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Egipto, un país fracturado que se está desangrando

La batalla entre el Ejército y los islamistas afines a los hermanos musulmanes tiene al país en el ocaso .

19 de agosto de 2013 Por: Sal Emergui | Corresponsal de El País en Oriente Medio

La batalla entre el Ejército y los islamistas afines a los hermanos musulmanes tiene al país en el ocaso .

Una de las peores matanzas de las últimas décadas en Egipto ha dejado el país desangrado y fracturado en dos grandes bloques atrincherados en sus posiciones y advertencias.Los militares, garantes del Gobierno interino salido del golpe de Estado del pasado 3 de julio e inspirados en décadas llevando las riendas del poder, frente a los Hermanos Musulmanes (HM), de agenda inflexible, que se sienten perseguidos y maltratados. “Masacrados” es otra de las palabras que usan hoy los portavoces de este poderoso movimiento islamista que en los últimos días ha llorado más de 800 muertos. O varios miles, según sus datos.El llamado ‘Viernes de la Ira’, convocado por los HM en protesta por la matanza del pasado miércoles en el desalojo de las plazas de Al Nahda y Rabia al Adawiya, no parece ser el último. Ninguno de los dos bandos parece ceder. Unos advierten ante las “acciones terroristas” más mano dura y otros anuncian una semana de marchas de protesta no exentas de violencia.Cuando el 3 de julio, el presidente egipcio y dirigente del grupo fundado en 1928, Mohamed Mursi, era derrocado de forma fulminante por el jefe del Ejército, Abdel Fatah Al Sisi, estaba claro que la Cofradía no se quedaría de brazos cruzados. Desde entonces y hasta el miércoles acamparon en los enclaves citados de El Cairo desafiando a las autoridades y exigiendo la vuelta de Mursi.Al Sisi, que curiosamente fue nombrado por Mursi en lugar del veterano Mohamed Hussein Tantawi e incluso fue acusado en algunos círculos liberales como “devoto” y “muy cercano” a la organización islamista, es hoy su gran enemigo. Más, incluso, que el expresidente Hosni Mubarak que asiste desde su forzoso retiro a los nuevos capítulos del drama egipcio.Apoyados por amplias fuerzas sociales y políticas de Egipto, cansadas del desastroso y autoritario año de Gobierno de Mursi, Al Sisi (también ministro de Defensa) y el presidente Adli Mansur habían advertido con desalojar las plazas islamistas. Según las autoridades, constituían un atentado al orden público y la normalidad en El Cairo.Tras reiterados avisos y el fracaso de mediadores extranjeros (árabes, europeos y norteamericanos), dio la orden de actuar. Todos sabían que Sisi cumpliría con su palabra y que no lo haría durante el mes de Ramadán. Así, cuando acabó la festividad musulmana, llegó el momento de desalojar las plazas.La determinación de actuar “pase lo que pase y cueste lo que cueste” de las autoridades sorprendió a los Hermanos Musulmanes y a EE. UU. A primera hora de la mañana del miércoles, la orden se hizo realidad y los temores también. El desalojo de Rabia al Adawiya y al Nahda se llevó a cabo en una polémica operación policial que -como todo en Egipto hoy- tiene dos versiones.Para los miles de manifestantes y seguidores de Mursi, que desde hacía seis semanas se habían acampado, los agentes entraron a matar. “Sisi es un asesino. Irrumpieron en la plaza y provocaron una masacre. No dispararon al aire o piernas sino a las cabezas y corazones. No tienen perdón”, lamentó Mohamed Beltagy, dirigente de los HM, tras recordar a los que llamó como “mártires”. Expresaba el mensaje del partido pero también el dolor de padre ante la muerte de su hija Asma, de 17 años. “No reconocemos como legítimo a Mansur, ni a Al Sisi”, dijo añadiendo: “Mursi fue elegido democráticamente y el ejercito actúa como una dictadura”.La versión islamista es que ellos se acamparon pacíficamente para protestar contra el derrocamiento del primer presidente civil democráticamente elegido desde el golpe de estado de 1952. Que los militares quieren volver al poder y vengarse por el año de Gobierno de Mursi. Que 80 años después de su fundación, siguen siendo perseguidos.La versión del Gobierno, encabezado por el economista Hazem el Beblaui, es muy diferente y se refiere a las provocaciones de “los terroristas”. Tras volver al toque de queda nocturno, los enfrentamientos sangrientos de día y bajo la ley del Estado de emergencia, no se divisa una solución inminente. “ ¿Hacia dónde va Egipto?”, se vuelven a preguntar por enésima vez los más de 80 millones de habitantes que en dos años han experimentado cambios radicales y la expulsión de dos presidentes.Si los enfrentamientos se descontrolan, las calles pasarán a ser escenario de frecuentes choques armados. No faltan armas entre los simpatizantes de la Hermandad, teniendo enfrente no solo a unas fuerzas de seguridad organizadas y decididas a aplacar con fuego real cualquier ataque, sino también a grupos espontáneos de habitantes.Si las partes consiguen reducir las llamas de los disturbios y volver a un estatus quo de protesta de baja intensidad, tarde o temprano la violencia estallará. La ira ya no tendrá solo un día en el calendario.Lo que parece difícil de ver es que el Gobierno interno cumpla la hoja de ruta marcada hasta las nuevas elecciones ya que obligaría a los islamistas a aceptar el golpe y a los militares a frenar su presión sobre los HM.El “problema” es que los militares no temen las amenazas de los islamistas y viceversa. Parecen empeñados en seguir su camino marcado cueste lo que cueste e independiente de los muertos que deje en los lados.Dina Zacharia, activista vinculada con los HM, denuncia que “el ejercito desea volver a mandar como antes de la revolución del 2011. Sus acciones violentas son ilegítimas y deben inmediatamente reponer a Mursi que fue elegido en las urnas”.Pese a los trágicos efectos del desalojo y los días posteriores, la diversa coalición formada por izquierdistas y liberales en el llamado frente laico, frente a los islamistas sigue dando apoyo al Gobierno actual. En un escenario de guerra total, Al Sisi no dudará en declarar a los HM como grupo terrorista decretando su ilegalidad. Una decisión que radicalizaría al grupo devolviéndolo a la clandestinidad.La solución no pasa quizá por Al Sisi, Mursi o Mohamed Badia (líder espiritual de la Cofradía) sino por la presión que puedan imponer sus aliados externos. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, defensores del Gobierno que lucha “contra el terrorismo”, y Catar y Turquía, aliados de los HM, pueden mover sus hilos políticos y financieros para conseguir, al menos, una tregua.Garante del Ejército egipcio, Estados Unidos se encuentra en un gran dilema. El presidente Barack Obama condenó el uso de la fuerza contra los civiles anulando inminentes maniobras militares. Se trata de una tarjeta amarilla que no preocupa realmente a las autoridades. Solo la congelación de la importante ayuda militar anual (1.300 millones de dólares) sería la tarjeta roja de Washington a Egipto.

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