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Las contradicciones llevaron Lugo a perder la Presidencia de Paraguay

La lucha por la tierra y relaciones políticas afectaron su gobierno. Los escándalos por paternidad le restaron credibilidad.

24 de junio de 2012 Por: Patricia Lee | Especial para El País

La lucha por la tierra y relaciones políticas afectaron su gobierno. Los escándalos por paternidad le restaron credibilidad.

La destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo es un llamado de alerta para los presidentes de corte progresista que han dominado la arena política de América del Sur en la última década. La destitución suscitó una condena continental. Los cancilleres de la Unasur la rechazaron por considerar que se violó el debido derecho a defensa del Mandatario. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, sugirió expulsar a Paraguay del Mercosur y de la Unasur; Cristina Kirchner dijo que “Argentina no va a convalidar un golpe de Estado”, y los presidentes de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador anunciaron que no reconocerán al nuevo mandatario, el liberal Federico Franco, quien hasta el viernes tenía el cargo de vicepresidente. Las contradicciones de un modeloLa matanza de 17 personas, seis policías y once campesinos, luego de una violenta toma de tierras, dejó al desnudo todas las fragilidades políticas y sociales de este país, donde la tierra ha sido la madre de todas las batallas.El final de Lugo es el resultado de las contradicciones de su propio gobierno. El exsacerdote había ganado las elecciones presidenciales en 2008 al mando de una amplia coalición, la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), con el apoyo del Partido Liberal Radical Auténtico (Plra), poniendo fin al gobierno de más de sesenta años del partido Colorado del general Alfredo Stroessner. Partidario de la Teología de la Liberación, separado de la Iglesia por su decisión de dedicarse a la política, Lugo supo ganar el apoyo de amplias franjas sociales en especial de los campesinos sin tierra.Sin embargo, desde hace un tiempo venía perdiendo el soporte necesario para gobernar. En un país católico y tradicionalista, los escándalos por las denuncias de paternidad que lo llevaron a reconocer al menos dos hijos, hicieron caer su popularidad, al tiempo que su salud se vio debilitada por un cáncer linfático.Pero lo que erosionó definitivamente su poder, fue la misma causa de su triunfo: la explosiva lucha por la tierra de los campesinos en contra de los propietarios de campos que cultivan soya en la frontera con Brasil y Argentina.Paraguay es el cuarto exportador de soya del mundo, pero tiene una amplia capa campesina muy pobre, que viene exigiendo un pedazo de tierra desde hace décadas. Su renta per capita es un cuarto de la del vecino Brasil, y si bien en 2010 la economía creció un 15%, esta cifra solo fue del 3,8% en 2011 y se espera una contracción de 1,5% este año.Lugo no pudo ni contentar ni contener a los campesinos, a pesar de haber propuesto una reforma agraria “diseñada y negociada con todos los actores involucrados sin caer en procesos traumáticos ni violentos”, y poco a poco fue siendo desbordado por las invasiones a propiedades de los “brasilguayos”. Rosendo Fraga, del Centro para la Nueva Mayoría en Buenos Aires, dijo a El País que la crisis “es consecuencia del desgaste de Lugo y sus dificultades en el Parlamento, donde la oposición siempre tuvo una cuota de poder importante y en algunos momentos, apoyó al Vicepresidente como una alternativa contra el Presidente”.Lugo “no supo transformar sus votos en una formación política con fuerza legislativa”, según el analista argentino Santiago O’Donell. “Activó políticamente a sectores hasta entonces marginados, más acostumbrados a la acción directa que a los mítines políticos, pero esas fuerzas no supieron o no pudieron ganar representatividad electoral”. Su base de alianzas se erosionó con rapidez. Se enemistó con los liberales, en particular con su vicepresidente Federico Franco, quien lo criticó por los escándalos de paternidad y por excluir a los liberales de las decisiones, y se aferró a su entorno de la Teología de la Liberación, ubicándose del lado de los presidentes Chávez, Correa y Morales, pero sin lograr una transformación radical del campo paraguayo a favor de los campesinos, dejando intacto el poder de los grandes propietarios.La masacre del 15 de junio colocó a Lugo como responsable, tanto ante los ojos de los propietarios que lo ven como el culpable de incitar las tomas de tierras, como de los campesinos, que acusan a su gobierno por la represión para defender la propiedad de un empresario colorado, Blas Riquelme. Lo más grave vino después, cuando Lugo realizó una pirueta política que dejó a todos descontentos: eligió a Rubén Candia, del Partido Colorado, como nuevo ministro del Interior en sustitución de Carlos Filizzola, su aliado y de los liberales.Los liberales vieron una maniobra: el intento de Lugo de crear una nueva alianza electoral con un sector de los colorados para las elecciones presidenciales de 2013. Este salto de acrobacia terminó con su caída sin red de contención. Así, Lugo logró la increíble alianza de partidarios y opositores, que lo expulsaron del poder casi por unanimidad. La Iglesia Católica, para quien el salto de Lugo a la política fue como una puñalada, apoyó el plan destituyente. En la mañana del viernes, un grupo de obispos de la Conferencia Episcopal visitaron a Lugo para pedirle que renunciara.Lo que vendráLugo fue destituido cuando falta menos de un año para las elecciones. El nuevo presidente, Federico Franco, católico practicante, promete quedarse hasta las elecciones y no presentarse como candidato.La tibia reacción en contra de la destitución y la rápida aceptación por parte de Lugo, parecen significar que ya es un hecho cumplido, y que no provocará la crisis que se abrió, por ejemplo, en Honduras, con la destitución de Manuel Zelaya. “Lugo ha acatado su destitución, pero parece decidido a seguir siendo un actor político en la región. Quizás él ha percibido con acierto, que convocar a sus partidarios a la resistencia, hubiera sumido al país en una violencia mayor que la sucedida recientemente, que precipitó su salida del gobierno”, dice Rosendo Fraga.Llamado de atenciónLos mandatarios de la Unasur han cuestionado el proceso destitutivo por no haber garantizado el legítimo derecho de defensa, y debaten las medidas a tomar. “Nada justifica el recurso de” impeachment”, dispositivo que debería reservarse para casos de claro incumplimiento de la ley por parte del mandatario. De la forma apresurada con que se realizó el juzgamiento, no se concedió al reo el derecho de defenderse de manera apropiada”, escribió el editorialista del influyente Folha de Sao Paulo.Sin embargo, la acción de la Unasur, cuyos cancilleres viajaron el mismo viernes a Asunción, se vio debilitada por la rápida aceptación de Lugo. Habrá que ver hasta dónde llegan en su defensa del presidente saliente, y si se aplica la famosa “cláusula democrática”, que permite excluir al país de los organismos suramericanos.Hace más de cinco años que el sur del continente no vivía dramáticos cambios institucionales. Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela, el PT en Brasil y el justicialismo de los Kirchner en Argentina, las ordenadas elecciones chilenas y las sucesiones presidenciales de acuerdo con el orden constitucional en Perú, habían alejado, por un tiempo, el fantasma de los golpes, la inestabilidad y las maniobras políticas imprevistas.La sacada de Lugo del poder es un serio llamado de atención para todos ellos: un gobierno que prometió mucho, cumplió poco, y que fue destituido sin oponer resistencia.

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