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“Lo que carcome a la sociedad me da un asco profundo”: Gianina Segnini

Considerada un referente del periodismo investigativo en el mundo, la costarricense Giannina Segnini recibió esta semana el reconocimiento a la excelencia del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.

24 de noviembre de 2013 Por: Catalina Villa | Editora de Revistas

Considerada un referente del periodismo investigativo en el mundo, la costarricense Giannina Segnini recibió esta semana el reconocimiento a la excelencia del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.

Ya desde niña, en su natal Costa Rica, le molestaban los contrastes. No entendía cómo era posible que a su lado izquierdo estuviera sentado el hijo del Ministro de Defensa, con su ropa impecable, mientras que a su derecha tuviera a esta chica brillante, líder, pero a pie limpio, sin posibilidad de comprarse un par de zapatos. Es cierto, no todo era malo en esa democracia que desde afuera se conocía como la Suiza latinoamericana: ambos tenían acceso a la misma educación. Pero unos zapatos, ¿cómo no tenía zapatos, la chica? Eso se preguntaba. Desde entonces hay cosas que molestan profundamente a Giannina Segnini. Las injusticias, claro, los abusos del poder, pero también las trampas, el silencio, y sobre todo la corrupción y la hipocresía. “Todo lo que carcome a la sociedad me produce un profundo asco”, dice mientras se fuma un cigarrillo en la Plaza de La Libertad, en Medellín. Hasta esta ciudad llegó Giannina el miércoles pasado a recibir el reconocimiento a la excelencia del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo, otorgado por la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, pues gracias a sus investigaciones, a su tenacidad, a su rigurosidad, a su afán por encontrar la verdad “ha contribuido a elevar los estándares del periodismo como servicio público”. Sus trabajos periodísticos, adelantados desde la redacción del diario La Nación, de Costa Rica, donde lidera la Unidad de Investigación, han puesto a temblar a muchos poderosos. Entre ellos dos ex presidentes, alcaldes, la cúpula de la Iglesia Católica de su país y altos ejecutivos de compañías multinacionales a las que se les comprobó el pago de sobornos. Al recibir el premio, Segnini aseguró: “Nunca antes tuvimos en frente tantas oportunidades para encontrar y contar historias relevantes, y para difundirlas en tan solo unos segundos por todo el planeta; y nunca antes vivimos mejor coyuntura para apropiarnos del futuro de nuestra profesión e irrumpir como protagonistas en la concepción, la experimentación y la consolidación de nuevos modelos periodísticos”.Lo dice la misma mujer que, a pesar de haber recibido amenazas, de haber recibido incluso un disparo en un pie, sigue considerando el oficio del periodismo como el mejor de todos.Giannina, hay un dato curioso. Usted no siempre quiso ser periodista. ¿O sí?, pero también soñaba con ser ingeniera. ¿Cómo terminó imponiéndose una pasión sobre la otra?Desde pequeña siempre tuve una gran pasión por la ciencia, por los números, y a la vez por el periodismo. De hecho, estudié física pura dos años, y volví a mi vocación original que era el periodismo. Y la fortuna es que pude combinar en él ambas pasiones. Y le apostó al periodismo investigativo…Nunca me imaginé haciendo otro tipo de periodismo que no fuera el de investigación. Y lo que me sedujo siempre fue el poder que este le otorga a uno: puedes hacer cambios sin necesidad de tener un cargo importante, sin tener millones. Si te lo propones puedes visibilizar temas, lograr cambios. La suerte es que yo he podido hacerlo.¿Qué la impulsó a buscar tan afanosamente la verdad y la justicia?Yo no me creo justiciera ni nada de eso. Simplemente me molesta cuando veo esos contrastes. Me molesta que la gente no tenga conciencia de que los dineros públicos son suyos y que con resignación acepte que le tocan las miserias y las boronas. Que no tengan esa conciencia realmente me desconcierta. Yo paso por periodos de muchísimo pesimismo y digo, bueno, el mundo está al revés. Los tontos y los malos están a cargo y ¿dónde están los buenos? Pasa en todas partes, incluso en el periodismo. Muy poca gente está haciendo cosas por convicción. Siempre hay un cálculo: qué gano conociendo a esta persona, o mejor a la otra, entonces a este le voy a mandar una regalo. Todo eso que carcome a la sociedad me enferma, me da profundo asco, y en concreto la injusticia contra los más débiles, contra los que ni siquiera se saben abusados y creen que eso se lo merecen. Usted empezó a ejercer este oficio hace más de 20 