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El tenor italiano Andrea Bocelli se presenta hoy en Bogotá

No es fácil lograr un acuerdo sobre la figura y la carrera de Andrea Bocelli: algunos se apresuran a llamarlo el mejor cantante lírico de estos tiempos. Otros consideran una ofensa sus coqueteos excesivos con la música popular y ritmos modernos como el pop.

22 de marzo de 2011 Por: Por Lucy Lorena Libreros | Periodista de GACETA

No es fácil lograr un acuerdo sobre la figura y la carrera de Andrea Bocelli: algunos se apresuran a llamarlo el mejor cantante lírico de estos tiempos. Otros consideran una ofensa sus coqueteos excesivos con la música popular y ritmos modernos como el pop.

No nos llamemos a engaños, la historia de Andrea Bocelli está cocida con varios de esos retazos de drama y fortunio que calan para siempre en lo profundo del alma de los pueblos, siempre ávidos de héroes de barro. La ecuación, en este caso, podría resultar pan del cielo para cineastas, novelistas o periodistas hambrientos de personajes memorables: érase una vez un niño ciego, estudioso del piano, la flauta y el saxófono, que siendo joven se graduó con honores como abogado y siendo hombre se doctoró con no menos laureles en la fama, al abrigo de la bendición de un gladiador de la ópera como Luciano Pavarotti y de los más de setenta millones de trabajos discográficos que ha vendido en todo el planeta. Celin Dion puso la nota aún más alta: durante un concierto gritó ante miles de espectadores que si Dios tuviera voz, esa voz sería como la de Andrea Bocelli. De su propio milagro le escucho hablar a Bocelli al otro lado del teléfono. En Italia, donde nació un 22 de septiembre de 1958. La suya es una voz sedante, bellísima, seductora, y el tipo se esfuerza por acariciar las palabras como si fuesen piezas de cristal que corren el riesgo de quebrarse a la mínima brusquedad.Comienza por lo que él ha contado tantas veces, por lo evidente: que la falta de luz en sus ojos es culpa de un glaucoma, enfermedad que lesiona para siempre el nervio óptico que lleva la información visual al cerebro. La segunda causa de ceguera en todo el mundo, le explicaron alguna vez.Contaba apenas seis meses de nacido, cuando Andrea se sometió a la primera de veintisiete operaciones de la vista que la ciencia creyó necesarias para él. Pero mientras los años huían, sus ojos respondían cada vez menos. Lo del glaucoma había crecido bajo sus párpados de forma silenciosa —esa es una de sus trampas— y él, sin más caminos que tomar, terminó en el pupitre de una escuela para niños invidentes. A los 12 años, no tuvo más remedio que rendirse ante la intransigencia de la ceguera irreversible. Andrea recuerda que antes de eso la retaba: amaba la velocidad, las escondidas, los juegos bruscos. Y fue precisamente con un potente balonazo en el rostro, recibido durante un partido de fútbol, cuando Alessandro y Eddi Bocelli, sus padres, entendieron que en la familia alguien debía aprender a caminar a tientas por la vida. El fogonazo de la pelota no hizo más que adelantar lo inevitable: que se quedara ciego de forma definitiva. La música —como escribió Gabo cuando hablaba de literatura en los albores de su vida— pasó a ser para Bocelli su droga feliz en esos años pedregosos. Los adultos de la granja, rodeada de viñedos y olivares, de la provincia de Lajatico, en la toscana italiana donde Bocelli nació, cargaban en los bolsillos suficiente apreciación musical para advertir la calidad de la voz del niño, que muchas veces, obligado, amenizaba los encuentros familiares abrevando piezas del cancionero popular italiano para su improvisado repertorio.La fuerza de su voz hacía olvidar a todos, incluso a él mismo, de los ojos que no fueron. Su madre lo evoca mejor que él: “Ella me cuenta que yo me ponía a llorar apenas escuchaba una melodía. Incluso, a