El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Mundo

Artículo

El País en el Medio Oriente: un viaje a las entrañas de la plaza Tahrir

Un reportero de El País se sumergió en la mítica plaza donde hace exactamente un año se gestó la revuelta que acabó con las tres décadas del régimen de Hosni Mubarak. Le contamos detalles de lo que encontró.

10 de febrero de 2012 Por: Hugo Mario Cárdenas, enviado especial a Medio Oriente

Un reportero de El País se sumergió en la mítica plaza donde hace exactamente un año se gestó la revuelta que acabó con las tres décadas del régimen de Hosni Mubarak. Le contamos detalles de lo que encontró.

Poner un pie en la ya histórica y mítica Plaza Tahrir, en el centro de El Cairo, es intimidante. El corazón de la llamada Primavera de los Países Árabes es en realidad una olla a presión.En un espacio tan pequeño como la Plaza Bolívar de Bogotá, centenares de egipcios celebran aún el derrocamiento del régimen de Hosni Mubarak y se enfrentan a diario de manera verbal, y en ocasiones física, con quienes apoyan al derrocado presidente. Simultáneamente, un grupo nutrido de sirios reclama ante el edificio de la Liga Árabe acciones concretas contra el régimen del presidente Bashar al Assad, al tiempo que un puñado de rebeldes que acompañó a Muamar el Gadafi pide que Libia sea gobernada por los mismos libios.El ambiente no contribuye en nada a la tranquilidad. Aquí el islamismo llevado al extremo se asoma cada segundo y en cada esquina. Durante todo el día altavoces y radios recitan de forma continua el Corán, mientras los ánimos se agitan al pasar de los envejecidos vehículos que con sus pitos dan muestras de apoyo a los jóvenes que hace un año se enfrentan al Ejército y arriesgan sus vidas en pro de nuevas libertades.Y eso es entendible para un occidental que llega a Tahrir. La principal plaza cariota, la de mostrar, parece un retrato en movimiento de aquel 14 de octubre de 1981, cuando Hosni Mubarak llegó al poder. El tiempo parece no haber pasado. La música aún se exhibe en casetes, los aparatos son análogos y las construcciones grises y frías parecen inconclusas. El internet, esa frase a la que tanto temen las monarquías árabes, es un privilegio bien escaso.En la plazoleta principal aún quedan las huellas de las llamas que encendieron los militares hace un año para arrasar con las carpas que armaron los jóvenes cuando pedían la salida de Mubarak.Para algunos el futuro es prometedor. Otros creen, por el contrario, que el país va a retroceder 100 años con el triunfo electoral de los llamados Hermanos Musulmanes. (Ver nota anexa)Al lado de la noticiaEs mediodía y de repente un río de gente se aproxima a Tahrir sobre el puente Qasr, que se extiende a lo ancho del Nilo. Sin que haya disparado tres veces mi cámara, ya toda la plaza ha sido absorbida por la multitud.Varios de los manifestantes dirigen sus miradas hacia mí entonando enérgicos cantos, con rostros deformados por las emociones y palabras cargadas de ira sin que logre entender lo que ocurre. Después de un “speak english”, un religioso musulmán empieza a explicarme lo que me han dicho: “Están pidiendo la cabeza de Tantaui (el presidente de facto) y la Junta Militar por el asesinato de varios jóvenes en una emboscada durante un partido de fútbol”.Camal, mi nuevo guía, explica con detalle las cosas que pasan en Tahrir y lo que está escrito en árabe en los pasacalles. De él me llama la atención una extraña deformidad en su frente. Como un sobrante de piel de color oscuro.