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La conmovedora historia del nieto de la 'Abuela' de Mayo en Argentina

Ignacio es el nieto 114 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo y el nieto de su presidenta.

10 de agosto de 2014 Por: Patricia Lee | Corresponsal en Argentina

Ignacio es el nieto 114 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo y el nieto de su presidenta.

En una pequeña sala abarrotada de cámaras, en la sede de las Abuelas de Plaza de Mayo en Buenos Aires, Ignacio, como prefiere que lo llamen, o Guido Montoya Carlotto, para las dos familias que lo esperaron 37 años, abraza a Estela, su verdadera abuela. Criado en el campo, acostumbrado a los silencios y a la vida apacible de Olavarría, una ciudad de la provincia de Buenos Aires, Ignacio todavía no se acostumbra a su nuevo yo: su numerosa familia materna es ruidosa como todas las familias italianas, y a él, hombre solitario, todavía le cuesta eso de los “abrazos” como reconoce ante cientos de periodistas del mundo que se agolpan para escucharlo.Ignacio cuenta cómo las cosas le empiezan a “cerrar”, porque después de ver la foto de su verdadero padre, un joven estudiante de música que se llamaba Óscar Montoya y que fue asesinado en 1978, descubrió no solo que es igualito a él, sino que ahora entiende de dónde le salió la pasión por la música, a pesar de haber sido criado por un par de campesinos pobres.Han pasado solo tres días desde que Ignacio Hurban se enteró de que es el nieto 114 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo, y el nieto de su presidenta, Estela de Carlotto, la madre de Laura, asesinada en 1978 a los 23 años de edad, un mes después de su nacimiento.Laura era una joven universitaria rebelde de los años setenta, que pertenecía a la Juventud Peronista en la ciudad de La Plata. Aunque era una militante de base, fue secuestrada junto con Óscar, su pareja, en noviembre de 1977, cuando llevaba dos meses de embarazo. Laura fue trasladada al campo de torturas de La Cacha, y su compañero fue asesinado delante de ella. El 26 de junio de 1978 nació su hijo, a quien le susurró en el oído el nombre de Guido, pero luego de unas horas se lo sacaron. Un mes después, le dijeron que la iban a liberar para encontrarse con su hijo, pero la sacaron del lugar de detención y la acribillaron. Al día siguiente, llamaron a su familia para que recogiera el cuerpo.Las Madres y las AbuelasPor esos años terribles, las primeras madres y abuelas empezaron a reconocerse en juzgados, hospitales y dependencias policiales, primero averiguando por sus hijos desaparecidos y luego por sus nietos. Después de buscarla durante meses sin noticias, Estela, que era maestra, se enteró de que Laura estaba embarazada, por otros prisioneros que la habían visto. Y cuando recibió la terrible noticia de la muerte de su hija, empezó a buscar a su nieto.Con otras mujeres desesperadas, Estela fundó las Abuelas de Plaza de Mayo, que desde entonces ha logrado restituir la identidad de 114 niños y bebés de los cerca de 500 sustraídos por los militares.El patrón siempre era el mismo: las madres eran retenidas hasta el parto, las llevaban a un hospital militar donde daban a luz, después les sacaban los hijos para entregárselos a militares o amigos, y las mataban. En el caso de Ignacio, se habría tratado del ganadero Francisco Aguilar, con importantes conexiones con los militares, que murió en marzo pasado, y que era el propietario del establecimiento donde trabajaba Clemente Hurban y su esposa, un matrimonio que no podía tener hijos.En el caso de Juliana García, uno de los grupos de tareas de la dictadura llegó a su casa en la localidad de Villa Adelina, cuando ella tenía 3 años. Fusilaron a su papá delante de ella y se llevaron a su madre embarazada. Juliana guarda borrosos recuerdos de esa noche en que hombres malos explotaban bombas. De chiquita le decían que su mamá iba a volver y ella miraba por la ventana los buses que pasaban, sin explicarse por qué no llegaba, hasta que le contaron que había muerto. De adolescente, empezó la búsqueda de su hermano o hermana, se vinculó a las Abuelas, y entrevistó a cientos de jóvenes buscando ese detalle instintivo que le permitiera reconocerlo o reconocerla. Hasta que, a los 32 años, encontró a Bárbara, que había sido criada por el suboficial Luis José Ricchiutti y su mujer, que simuló un embarazo para fraguar la tenencia de la niña. Ricchiutti fue condenado en 2010 a trece años de prisión.Larga esperaLa lucha de las abuelas ha sido muy larga. Al principio, juntaban algunos indicios de que un chico podía ser hijo de desaparecidos, intentaban acercarse, ir a la puerta de los colegios, muchas veces con malos resultados, porque los chicos eran todavía pequeños para entender, o estaban muy sujetos a la autoridad y el control de sus padres, que con frecuencia lo habían sido de mala fe. Pero cuando los muchachos fueron creciendo se hizo más fácil, porque muchos de ellos, que son los que tienen las piezas del rompecabezas de su vida, empezaron a buscar por su cuenta y a armar su verdadera historia.Para esto fue decisiva la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que juntó muestras genéticas de miles de familiares de desaparecidos durante la dictadura militar, y que, con la asesoría de los mejores antropólogos del mundo, trabajó lo que se llama el “índice de abuelidad”, una fórmula estadística que tiene en consideración el hecho de que no se puede hacer el análisis de ADN a los padres de estos niños porque están desaparecidos, y que llega a los resultados a partir del análisis del ADN de abuelos y de otros familiares.Ese fue el caso de Ignacio/Guido, por partida doble, ya que la familia Carlotto no sabía quién era el padre del hijo de Laura, pero con ayuda del BNDG se pudo establecer que se trató de Óscar Montoya, un joven aficionado a la música de la provincia petrolera de Chubut, que pertenecía también a la Juventud Peronista y que se vino a La Plata huyendo de la represión militar. Sus restos fueron encontrados en 2009 en un cementerio de la provincia de Buenos Aires, enterrado como NN y gracias a la labor de los antropólogos forenses se estableció su identidad, que ahora se cotejó con la de su hijo Ignacio/Guido.Resonancia mundialDesde el miércoles, los teléfonos no paran de sonar en la sede de las Abuelas de Plaza de Mayo en el centro de Buenos Aires, porque se multiplicaron las llamadas de jóvenes que tienen dudas sobre su verdadera identidad.“Quisiera que esta situación que estoy viviendo sirva para potenciar esta búsqueda y que entendamos la importancia que tiene cerrar las heridas. Tengo la suerte de ser parte de este pequeño efecto de cicatrización”, dijo Ignacio en la conferencia de prensa, llamando a todos los que tengan dudas a acercarse, a escuchar esos “ruidos en la cabeza”, como él los llamó, para verificar su identidad.El feliz reencuentro de Guido con sus familias paterna y materna es, como él lo definió, “una pequeña victoria dentro de una gran derrota que nos hemos dejado hacer”. “El sentido de que yo esté acá hoy tiene que ver con aportar mi grano de arena, tratar de generar conciencia, para volver a la búsqueda”, concluyó Ignacio / Guido.

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