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Netanyahu y Barack Obama, condenados a entenderse por conveniencia

El Presidente de EE.UU. y el Primer Ministro de Israel mantienen una relación de conveniencia, a pesar de que tienen muy pocos aspectos en común.

29 de marzo de 2015 Por: Sal Emergui | Corresponsal de El País en Oriente Medio

El Presidente de EE.UU. y el Primer Ministro de Israel mantienen una relación de conveniencia, a pesar de que tienen muy pocos aspectos en común.

[[nid:407267;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/03/obama-y-netanyahu.jpg;full;{Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel y de tendencia conservadora; y Barack Obama, presidente de Estados Unidos y demócrata. Fotos: Elpais.com.co | AFP}]]

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente estadounidense, Barak Obama, tienen muy pocos aspectos en común. Uno de ellos es la resignada frustración por tener que seguir ‘conviviendo’ con el otro en los próximos 22 meses hasta que acabe el  mandato del segundo. Lea también: Obama defiende su postura de no recibir a Netanyahu

La decepción del dirigente conservador israelí cuando Obama doblegó en las elecciones al candidato republicano Mitt Romney es similar a la que invade ahora al norteamericano tras la aplastante victoria de Netanyahu sobre el laborista Isaac Herzog.

Los resultados de los comicios del 17 de marzo en Israel que desembocarán con casi toda seguridad en una coalición derechista avivan  más la guerra de acusaciones, filtraciones y advertencias entre los líderes de dos países con una histórica tradición como aliados.

Desde el sorprendente veredicto electoral —no tanto por la identidad del nuevo primer ministro como por la diferencia (seis escaños) en la victoria—, la Administración Obama acorrala a Netanyahu con mensajes muy críticos. 

El último torpedo disparado desde la Casa Blanca contra la residencia oficial del Primer Ministro israelí en Jerusalén ha sido la filtración en el diario Wall Street Journal  de altos funcionarios norteamericanos acusando a Israel de espiar a  EE.UU. en las negociaciones nucleares que sostiene con Irán.

Según  la información basada en dichas fuentes anónimas, los servicios secretos israelíes espiaron a la delegación estadounidense para luego compartir el material confidencial con legisladores en Washington. El objetivo, evitar el acuerdo que Obama pretende firmar en los próximos días con Irán sobre su plan nuclear. Según Netanyahu, “un acuerdo muy malo que pone en peligro la seguridad de Israel y de la región”.

La ira de Obama no sería la determinación de Israel en querer saber por varios canales lo que se cuece en las reuniones con Irán (todos espían a todos) sino que involucrara a congresistas y senadores para desafiar y socavar la política exterior de EE.UU.

Israel, que desmintió rotundamente la acusación, le da más importancia a la filtración en sí que al contenido que define como “mentira”. Al hecho que alguien en la Casa Blanca diera luz verde a un ataque anónimo que se suma a la campaña de represalias contra Netanyahu.

La filtración en el Wall Street Journal es sólo la punta del iceberg. Más allá de la abismal diferencia ideológica que se traduce en asuntos clave (Irán, conflicto israelopalestino, Egipto…) Obama tiene viejas cuentas que saldar con su “amigo” Bibi. Tras unos difíciles años de convivencia que llegaron a su punto más tenso en el apoyo de Netanyahu a Romney, llegó su controvertido discurso del 3 de marzo en el Congreso.

Netanyahu fue invitado por los republicanos para discursar contra el acuerdo con Irán pese a que Obama no fue informado como marca el protocolo (al parecer, culpa de los republicanos)  y después le pidió no llegar a Washington. Pocos líderes en el mundo son capaces de lanzar semejante órdago al presidente de la superpotencia  en su propia casa. “Respeto mucho a Obama pero mi deber es en primer lugar la seguridad de los israelíes. Seguiré advirtiendo contra un acuerdo que garantiza a Irán la capacidad para fabricar armas nucleares si lo desea”, argumenta Netanyahu.

La recta final de la campaña electoral alejó quizá de forma irreversible a los dos líderes. Obama no olvida y en cierta forma le castiga por sus dos polémicas declaraciones que realizó para atraer el voto masivo en la derecha. Tras lograrlo ganando las elecciones con 30 de los 120 escaños de la Knésset (Parlamento), matizó  y rectificó sus palabras. Obama no acepta las aclaraciones.

