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El drama de ser ilegal en España y Estados Unidos

Para algunos colombianos la crisis económica y las leyes antiinmigrantes convirtieron el sueño americano y el sueño europeo en una verdadera pesadilla. No tener papeles se volvió sinónimo de sufrimiento para muchos inmigrantes en estos países.

5 de julio de 2010 Por: Isabel Morales y Diego Muñoz

Para algunos colombianos la crisis económica y las leyes antiinmigrantes convirtieron el sueño americano y el sueño europeo en una verdadera pesadilla. No tener papeles se volvió sinónimo de sufrimiento para muchos inmigrantes en estos países.

Para algunos colombianos la crisis económica y las leyes antiinmigrantes convirtieron el sueño americano y el sueño europeo en una verdadera pesadilla.En Estados Unidos la polémica Ley en contra de los inmigrantes, aprobada por el estado de Arizona y que podría ser adoptada por otros estados, tiene a muchos indocumentados en estado de pánico.Lo anterior porque en ese país hay cerca de doce millones de personas que no tienen su visa de residencia o una nacionalidad que les permita trabajar de forma legal a pesar de que llevan varios años en EE.UU. y muchos tienen toda su familia allá.Pero si en Estados Unidos la situación es complicada, en España, el segundo país donde más emigran los colombianos, el asunto también es complejo.La alta tasa de desempleo que vive el país ibérico mezclado con la crisis económica internacional formaron un poderoso coctel del que los inmigrantes fueron sus principales víctimas.En la actualidad, muchos colombianos, a pesar de que llevan décadas en España, se encuentran como cuando recién llegaron, todo porque se han quedado sin trabajo y la tarjeta de residente no se las renuevan sino tienen empleo.La situación es tan delicada que incluso el Gobierno español ofrece una remuneración para los indocumentados que regresen a su país de origen, pero muchos prefieren padecer las penurias y dificultades de ser un ilegal antes que devolverse a Colombia.“No quiero regresar a Colombia”Margarita salió de Manizales a visitar a unos amigos en Dallas, EE.UU., hace diez años. Sólo estaría seis meses, pero en pocas semanas consiguió un trabajo en una pizzería. Comenzó a ganar buen dinero, comparado con lo que se ganaba en Colombia como sicóloga, entonces, decidió quedarse.Su vida ha cambiando, ahora tiene una niña de cinco años, pero lo que continua siendo igual es su situación ilegal, es indocumentada y tiene miedo de ser deportada. La aprobación de las últimas leyes antiinmigrantes le han puesto a pensar en regresar a Colombia.“Realmente es muy difícil vivir en esta situación, como escondiéndose, antes era muy fácil porque no ponían tanto problema, pero ahora uno sabe que cualquier cosa puede pasar”, explicó Margarita. “Se imaginan que me deporten, qué hago con mi hija, con quién la dejo, además llevo viviendo aquí tantos años, que regresar sería muy difícil”.Esta continua zozobra que vive Margarita también la sienten unos doce millones de indocumentados que hay en EE.UU. y que tienen que vivir en la sombra por el miedo de ser regresados a su país de origen o de dejar a sus hijos con desconocidos o el mismo Gobierno.Desde 1986, cuando hubo una amnistía, millones de personas se legalizaron, pero desde ese momento no ha existido una ley que permita que más personas lleguen a obtener los ‘papeles’ ; antes los condados y pequeñas municipalidades han creado leyes para criminalizar a los ilegales y para que la Policía actúe como agentes de inmigración.“Esto es muy horrible, salir y con tanto miedo, pero aun así, no quiero regresar a Colombia. Mis dos hijos aman este país, y realmente yo no vería que hacer allá”, dijo Adriana Giraldo, quien llegó a EE.UU. proveniente de Medellín, hace 11 años. Trabaja limpiando casas, y tiene dos hijos adolescentes. Giraldo vive en Carolina del Sur, uno de los estados más conservadores del país, que también está considerando adoptar la ley SB 1070, norma que hace un mes aprobó el estado de Arizona y que criminaliza a los indocumentados.A pesar que organizaciones proinmigrantes se han unido en todo el país para marchar y protestar en Washington buscando una reforma migratoria, aún esos esfuerzos no han dado resultado. En cambio, las municipalidades continúan aprobando leyes que atemorizan a los indocumentados.“Todo lo que sube tiene que caer”‘Chucho’ el avenero, como lo conocen en España, no tiene papeles, ni los ha tenido desde hace tres años cuando llegó a trabajar en una cadena de restaurantes. Cuando se le terminó el contrato y tenía que volver, un año después de haber llegado, no tomó el avión de regreso. Desde entonces ‘Chucho’ pasó las duras. Durmió en albergues y dos veces en la calle, hasta que un día, al ir a uno de los torneos de fútbol de los colombianos en el sector del 12 de Octubre, se le ocurrió que lo que le faltaba a los jugadores y sus amigos que iban a presenciar los encuentros, era avena, avena fresca del Tolima.“Conseguí la avena en una tienda latina y me puse a hacerla el sábado por la noche. Un poquito más dulce para echarle luego hielo y al día siguiente me la llevé al campo. La vendí en menos de 15 minutos. Ese era el negocio. No falté ni un día. Luego la ofrecí a los restaurantes, a las tiendas y panaderías. Con eso compré mi casa en Cali y arreglé la de mis abuelos en Líbano (Tolima). Por eso no me voy de España.La situación de José Arley Triviño es mucho más complicada. Después de cinco años con papeles, residencia y trabajo en España ha vuelto al comienzo, como si se tratara de una vuelta en redondo de la vida. Volvió a quedar sin papeles, a ser indocumentado y por consiguiente, a que todo sea más difícil, tal y como lo fue cuando llegó desde el Eje Cafetero. Todo parecía ir viento en popa. Con un cambio alto en pesos, pudo construir lo que no edificó en catorce años en la carrera judicial.“Pero todo lo que sube, cae” dice con tristeza. Para él es una ley de vida, inexorable como la muerte.“Era previsible que todo esto se vinera abajo –explica sentado en un banco frente a su casa en el distrito de Chamartín, cerca de Cuatro Caminos de Madrid-, lo que pasa es que no supimos verlo venir”. José Arley se quedó sin trabajo en agosto pasado, a comienzos, cuando la crisis estaba en su punto más alto y las oportunidades de trabajo en la hostelería, estaban ya copadas.Cuando estaba por vencerse la tarjeta de residente, este pereirano se fue a la Comisaría de Aluche a renovarla, pero se encontró con un no rotundo. Sólo se renovaba a quienes en el momento de solicitarla, tuvieran un contrato de trabajo vigente. Ahora a Triviño como un indocumentado más en tierras europeas esperando a que no lo saquen del país.

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