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Juan Pablo II, más cerca del cielo

Júbilo en el mundo católico por beatificación de Juan Pablo II hoy. No faltan las críticas por su rápido camino a la santidad. En Cali, feligreses se unen a la fiesta. Se promoverá templo que llevaría su nombre.

1 de mayo de 2011 Por: Redacción de El País y Agencias

Júbilo en el mundo católico por beatificación de Juan Pablo II hoy. No faltan las críticas por su rápido camino a la santidad. En Cali, feligreses se unen a la fiesta. Se promoverá templo que llevaría su nombre.

1. Debate non sanctoLa beatificación de Juan Pablo II, la tiene feliz, “no me cabe la dicha”. Tanto, que hoy, en la misa que se celebrará en la Catedral, a las 12:00 del día para que centenares de caleños se unan a la celebración mundial, Estela Lalinde lucirá la camiseta con la imagen del ‘Papa peregrino’ que escogió hace ya unos días.Sin que aún sea declarado santo, Estela, madre de cinco hijos y abuela de doce nietos, recurre a Karol Wojtyla cuando tiene una dificultad o quiere pedir por la protección de sus seres queridos. Incluso, dice, gracias a él, el miedo a la oscuridad, a la soledad y a muchas otras cosas, desapareció de su vida.“No temáis a las sombras, el Señor está contigo” escuchó al Santo Padre decir hace varios años en una de las transmisiones que seguía del Sumo Pontífice por Radio María o por el canal de Tv. WTN.Lalinde es el vivo ejemplo de los millones de católicos que se regocijan en todo el mundo por el gran acontecimiento: a seis años y un mes de su muerte el Papa Juan Pablo II será proclamado en Roma beato, es decir está a un solo paso de ser santo.Al declararlo beato, lo que está diciendo la Iglesia, explica el sacerdote Jorge Humberto Peláez, rector de la Universidad Javeriana, es que “ese hombre con sus defectos y limitaciones, con todo el debate que puede suscitar, encarnó unos valores y una propuesta de vida fascinante e inspiradora de la fe cristiana”.Pero en la viña del Señor no todos están conformes con que al Apóstol de la Paz se le conceda el título de beato, por la rapidez con que se llevó a cabo su proceso de beatificación, cuya causa se abrió tres meses después de su muerte y no al quinto año, como acostumbraba la normativa vaticana. La lluvia de críticas por esta y otras razones ha caído sin parar.50 teólogos de Alemania le tachan de no haber apoyado, cuando fue Papa, al arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, que a un año de la audiencia que sostuvo con él, fue asesinado.Entre tanto, el autor inglés David Yallop no deja de proclamar lo que ha escrito en su libro ‘El poder y la Gloria’: que Juan Pablo II durante su pontificado de 27 años protegió a jerarcas de la Iglesia que fueron denunciados por abuso sexual a menores, como el padre mexicano Marcial Maciel, fundador de Los Legionarios de Cristo.Asimismo, se pone en tela de juicio la imparcialidad de los participantes en el proceso, incluido el actual Papa, ya que de algún modo le deben sus puestos a Juan Pablo II. Y como dice en Colombia el conferencista Gonzalo Gallo, “es posible que la aceleración de la beatificación busque que la buena imagen de Juan Pablo II mejore la mala imagen de la Iglesia”.La Iglesia ha salido al paso a señalamientos como éstos. El cardenal Angelo Amato, que preside la oficina de canonización vaticana, argumentó que el proceso de beatificación de Juan Pablo II fue tan exhaustivo como cualquier otro y más riguroso que muchos por tratarse de un papa, y que no se tomaron atajos en el estudio de su vida y virtudes. Respecto al silencio del Papa frente a los abusos sexuales, Amato comentó: “El pecado existe. Nuestros pecados existen. Pero esto no impide la santidad de otros”.En Cali el debate tampoco se extingue. Para Fray Luis Patiño a Juan Pablo II le dispensan todos los trámites y el Vaticano decide beatificarlo rápidamente, mientras retarda la beatificación de personas que el pueblo ya llama santas mucho antes que a Juan Pablo, como a San Romero de América, arzobispo de El Salvador, asesinado por defender los derechos humanos.Monseñor Darío de Jesús Monsalve sostiene que el proceso de beatificación de Juan Pablo II obedece más a la ‘vox populi, vox dei’ (la voz del pueblo es la voz de Dios) pues en las mismas exequias del pontífice el pueblo gritaba “santo súbito, santo súbito, es decir, inmediato”.El proceso es traslúcido, dice, “creo que no hay que empañarlo con críticas un poco rebuscadas”. Por eso, no está de acuerdo con que tilden al proceso de exprés. “Es ofensivo porque exprés es dinero de por medio, corrupción. Y esto no tiene nada de dinero ni de corrupción. El proceso es directo porque directo fue el testimonio del milagro, la experiencia de santificación y porque la aclamación universal ha