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Nelson Mandela: las dos caras del hombre que se enfrentó al apartheid

El fallecido líder sudafricano, famoso por su resistencia no violenta, en un momento apoyó la resistencia armada como forma de lucha contra el apartheid.

8 de diciembre de 2013 Por: Patricia Lee | Especial para El País

El fallecido líder sudafricano, famoso por su resistencia no violenta, en un momento apoyó la resistencia armada como forma de lucha contra el apartheid.

El mundo rinde homenaje a una leyenda, a un hombre que se convirtió en mito antes de morir, un hombre de la talla de Mahatma Gandhi o de Martin Luther King, uno de los forjadores del Siglo XX. Nelson Mandela llevó en alto las banderas de una de las mayores gestas del siglo pasado, que atravesó el mundo desde los colegios de Nueva Orleans y los buses de Georgia en Estados Unidos, hasta las minas de diamantes del África profunda: la lucha por la igualdad racial y los derechos civiles.El jueves, cuando Nelson Mandela murió, el sistema de discriminación racial en el cual nació, había desaparecido, por lo menos, en los papeles y en las leyes. Mandela fue el líder del movimiento que sepultó a uno de los más ignominiosos sistemas de discriminación y opresión, apartheid sudafricano, que existió hasta los años noventa del siglo pasado. El apartheidSi bien Mandela es recordado hoy como un hombre de paz y reconciliación que buscó la concordia entre las razas, su historia y su vida fueron muy distintas: en sus comienzos, Mandela fue el representante del ala más radical del Congreso Nacional Africano, la organización que lideró la lucha contra el apartheid. Aunque cueste creerlo, hasta hace algo más de dos décadas, existió un país en el mundo donde los negros, que eran 25 millones en una nación de 28 millones, no tenían derechos civiles, ni podían comprar tierras, votar, o casarse con una mujer u hombre blancos. En pleno Siglo XX, sucesivos gobiernos blancos de los descendientes de los colonos holandeses e ingleses, fueron aprobando leyes cada vez más segregacionistas. Millones de negros fueron enviados a la fuerza a pequeñas “repúblicas independientes” o “homelands” ubicados dentro mismo de Sudáfrica, de las cuales eran “ciudadanos”, razón por la cual necesitaban “pasaporte” o “el pase”, para viajar a las ciudades donde trabajaban, pasaporte que solo era otorgado junto con la vinculación laboral. En las ciudades blancas, se hacinaban en barrios de negros, los famosos “townships”, como Soweto, en Johanesburgo. Para el joven Nelson Mandela, proveniente de una familia real, nieto de un rey del clan Madiba de la etnia xhosa y educado en la casa real Thembu, esto era inaceptable. Estudió abogacía y en 1940, organizó la primera huelga estudiantil. Fue expulsado de la universidad, debiendo terminar sus estudios a distancia. Desde entonces, se inició una vida de exclusión, cárcel y enormes sacrificios. RadicalizaciónEn los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, allá por 1945, los aires de independencia surcaban el mundo. Las potencias coloniales europeas estaban en ruinas. En India, Mahatma Gandhi lideraba, con métodos pacíficos la pelea por la independencia de Gran Bretaña. El continente africano empezaba a entrar en ebullición, y en las próximas dos décadas, todos los países iban a repeler a franceses, ingleses, portugueses y belgas, marcando la independencia de todas las repúblicas.En Sudáfrica, Oliver Tambo, Walter Sisulu y Mandela, jóvenes y combativos, pertenecían al Congreso Nacional Africano. Esta organización, fundada en 1918 por negros intelectuales y de clase media, peleaba por la igualdad racial, pero se limitaba a mandar cartas y peticiones respetuosas que no lograban ningún resultado. Los jóvenes de sangre caliente no se resignaban a esta pelea infrucutosa.Cuando en 1948, el Partido Nacional, blanco, llegó al gobierno y empezó a implementar el apartheid con leyes de segregación como la prohibición de matrimonios mixtos, Mandela y sus amigos consideraron que era hora de radicalizarse.Fue así como crearon la Rama Juvenil de CNA, de la cual Mandela fue nombrado presidente en 1951, y redactaron un programa de resistencia pasiva. En 1952, los jóvenes lanzaron la Campaña de Desafío, un acto de resistencia no violenta. Mandela fue arrestado y condenado por violar la ley de prohibición a comunismo, pero la sentencia se mantuvo en suspenso.Las leyes del apartheid se continuaron reforzando con la llegada, en 1958, de Hendrik Frensch Verwoerd como primer ministro, estableciendo los “homelands” y promoviendo una política de erradicación forzosa de los negros para llevarlos a sus nuevas “patrias”.En 1960 se produjo el levantamiento de Sharpeville, en contra de los famosos “pases”, que fue reprimido por el