través del muro del cuarto del hospital a donde me llevaron después de aquel golpe con el balón, giraba hacia el sonido y lo escuchaba fascinado. Ella no se explicaba por qué lloraba”. Él sí. Desde esa época, recuerda Bocelli, ya se imaginaba sobre los escenarios. Quería cantar. Pero intuyendo quizá su naufragio personal tras la sentencia de los médicos, decidió declinar ante esos deseos. Se matriculó en la facultad de derecho de la Universidad de Pisa. Devoró toneladas de leyes y decretos en braile y la perseverancia le alcanzó para litigar y pararse a defender acusados en un estrado durante un año entero.En esas andaba cuando conoció en un tribunal de Turín a quien se convertiría en el ángel tutelar de su carrera como cantante: el italiano Franco Corelli —por ese entonces en retiro— uno de los tenores más populares de la Metropolitan Opera de Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial.Corelli le pidió que le cantara una canción al azar. Bocelli se decidió por ‘Che gelida manina’, de Puccini. El maestro decide recibirlo como alumno y, fascinado por su voz, no duda en hacerlo tomar clases de canto con Luciano Bettarini.“Que me encontrara con él, justo con él, en esas circunstancias no podía ser otra cosa que un guiño maravilloso del destino. En ese momento me convencí de que por más que me esforzara en torcer ese destino, estaba llamado a dedicarme a la música”, le escucho decir a Bocelli, con visible emoción.****Lo que sucedió después de ese episodio puede usted preguntárselo con toda confianza a Juan Carlos Herrera, un abogado civil caleño de 60 años. Quizá el seguidor más fervoroso del tenor italiano en estas tierras, acostumbradas más a inclinarse con entusiasmo ante las melodías de Santiago, tierra soberana, que ante las arias de Enrique Caruso o Plácido Domingo. Cuando lo contacté para reverdecer estas páginas con la historia del afamado italiano, Herrera se acordó enseguida de ‘La música del silencio’, libro autobiográfico del artista —publicado en 1999— que este hombre de leyes ha leído ya un par de veces. “La de Bocelli —predica el abogado— es la parábola increíble de la tozudez. Si naces ciego, no puedes aspirar a convertirte en gran fotógrafo, claro. Pero tampoco sueñas con hacerte millonario y famoso tan solo con tu voz. Bocelli sí lo creyó posible. No sólo se hizo abogado, sino que se costeó sus clases con Corelli trabajando de noche en bares y restaurantes. Y mírelo ahí, sus conciertos hoy en día llegan a reunir hasta 20 mil almas en una sola noche”.En ese libro que Herrera atesora desde hace años aparece narrada, por el propio tenor italiano, la génesis de su atildada carrera. El asunto ocurrió así: el cantante de rock italiano Zucchero Fornaciari, que conocía de las clases de Bocelli con Corelli, lo contactó hacia 1992 para grabar un demo del tema ‘Miserere’, coescrito por el astro de la música italiana Zucchero y por Bono, líder del grupo U2.La idea inicial del rockero era que Bocelli, hasta ese momento un completo desconocido para la música, grabara únicamente la maqueta de la canción, la cual llegaría a oídos del tenor Luciano Pavarotti para que éste interpretara la versión final.Lo que nadie imaginó —relata Juan Carlos— es que cuando Pavarotti escuchó la grabación quedó tan impresionado por el talento de Bocelli que pidió conocerlo personalmente. El propio Bocelli recuerda bien el día en que tuvo por primera vez a Pavarotti enfrente suyo: “Yo estaba presa de los nervios, pero entonces el maestro me puso una de sus manos pesadas sobre el hombro y me dijo, cerquita del oído, usted tiene eso que yo llamo ‘soul’. Ya te lo digo, vas a llegar lejos”.El encuentro fortuito derivó en una profunda amistad con Pavarotti hasta su muerte, en 2007, y en la participación de Bocelli, en dos oportunidades, en uno de los proyectos discográficos más