y nadie podía contradecirlo. Hay denuncias de ejecuciones a opositores del gobierno.

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Un informe de El País de España y de la agencia de noticias AFP dice además que desde el inicio del mandato Duterte en la presidencia de Filipinas, en junio de 2016, “la Policía mató a 2.086 personas en operaciones contra las drogas. Otras 3.800 personas fueron asesinadas por individuos no identificados”.

Y es que la promesa de Duterte, las recompensas para quien asesine a un delincuente o narcotraficante, se está cumpliendo. “Si conocen adictos a las drogas, mátenlos”, ha dicho en radio, prensa y televisión, sin temor alguno de que la justicia lo aprese.

Según Duterte, “para acabar con la pobreza hay que erradicar el crimen. Pero para ello hace falta saltarse a una justicia ineficaz y corrupta y ordenar a las fuerzas de seguridad la eliminación de los criminales”.
Justamente eso, la promesa de una mejor calidad de vida y un país libre de delincuencia, garantizó su triunfo contundente en las elecciones.

Obtuvo el 40 % de los votos. El segundo, Max Roxas, el 23 %. La ventaja de Duterte sobre su principal contendor fue de 6,6 millones de votos. Por supuesto no hubo opción de segunda vuelta. El discurso guerrerista parece dar resultados en todo el mundo.

Durante la campaña Duterte dijo cosas como esta: “Olviden las leyes sobre los derechos humanos; si es necesario rómpanlas”.

Y entre sus propuestas está imponer de nuevo la pena de muerte por ahorcamiento, abolida en Filipinas en 2006, y disminuir la edad penal a 9 años. Es decir: los niños que cometan delitos o sean utilizados por las bandas podrían terminar en la cárcel.

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Según las cifras actuales del gobierno, “gracias a la mano dura” la delincuencia se ha reducido en un 49 %. La aprobación de Duterte supera a su vez el 70 %. Se siente, entonces, superpoderoso.

La Arquidiócesis de Filipinas emitió un comunicado al respecto: “Una causa de preocupación es la indiferencia de muchos hacia este tipo de comportamientos (del presidente). Se considera que es normal, o incluso peor, algo que es necesario hacer”. Es decir: muchos en Filipinas están de acuerdo con la manera de actuar de Duterte. Lo ven como un héroe.

Según la Arquidiócesis, además, las operaciones contra la droga en el país han dejado “7000 asesinatos de supuestos consumidores o traficantes en menos de un año”. Unos 1000 muertos por mes.
Duterte, en todo caso, quien dijo haber sido abusado por un sacerdote durante su adolescencia, no parece importarle mucho la posición de la Iglesia:

“Yo os desafío ahora, desafío a la Iglesia Católica, estáis llenos de mierda y todos apestáis, a corrupción y a todo”, dijo. Y anunció que la policía será reforzada con las Fuerzas Armadas “para seguir luchando contra las drogas”.

Alguna vez, también dijo: “Hitler masacró a tres millones de judíos. Ahora hay aquí tres millones de adictos. Me gustaría masacrarlos a todos”.

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