“Esta es una revolución inconclusa porque ya no está el tirano Mubarak, pero sigue al frente la Junta Militar que hace un año asesinó a muchos de los manifestantes”, dice Camal, mientras señala una valla en la que están las fotos de cada uno de los militares acusados de usar las armas contra su propio pueblo.Es la víspera de la celebración del primer año (11 de febrero del 2011) de la caída de Mubarak y nadie sabe lo que podrá acontecer en los próximos días. No en vano medios de todo el mundo mantienen durante 24 horas a sus camarógrafos en azoteas, terrazas y ventanas de los edificios que circundan la plaza, muchas de ellas ocultas, a la espera de que estalle la próxima revuelta.Asmed Khiled, quien lidera los cánticos contra la Junta Militar egipcia, me asegura que los enfrentamientos que dejaron 74 muertos en un estadio de Port Said fue en realidad una emboscada en retaliación por la caída de Mubarak.“Los militares sabían que los Hinchas de Tahrir estaríamos en ese partido y no hicieron nada para evitar el baño de sangre. Tenían todo planeado y por eso no hubo Policía en el estadio, como lo hemos manifestado en un comunicado”, tradujo Camal. Aún no puedo dejar de mirar la extraña cicatriz en su frente.El documento al que se refiere el hincha es un abierto desafío al actual Gobierno. “Queremos tu cabeza, traidor Tantaui (en relación al Mandatario). Podrías haber inscrito tu nombre en la historia, pero has sido arrogante y has creído que Egipto y su pueblo pueden retroceder y olvidar su revolución”.Los Hinchas de Tahrir señalan que “el Mariscal y los restos del régimen nos han enviado un mensaje claro. O logramos nuestra libertad o nos castigarán y nos ejecutarán por participar en una revolución contra la tiranía”.Para mi asombro, y mientras hablo con Mohamed Sabah, un estudiante que ha tomado parte activa en la revuelta, Camal se aleja corriendo. Sabah cree que se vendrá una nueva provocación por parte de los militares para justificar la imposición de un régimen y frenar el ascenso de los Hermanos Musulmanes en unas elecciones por la Presidencia.“La sangre de ningún musulmán se va a regar en vano; sé que vendrán días muy difíciles en Egipto, Libia y en Siria, pero al final veremos la verdadera primavera”, aseguró Sabah.De entre la gente aparece Aba Bodhe, seguidor del derrocado presidente Mubarak, para controvertir lo antes dicho y asegura que lo que está ocurriendo ahora es culpa de los Hermanos Musulmanes.“Los Hermanos Musulmanes tratan de imponerse por medio del terrorismo en todos los países árabes. Son ellos quienes financian estas revueltas. Ahora se lamentan y critican lo que ellos mismos han provocado”, señaló Bodhe.La manifestación ya ha empezado a dispersarse por la plaza y ahora quienes toman su lugar son detractores sirios que vienen conmemorando los 30 años de la masacre de Hama, cometida por el papá del hoy presidente Bachar al Assad. Esto, definitivamente, es una olla a presión que pronto estallará. Con la rebeldía en la sangreCon el caer de la tarde, más y más personas siguen llegando a la plaza. La revolución parece parte de un paseo de los que se acostumbran en familia.Con un billete de cinco libras egipcias, un hombre vestido con su atuendo tradicional espera a que terminen de pintar el rostro de su hijo con los colores de la bandera de Egipto. En su frente hay una deformidad similar a la de Camal.Y es que no son pocos los padres que entran en las protestas con sus hijos preparándolos para que den la vida por el Islam y su Patria. “No tiene sentido estar vivo si no somos libres”, dice el hombre sin que quiera revelar su nombre.Antes de caer la noche encuentro de nuevo a Camal. “Tuve que irme porque se me estaba haciendo tarde para llegar a hacer mi oración”, se afana a explicar sin que se lo haya preguntado. Ya decidido le lancé la pregunta. ¿Qué le ha ocurrido en la frente? “Es el sello que llevamos con orgullo de las horas que dedicamos cada día a orar en la alfombra con la frente al piso. El Corán es la única vía de diálogo con Alá”, aclara. Asimismo piensa una mayoría más laica, pero igual de fanática y seguidores del Islam en Plaza Tahrir. Todos están dispuestos, y lo han demostrado, a honrar con sus vidas el deseo que llegue a Medio Oriente una verdadera primavera o se recrudezca el invierno. Sin una revuelta saben que será difícil superar este otoño de incertidumbres.

AHORA EN Mundo