interesantes y vendidos del veterano tenor: ‘Pavarotti &Friends’. El lanzamiento definitivo de Bocelli a la música ocurrió luego de su participación en el prestigioso Festival de San Remo, de donde surgieron las figuras más representativas de la música italiana contemporánea, entre ellas Nek, Laura Pausini y Eros Ramazzotti.Bocelli estampó su firma en un contrato con el sello discográfico Sugar Music, uno de los más importantes de Europa, y empezó a trabajar en el tema ‘Il Mare Calmo della Sera’, con el que resultó ganador del mencionado Festival en 1994. Su primer disco vio la luz y se convirtió, en pocas semanas, en disco de platino en Italia. Un año después, regresó al mismo certamen de canto con otro tema más madurado, ‘Con te partiro’, que años después cantara a dúo con la soprano inglesa Sarah Brightman y que durante 14 semanas fue número uno en Alemania. Con ella, pocos años más tarde, grabaría otro tema memorable, ‘Time to say Goodbay’, que no ha parado de facturar en las discotiendas de todo el mundo y fue merecedor de toda suerte de premios en Europa y Estados Unidos. En 1996, tan sólo cuatro años después de su encuentro afortunado con Corelli en la sala de un tribunal, Bocelli lanzó al mercado ‘Romanza’, álbum que despejaría definitivamente el camino de su éxito, fue el punto de no retorno: este trabajo discográfico ha vendido 17 millones de copias tres lustros después de su salida a la calle y sigue reeditándose a placer para todos sus seguidores.Encumbrado en esa fama imparable, pero consciente de que no podía dejar de lado su carrera como cantante lírico, Bocelli quiso rendir homenaje a la basta tradición de los tenores de su país con el álbum ‘Viaggio Italiano’, inspirado en los emigrantes y artistas que popularizaron la ópera italiana en el mundo. Arrastrado por ese mismo propósito, en 1998 Andrea Bocelli publica el disco de corte clásico ‘Aria’ y tras él comenzaron a lloverle ofertas para interpretar óperas líricas; un deseo que el toscano acariciaba desde niño.La industria quiso más para él y sin desprenderlo de su seno natural, del canto lírico, llevó la voz de Bocelli a otros escenarios de la música que tenores como Plácido Domingo y el propio Pavarotti habían trasegado con timidez: el pop, la balada, el rock.Así, si hoy podíamos ver a Bocelli cantando a dúo con Bono; una semana después lo veríamos en un concierto de no olvidar con Eros Ramazzotti o Marta Sánchez; al mes siguiente, lo hallábamos siguiendo los pasos sobre el escenario de Cristina Aguilera y Michael Jackson o encerrado en un estudio de grabación con Stevie Wonder. Nada volvió a ser igual. Había nacido el ídolo. De esos, como bien lo dijimos, capaces de pasar del drama al fortunio con la llave de la suerte. Fue por esa época que Juan Carlos Herrera y muchos amantes de la música comenzaron a advertir los titulares de periódicos y revistas que hablaban de un tenor italiano ciego que cantaba como Dios.****Sin ser uno de sus más febriles seguidores, Alberto Guzmán —maestro de la facultad de Artes Integradas de la Universidad del Valle— conoce bien la robusta popularidad de Andrea Bocelli.“Por supuesto que se trata de una voz extraordinaria, un color de voz bello, como pocos”, aclara el también director asociado de la Orquesta Filarmónica del Valle. Sin embargo, para el profesor caleño no es muy claro que hablar de Andrea Bocelli implique necesariamente hablar de un tenor o cantante lírico en su más pura expresión. “En esto hay que ser honestos. Bocelli no ha sido un cantante cultivado para la ópera sino para servir a intereses comerciales. Por eso, ha sido tan difícil que sea tomado en serio dentro de los círculos de la música clásica”, reflexiona Guzmán.Cierto o no, el tenor toscano ha grabado ocho óperas completas, entre ellas Andrea Chénier, Carmen, La Bohéme, Il Trovatore, Cavalleria Rusticana, Pagliacci, Werther y Tosca. Cierto o no, ha grabado álbumes como ‘Sacred arias’, que incluye arias famosas de Caccini, Rossini, Schubert, Mozart, Verdi y Handel, entre otras brillantes luminarias del firmamento de la música de cámara.Cierto o no, cantantes líricos como Barbara Frittoli, Bryn Terfel, Cecilia Bartoli, Renée Fleming, Violeta Urmana y Anna Netrebko han compartido escenario con él. Cierto o no, eso mismo han hecho directores musicales como Lorin Maazel, Eugene Kohn, Marco Armiliato, Zubin Mehta y Valery Gergiev.