sido así, que es el sentir de millones de católicos en el mundo”.2.Sencillo y carismático“Acarició y besó a los 800 leprosos, uno por uno. ¡Uno por uno! Para mí, era un hombre de Dios”, recuerda Arturo Mari, de 71 años, quien fuera el fotógrafo personal de Juan Pablo II durante 27 años y testigo mudo de cada audiencia, misa, viaje o cena del Papa considerado el más mediático de la historia de la Iglesia Católica.Pero también el más sencillo y carismático. Al punto de romper el protocolo que le dictaba ir ese 4 de mayo de 1984 al leprosario de Sarok, Corea, dar un breve discurso sobre el sufrimiento y partir. Pero contempló los rostros de los enfermos y Karol Joseph Wojtyla apartó al cardenal que trataba de acabar el acto y se puso a trabajar en lo que sabía: tener contacto cercano con los fieles de Dios.Lo mismo que hizo en Popayán durante su visita a Colombia entre el 1 y el 8 julio de 1986. En su encuentro con los indígenas el 4 de julio, un sacerdote interrumpió bruscamente el discurso de Guillermo Tenorio, representante de la comunidad páez, que denunciaba la discriminación contra los indígenas en Colombia. Pero con un gesto Su Santidad ordenó que el nativo de Toribío continuara, dando una lección de tolerancia y respeto. Es más, como el papa políglota que fue, también les habló en lengua páez, además del español. Esa fue la impronta que dejó Juan Pablo II en el mundo católico. Y en el no católico también, porque ha sido el jerarca de mayor trascendencia ecuménica, que siempre propició el encuentro con los diferentes credos religiosos.Monseñor Darío de Jesús Monsalve recuerda su primer cara a cara con Juan Pablo II en esa visita a Colombia de 1986, cuando era aún sacerdote secretario de la Conferencia Episcopal. Y al ir a Roma a estudiar en 1989 asistió a audiencias con él.“Tuve momentos muy bellos y tengo fotografías de entonces. Como obispo auxiliar de Medellín en 1994 tuve una audiencia privada inolvidable por la cercanía afectuosa del Santo Padre con nosotros”, narra el religioso.Dos visitas más y otra como obispo de Málaga, Santander, le traen recuerdos gratos. Como el almuerzo en el comedor privado con doce obispos colombianos. “Fue un diálogo inolvidable en el que el Papa nos demostró cómo conocía la historia y la realidad nuestra. Nos preguntaba, por ejemplo, dónde se celebró la primera misa en Colombia o qué relación había entre la violencia actual del país y las culturas precolombinas”. Así de profundo era. Pero también tenía un sentido del humor espectacular. “Por ejemplo, recuerda monseñor Monsalve, ese día entró al comedor batiendo el aire con su bastón y desde la puerta gritó: ‘Estos colombianos son hasta buena gente’. Así, en perfecto español. En otra visita nos regaló un crucifijo. Como monseñor Augusto Aristizábal (q.e.p.d.), entonces obispo de Jericó, usaba anteojos muy gruesos, al entregarle el obsequio bromeó : ‘el ciego de Jericó’. Yo sentí al Papa muy humano”.Tampoco olvida la vez que hacían fila para comulgar en la Basílica de San Pedro. “A mi lado iba un sacerdote recién llegado a estudiar a Roma, con una barba muy fea. Cuando el Papa le fue a dar la comunión, lo miró y le dijo: “barba, barba, barba”. Por supuesto, el padre salió a comprar cuchillas y a afeitarse. Era simpatiquísimo”.Estudiosos de la vida de Juan Pablo II, como el ex sacerdote Gonzalo Gallo, lo destacan como “un ser bueno, carismático, espiritual y bondadoso, que le sabía llegar a la gente, a pesar de sus posturas conservadoras”.Monseñor Monsalve confirma que en todos sus apuntes mostraba un alma muy humana, muy atenta a cada realidad, muy cálida, paternal y traslúcida en el sentido de Dios. “Verlo postrado en oración en su capilla privada era embriagador. Yo me embelesaba y lo sentía así. Y todos los que íbamos a las 5:00 a.m. a celebrar la misa con él en su capilla privada. Él llegaba a las 4:30, se concentraba en la oración y se podía quedar ahí media hora. El secretario tenía que decirle: ‘ya Santidad, recuerde que tiene compromisos a tal hora’”.Pero la experiencia más avasalladora que vivió monseñor Monsalve con el hoy beato fue en la última visita, cinco o seis meses antes de morir. “Nos recibió en su casa de veraneo en Castelgandolfo. Estaba muy enfermo, con dificultad para respirar y me preguntó por mi segundo apellido, Mejía, y si era pariente del cardenal Mario Mejía. ‘No santidad, él es argentino, yo soy colombiano. Mejía era el apellido de mi madre, que por cierto hace pocos días murió’, le dije. ¿Cómo llamaba su madre? preguntó y al decírselo, me invitó: ‘entonces recemos por ella’, e hizo un responso. Luego hablamos sobre el clero y situaciones de mi Diócesis”.Aclamado por las multitudes, aún críticos como Gonzalo Gallo, desdeña los juicios negativos que del Papa hizo el escritor