años. ¿Recuerda el momento en que sintió que realmente tenía el poder para cambiar las cosas?Hay una historia a la que le tengo profundo cariño y no tiene que ver con política sino con un fenómeno social. En Costa Rica un 10 % de la población es inmigrante, la mayoría de Nicaragua. En una época el gobierno decretó una amnistía para documentar a buena parte de esta población. Ante esa decisión, se acrecentó la xenofobia, y la discusión giraba en torno a premisas totalmente falsas: que los nicaragüenses nos quitaban los trabajos; que toda la delincuencia era culpa de los nicaragüenses porque ellos estuvieron en guerra y nosotros somos pacíficos porque no tenemos ejército; que eran ellos quienes estaban colapsando los servicios de salud y educación; y que había un desplazamiento de mano de obra.Entonces yo lo que dije es, aquí hay que quitarse cualquier preconcepción de estos mitos y mirar si es cierto. Cogí estadísticas de diez años y las comparé en el ámbito de la delincuencia y encontré que los costarricenses delinquían proporcionalmente más que los nicaragüenses. También que la mano de obra no desplazaba la mano de obra local; que encima de todo, había dinamizado la economía y que le debíamos buena parte del crecimiento económico a esa población que hace trabajos que los locales desprecian. Entonces se derrumbaron los mitos.Pero además, traté de verlo desde la otra óptica. Me fui a Nicaragua y encontré cuáles eran los centros de mayor desplazamiento de nicaragüenses hacia Costa Rica. Fui a esos lugares y no había que ser muy inteligente para darse cuenta de que esos sitios son los más pobres. La pobreza expulsó más gente de Nicaragua que la guerra misma. ¿Y cambió en algo la percepción que se tenía de ellos en su país?No digo que este trabajo acabó la xenofobia, pero sí estoy segura de que contribuyó, más que ninguno que hice antes, a cambiar la percepción que tenía la gente de los inmigrantes.Es reconocida su investigación sobre el manejo ilegal de dineros por la Iglesia de su país. ¿Cómo surgió el caso?Surge porque una persona nos llama y nos dice que el obispo y la Iglesia lo estafaron. Resulta que la Iglesia le había hecho un préstamo por dos millones y medio de dólares. Esa persona había puesto como garantía una cadena de hoteles que tenía, pero como no había pagado a tiempo, le confiscaron toda la cadena la cual valía mucho más de lo que le habían prestado. Lo sorprendente fue que descubrimos que la conferencia episcopal tenía un banco ilegal, estaban haciendo intermediación financiera ilegal.Pero quizás los casos que mayor repercusión tuvieron fueron los relacionados con dos expresidentes de su país Rafael Ángel Calderón y Miguel Ángel Rodríguez...Sí. En el caso de los expresidentes se comprobaron sobornos de la compañía de telecomunicaciones francesa Alcatel y de un consorcio finlandés que a través de una compañía en Costa Rica vendió equipos médicos finlandeses. La compañía representante en Costa Rica pagó sobornos a una serie de funcionarios públicos a cuenta de un ex presidente. Uno está condenado en firme y el otro todavía está en apelación.Cuando empezó con estas denuncias, se escucharon voces que decían que usted estaba dañando la imagen de su país. ¿Cómo asumió esas críticas?Yo amo a Costa Rica. Pero es cierto: bajamos 14 puestos en el ranking de transparencia internacional después de estar en los mejores lugares. Hubo un sector reducido que lo vio así, y pensé que esta idea de que las investigaciones iban a dañar la imagen del país iba a calar. Pero no fue así. La balanza estuvo más inclinada a que se siguieran contando las cosas. Creo que la gente entendió que no sirve estar de primeros en un ranking si esa imagen no es real. Giannina, usted es un referente del periodismo en el mundo, viaja compartiendo su conocimiento. ¿Cómo ve la realidad en otros lugares?Hace poco estuve en Timor Oriental dando un curso para periodistas y realmente sufrí de ver lo que vi. Los periodistas ni siquiera se atreven a preguntar porque hay una cultura de pleitesía ante el poder. Gracias al taller, retamos por primera vez esa barrera del periodismo crítico que nunca ha existido, pues esta es la segunda democracia más reciente del mundo, e hicimos cosas increíbles. Una periodista, a la que voy a llevar en el corazón siempre, pudo demostrar un caso de corrupción por primera vez. Lo triste es que la censuraron porque los dueños del medio tuvieron miedo de enfrentarse al poder, teniendo todas las evidencias. Y ahora me pregunto: para qué fui, si ahora esta mujer quedó peor, la tienen fichada. Eso me tiene el alma partida.

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