gobierno, y dejó 69 muertos. El Gobierno prohibió a CNA, Mandela fue arrestado, y Tambo huyó al exilio. Mandela fue hallado no culpable, y se dedicó a organizar la resistencia a las nuevas leyes. Eran los años posteriores a la revolución cubana. La guerra de guerrillas hacía furor en el mundo. Los jóvenes se radicalizaban. En 1961, Mandela y sus amigos fundaron Umkhonto we Sizwe (‘La espada de la nación’) una organización armada. Después escapó del país y viajó por África y Europa preparando la lucha guerrillera y consiguiendo apoyo para el CNA. “Cincuenta años de no violencia no han traído al pueblo africano nada más que mayor represión y menores derechos”, escribían en ese momento. “Como la violencia en este país es inevitable, no sería realista que los dirigentes africanos continuaran predicando la paz y la no violencia, cuando el gobierno responde a nuestras demandas pacíficas con la fuerza”, decían los documentos de la organización en ese entonces.Al volver al país, Mandela fue arrestado y condenado a cinco años de prisión que luego se convirtió en una sentencia a prisión perpetua. En 1985, le ofrecieron salir de la prisión si firmaba un documento condenando el terrorismo, pero Mandela se negó, insistiendo que había apoyado la lucha armada “solo cuando todas las demás formas de resistencias se cerraron”. Símbolo de libertadDurante las casi tres décadas de prisión, la lucha por la cual Mandela ofreció su libertad fue creciendo y el apartheid empezó a crujir. El CNA se empezó a convertir en una organización masiva, y por todo el mundo empezó a recibir apoyo. El líder sudafricano solo volvió a la libertad en 1990. Pero el hombre que salió de la cárcel era muy distinto del que ingresó. “Admiré a Mandela como hombre de Estado: salió de la cárcel hablando de compasión e inclusión, me sorprendió su tono de tolerancia y reconciliación, habiéndolo conocido en los años 50, cuando era un revolucionario que respiraba fuego, muy alejado del benévolo hombre de Estado en que se convirtió” escribió el escritor sudafricano Zakes Mda.En esas casi tres décadas, el prisionero 46662 se convirtió en el símbolo de la libertad. Madiba, que quiere decir venerable, sabio, noble, pasará a la historia por haber negociado el desmonte del sistema del apartheid y la transición hacia una democracia multirracial al precio más alto que se pueda pagar, el de su libertad.Cuando salió de la cárcel, el mundo que Mandela conoció, era irreconocible: toda África se había liberado de las potencias europeas, el Muro de Berlín había caído, no quedaban dictaduras en América Latina, en Estados Unidos, los negros ya no dejaban el asiento a blancos, vivían en los mismos barrios y compartían trabajos y universidades.Fue así como Mandela entabló las difíciles negociaciones con el entonces presidente Frederic De Klerk para desmontar el apartheid, por lo cual será siempre recordado, y por el que los dos ganaron el premio Nobel de la Paz en 1993. En 1994, Mandela fue elegido el primer presidente negro de Sudáfrica, poniendo fin al horror de la segregación como sistema de Estado e inaugurando por primera vez un sistema democrático multirracial. “Gracias a Mandela la reconciliación en Sudáfrica fue posible”, dijo el jueves en una entrevista televisiva De Klerk.La discriminación no terminóPese a haberse logrado la igualdad legal, y a pesar del reconocimiento histórico del pueblo negro a Mandela, la discriminación no terminó, porque el sistema social y económico montado durante décadas siguió en pie. Es por eso que, a pesar de la veneración que suscita su figura, muchos sudafricanos tienen una mirada crítica sobre el papel de Mandela en su gobierno. El escritor sudafricano Zakes Mda, quien conoció a Mandela en su juventud, escribe que el líder fue muy criticado por un sector de la juventud y del movimiento negro, por haber llegado a un acuerdo con de Klerk, ya que los negros no obtuvieron las tierras que les pertenecían, robadas por los blancos durante la colonia y por eso critican la política de reconciliación de Mandela. “Para mí, Mandela no fue ni el diablo ni el santo que la mayoría de mis compatriotas creen. Lo veo como un hábil político, que fue capaz de resistir la megalomanía que llega con el poder y la deificación”, dice. “La distribución de la prosperidad en Sudáfrica fue muy mala. El país nunca fue un lugar de igualdad de oportunidades, y eso se reforzó, en lugar de modificarse, durante la presidencia de Mandela. Su prioridad a la reconciliación fue al costo de la verdadera reforma económica. La desilusión de muchos jóvenes negros empezó con su Presidencia”, escribió Mda. Lo cierto es que, aunque su tarea haya sido incompleta, Madiba será recordado por haber entregado su vida a ese ideal.

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