¿Trivialización del canto lírico o refinamiento de la música popular?Guzmán no se va con rodeos: “Para dedicarse a la ópera no basta sólo un tono de voz lírico, también debes actuar. Y Bocelli, por su ceguera, se ha visto limitado para eso. Ha hecho algunos papeles, pero no representativos. Creo que Bocelli ha perdido gran parte del encanto que tenía su voz inicialmente al mezclarla con aires populares, con balada, con pop, eso le ha hecho un terrible daño a la ópera”.No se trata, en todo caso, de un fenómeno aislado, advierte el maestro: “No estoy de acuerdo cuando el propio Bocelli o sus defensores en la industria aseguran que sus coqueteos con esos ritmos aseguran nuevos adeptos para la música lírica. Es pura demagogia. Una idea que han tratado de imponernos desde que se inventaron el cuento millonario de ‘Los tres tenores’, esa gira de conciertos en la que participaron José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti”. Para seducir a nuevos públicos con la ópera, opina Guzmán, “no es necesario llenar estadios al estilo Shakira; la prueba es que cada vez que asisto en Cali a las funciones de las transmisiones, desde el Metropolitan Opera de Nueva York, las salas de Cine Colombia siempre permanecen llenas. Ahora no me vengan a decir que para escuchar a un tenor cantando baladas, como lo hace Bocelli, tengo que pagar $800 mil por la entrada a su concierto en Bogotá”.Críticas como esas ha recibido el tenor toscano desde el inicio de su carrera. Él se defiende: “El problema realmente es que los medios de comunicación no nos ayudan mucho en la masificación de la música clásica. Por eso, mi misión consiste en coger a las personas de la mano y llevarlas a la ópera. Me causa gracia cuando atacan los álbumes que he grabado con canciones populares, pues olvidan que la ópera misma fue un género popular en sus inicios; Verdi y Puccini hacían sus composiciones para el pueblo, no para la gran aristocracia”. Algo parecido se le escucha decir a José Daniel Ramírez, cantante lírico bogotano de la Ópera de Colombia, quien hará parte de los coros en el concierto de Andrea Bocelli, en Corferias de Bogotá, este viernes 25 de marzo.“No veo por qué un cantante de música lírica no pueda medírsele a los cancioneros de la música popular. ¿Quién puede decir que tiene más valor una pieza de música de cámara que una canción popular? ¿Ambas acaso no necesitan de una buena técnica de respiración, de una impostación? Sí creo que Bocelli ha contribuido en la difusión de la ópera, no sólo con su repertorio, sino con su formación misma, pues se cultivó al lado de grandes como Corelli y Pavarotti”. Cuando piensa en las interpretaciones de Bocelli, dice Ramírez, le viene a la mente una voz “que no volverá a nacer fácilmente”. No lo dice, seguramente piensa en la voz de Dios. Discografía1994. Il Mare Calmo della Sera1995. Bocelli1997. A Nigth in Tuscany1997. Viaggio Italiano1997. Romanza1998. The Opera Album Aria1999. Sogno1999. Sacred Arias2000. Verdi2000. La Boheme2001. Requiem2001. Cieli di Toscana2002. Sentimento2003. Tosca2004. Andrea2004. Verdi Il Trovatore2006. Credo2007. Under the Desert Sky 2007. Vivire, lo mejor de Andrea Bocelli2008. Incanto2008. Carmen Duets & Arias2009. My Christmas.2010. Carmen 2010. Andrea Chenier

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