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Presidente de Egipto continúa con sus intentos de apaciguar temores

Mursi busca ganarse la confianza de los egipcios, que siguen recelosos a su gobierno.

14 de julio de 2012 Por: Sal Emergui. Corresponsal de El País en Medio Oriente

Mursi busca ganarse la confianza de los egipcios, que siguen recelosos a su gobierno.

Una de sus peticiones parece cosmética pero invita a pensar que Egipto entra realmente en una nueva era. El presidente Mohamed Mursi les solicitó a sus asesores que no llenen las calles, oficinas y edificios públicos con sus retratos. El exacerbado culto a la personalidad, tan habitual en los militares que ocuparon su puesto (Gamal Abdel Nasser, Anwar Sadat y Hosni Mubarak) da paso a la ciega fidelidad al movimiento que ha tomado el poder, los Hermanos Musulmanes. “Ya nada será igual”. Es el comentario más escuchado sobre Mursi, quien lleva ya 16 días al frente del cargo. Así es ya nada será igual para los egipcios al tener por primera vez en su historia a un presidente que no es general, elegido democráticamente y es, además, islamista representante de un movimiento ilegalizado durante muchos años. Tomó las riendas de un país en crisis económica y dividido más que nunca. Con 50 millones de votantes en Egipto, sólo 882,751 votos separaron Mursi de su rival, el ex general Ahmed Shafik.Ya nada será igual tampoco en las relaciones con Israel y el régimen islamista de Hamas en la Franja de Gaza. No fue casual que Mursi se apresurara a presentarse ante la nación, la región y el mundo. A diferencia de los habituales discursos triunfales postelectorales, se puso directamente a trabajar. Intentar unir a los suyos y calmar a las minorías como la comunidad copta (10%) y en general a los 12.347.380 de egipcios que votaron al candidato laico y del antiguo régimen. “Todos nosotros, cristianos y musulmanes, somos el origen de la civilización y afrontaremos juntos cualquier conspiración que pretenda dividir”, fue su mensaje.Por eso tampoco fue casualidad que anunciara la llegada de una mujer y un cristiano como vicepresidentes, lo que tuvo como objetivo de calmar los temores internos y externos desmintiendo que es un “ogro”.Pese a ello, no todos se fían. Una activista de derechos humanos reconoce sus temores. “En cualquier caso, tememos que la vida no será igual. Espero no llegar al extremo de que mi única elección será qué burka ponerme”, dice una activista de una ONG que defiende los derechos de la mujer.El nuevo Presidente, un ingeniero metalúrgico, se las deberá ingeniar para compaginar el ideario de la Cofradía basado en el slógan “El Islam es la solución” con las últimas promesas de un Egipto plural y sin la aplicación de la Ley Islámica (Sharia).Mursi es consciente que el furor de Tahrir es el que le ha llevado a la silla presidencial de Mubarak. Pero también sabe que Tahrir puede rebelarse y unir todas las fuerzas liberales para pedir su cabeza. De momento, ésta es más popular que la de Shafik, pero Tahrir ha demostrado tener muy poca paciencia.En este sentido, la corte administrativa de El Cairo ha hecho un favor a Mursi al revocar la ley del Ministerio de Justicia aprobada poco antes de los comicios, que permitía arrestar a los civiles sin orden judicial. A nivel externo, Mursi tiene poco margen de maniobra. Evidentemente no se echará a los brazos del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y de hecho parece imposible que se reúna con él. Pero tampoco se precipitará a romper los acuerdos de paz firmados en 1979 entre Sadat y el jefe del Gobierno israelí, Menajem Beguin.Cualquier medida hostil hacia Israel provocará el enfado de su aliado común, EE.UU. y la ayuda económica anual. Al mismo tiempo, el mariscal Mohamed Hussein Tantawi seguirá como ministro de Defensa, con lo que se asegura que el poder militar siga teniendo su parcela. El filósofo y periodista francés, Bernard Henry Levy, destaca el acuerdo en la sombra entre el Ejército y los Hermanos Musulmanes, movimiento que critica: “No se puede considerar un movimiento democrático. Sus miembros no estuvieron en la Plaza Tahrir al inicio de la revolución”.“Vamos a mantener todos los acuerdos y pactos internacionales porque estamos comprometidos ante todo el mundo con la paz”, promete Mursi en una alusión hacia Israel.Según ha podido saber, el canal de diálogo entre los servicios de Inteligencia egipcios e israelíes se mantiene intacto. Entre otras cosas para administrar dos “papas calientes”. Por un lado, la anárquica situación del Sinaí egipcio donde hay cada vez más comandos afiliados a la Yihad Mundial que lanzan ataques contra el sur de Israel dañando de paso el turismo a Egipto. Por otro, la volátil escena de Gaza donde manda Hamas y las espirales de violencia con Israel son cada vez son más frecuentes.En este escenario hay dos interpretaciones. El hecho que Mursi presida el país vecino puede dar alas a las milicias palestinas ante Israel. Pero al mismo tiempo los Hermanos Musulmanes pueden imponer su influencia sobre Hamas y conseguir una tregua más sólida. Lo último que Mursi desea y necesita es una escalada bélica entre Gaza y el sur de Israel.A nivel retórico y como suele suceder en el seno de Hamas no hay lugar para la duda. “Con nuestro hermano Mursi, empieza la liberación de Al Quds (Jerusalén) y se acerca la victoria frente al enemigo sionista”, proclamó el dirigente islamista palestino, Mahmud Zahar.Los medios de comunicación israelíes reflejan el temor instalado en el establishment político y militar. La frontera entre Israel y Egipto, tranquila desde el 79, se convertirá en un punto caliente de consecuencias imprevisibles.“Recomendaría al Gobierno israelí que empiece a encontrar canales de diálogo con Mursi. A largo plazo, sin embargo, preveo un enfrentamiento”, pronostica el ex ministro de Defensa israelí, Benjamin Ben Eliezer.No obstante, las relaciones no se han resentido pese a la tradicional hostilidad de los Hermanos Musulmanes hacia el Estado judío.En su primera reacción, Netanyahu se apresuró a calmar a los suyos y recordar a Mursi que la paz es “interés de los dos pueblos y contribuye a la estabilidad en la región”. Por si acaso, los estamentos militares confeccionan escenarios ante un posible deterioro en las relaciones diplomáticas y no se descarta una reorganización militar defensiva en la frontera.En Egipto, mientras, el interés se centra en hallar la fórmula para que 85 millones de ciudadanos tengan comida. La situación económica, la seguridad en las calles y la garantía de las libertades individuales son el verdadero examen de Mursi.El islamista, que nunca tuvo el favor del carisma, intenta conquistar a todos los egipcios. Una de sus respuestas refleja que Mursi aprendió la lección tras décadas como un ciudadano más bajo la dictadura. Por eso no quiere desfiles que bloquen las calles. “No quiero que me odien por esto”, dijo en una muestra más de su intento de no provocar enfados innecesarios y revueltas callejeras que pongan en peligro el gobierno islamista tras 84 años de espera.

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