británico David Yallop. “Su posición es muy dura y, por lo mismo, no tan objetiva. Juan Pablo fue un buen Pontífice. Es cierto que ojalá hubiera mostrado ante los escándalos sexuales y financieros de la Iglesia, la inesperada firmeza que desplegó contra la teología de la liberación”.Por su parte, Monsalve resalta del Pontífice ese don para particularizar el diálogo con sus interlocutores, aún enfermo y con tantas audiencias. “No tuve duda que siempre estuve ante un hombre de unas dimensiones inmensas y ese es el mensaje de la beatificación de Juan Pablo II: que la vida de cualquier ser humano, por sencilla que fuere, toma dimensiones inmensas cuando se pone en las manos de Jesucristo”. Cali, a sus piesEl pasado 14 de enero el papa Benedicto XVI promulgó el decreto por el que se reconoció un milagro acaecido por intercesión de Juan Pablo II.Se trató del caso de sanación de la religiosa francesa Marie Simon Pierre, de 51 años, que desde 2001 padecía de mal de Parkison, el mismo que sufrió el Santo Padre. Luego de tres años de tener la enfermedad, a la monja se le acentuaron los temblores, los dolores, la rigidez y el insomnio.Atendiendo una sugerencia de la madre superiora de su comunidad le pidió al entonces recién fallecido papa que la curara. Ella, zurda, con su mano izquierda temblorosa, escribió el nombre de Juan Pablo II en un papel. Al principio, le resultó ilegible. Insistió y luego, vio esa noche, que lo podía hacer claramente. Sintió entonces un deseo inmenso de rezar al Pontífice. Pasó poco tiempo para que sus dolores y temblores desaparecieran. Libre de esa enfermedad, su testimonio lo envió a la Congregación para las Causas de los Santos.Junto al testimonio de la religiosa francesa también llegaron a la Congregación 256 más de hechos calificados como prodigiosos, pero el de ella fue el escogido para estudio, por ser el más contundente. Ahora, se necesitará otro milagro para que Juan Pablo II llegue a ser santo. El procesoEl camino para que el también llamado ‘Atleta de Dios’ se convierta en santo se inició el 28 de junio de 2005 en Roma. El postulador de su causa fue el monseñor polaco Slawomir Oder.Desde que se instauró su proceso recibió el título de Siervo de Dios, primer paso en su camino a la santidad. Con los años y después de que el tribunal de la Congregación para las Causas de los Santos estudiara su vida, obra y milagro, fue llamado Venerable, explica el sacerdote José González.Hoy se cumplirá el tercer paso en su rumbo a la santidad en una ceremonia en la que se esperan 50 jefes de Estado y la asistencia a la Plaza de San Pedro de por lo menos 400.000 peregrinos llegados de todo el mundo, principalmente de Francia, pero sobre todo de Polonia, considerando que fue el primer papa de ese país y el único no italiano en 450 años, desde el holandés Adriano VI (1552).Durante la ceremonia de beatificación se expondrá a la veneración de los fieles una pequeña ampolleta con su sangre, que luego quedará conservada en el Sagrario de El Vaticano.Una vez Benedicto XVI lo proclame beato, se descubrirá un gran retrato de Juan Pablo II en el balcón principal de la Catedral de San Pedro, se cantará en latín el himno del beato y se anunciará que su festividad litúrgica se celebrará el 22 de octubre, aniversario del comienzo de su pontificado (1978), uno de los tres más largos de la historia.CelebracionesLa feligresía católica caleña no se ha quedado atrás en la celebración de este acontecimiento. Por eso se oficiarán misas en su honor hoy domingo, en las que se retomará el “hermosísimo sermón que dio sobre la familia en su visita a Cali, en 1986”, comentó el arzobispo coadjutor de la Arquidiócesis de Cali Darío de Jesús Monsalve.Una de estas eucaristías tendrá lugar hoy en Valle del Lili (parqueadero de La 14) a las 11:00 a.m. En el sector se levantará una iglesia que llevaría el nombre de Juan Pablo II. “Es un proyecto parroquial y estamos esperando que lo declaren beato para pedir el permiso a la Santa Sede. A partir de este domingo se puede hacer esa petición para ponerle ese nombre a la parroquia que se eregirá con la ayuda de todos”, explica Monsalve Mejía.Monseñor Monsalve también dice que se va a promover con mucha fortaleza el mensaje de la unión y respeto familiar con la creación en Cali de un instituto arquidiocesano de la familia. “Se promoverá el instituto a partir de ese mensaje de Juan Pablo II y continuando con el ministerio de Benedicto XVI”, precisa.Así las cosas sólo nos resta esperar, como dice Fray Luis Patiño Santacoloma, que “ojalá el beato Wojtyla logre el milagro más urgente: una nueva manera de ser Iglesia, cercana a la gente del pueblo, una Iglesia humilde, sencilla, alejada de los poderosos y el boato mundanos”.

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