Sobre todo el mensaje de Netanyahu —poco antes de la apertura de las urnas— de que si él gobierna no se levantará un Estado palestino ya que las circunstancias han cambiado. De esta forma se retractó del compromiso dado a Obama y de lo que había manifestado en el discurso de Bar Ilán (2009). El mensaje de Bibi fue un guiño al sector más nacionalista que además temía que con Herzog como jefe de Gobierno, Israel congelaría oficialmente la construcción en colonias en Cisjordania.

Al día siguiente de la victoria, el político Bibi volvió a ser el estadista Netanyahu y rectificó reiterando su apoyo a la creación de un Estado palestino. “El primer ministro dijo que durante su mandato, no se levantaría un Estado palestino y yo le creo”, reacciona enfadado el presidente norteamericano.

La otra polémica se produjo en la misma jornada electoral. Ante el temor de una derrota, Netanyahu intentó movilizar el voto de la derecha con una expresión que fue definida como “racista” por los diputados árabes: “Los votantes árabes están acudiendo en masa a las urnas. Organizaciones de izquierdas les transportan en autobuses”.

Seis días después y bajo una fuerte crítica interna y externa, Netanyahu se disculpó ante un grupo de árabes invitados a su casa: “Sé que las cosas que dije hace unos días hirieron a algunos ciudadanos árabes de Israel. No tuve intención de hacerlo y me disculpo por ello. Mis hechos como jefe de Gobierno, que incluyen inversiones enormes en los grupos minoritarios, demuestran lo contrario. Soy el  primer ministro de cada uno de vosotros, de todos los ciudadanos israelíes, sin distinción de religión, raza o género”.

Obama resta importancia a las aclaraciones de Netanyahu y asegura que éste será analizado por sus hechos y no por sus palabras. Una respuesta que suele ser dedicada a un dirigente de un país enemigo al que lleva las riendas del principal aliado de EE.UU. en Oriente Medio. No es casual que el presidente de Israel, Reuven Rivlin, sitúe la reconstrucción de las relaciones con  Obama como la primera misión que debe afrontar el tercer gobierno consecutivo de  Netanyahu. “Fortificar las relaciones con Estados Unidos, nuestro amigo más importante, devolver la estabilidad del sistema político y recuperar la confianza de la sociedad”, exhortó al encomendarle la formación del Gobierno el pasado jueves.

 El líder del nuevo partido centrista Kulanu, Moshé Kahlon, será seguramente el nuevo ministro de Finanzas. Figura clave en la futura coalición de Netanyahu, quien le dice a este diario: “Aunque fundamos el partido para luchar contra la carestía de vida, deseo que seamos un Gobierno amplio que mantenga estrechas relaciones con EE.UU.”.

 La  prensa israelí se pregunta si lo que realmente molesta a Obama son las polémicas  palabras de Netanyahu o su clara victoria. Sobre todo cuando la Casa Blanca se hizo muchas ilusiones ante el  Maapaj (vuelco, en hebreo) en Israel anunciado por medios y sondeos locales.

 “Netanyahu puso las semillas de la lluvia y ahora nosotros recibimos la  tormenta”, escribe el periodista Ben Caspit que le acusa de “colarse en el Congreso y sacar la lengua a Obama. Ahora lo está pagando. Nosotros también. Los jefes de gobierno en Israel siempre entendieron que lo más importante para la seguridad es reforzar y cuidar la alianza con EE.UU. y no destruirla”.

 “La filtración sobre el supuesto espionaje es parte de la campaña de venganza de Obama contra Netanyahu por sus dos crímenes. Primero, el discurso en el Congreso atreviéndose a manifestarse contra un mal acuerdo con Irán. El segundo delito de Netanyahu es ganar de forma democrática las elecciones contra todo pronóstico. Obama abandona a sus aliados en la región como Israel y Arabia Saudí”, replica Boaz Bismuth en el diario Israel Hayom, afín al líder conservador.

 El liderazgo palestino contempla con satisfacción el duelo entre Obama y Netanyahu. Para el presidente Abu Mazen puede ser la llave que les abra la puerta a una victoria palestina en el Consejo de Seguridad de la ONU la próxima vez que estudie su propuesta para la creación de un Estado y el fin de la ocupación en Cisjordania.

 Las relaciones bilaterales, el destino del proceso de paz y la cuestión nuclear iraní dependen de en gran parte de la conexión Obama-Netanyahu. De momento, la hostilidad entre ambos desafía la histórica alianza entre EE.UU e Israel.

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