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Dos colombianas cuentan cómo es vivir bajo el rechazo de los chilenos

Estas mujeres que residen y trabajan en Antofagasta cuentan sus experiencias en esa ciudad, donde se realizó una marcha en contra de los extranjeros. Hay 15.000 nacionales.

24 de octubre de 2013 Por: Diana Isabella Sánchez B. | Reportera de El País

Estas mujeres que residen y trabajan en Antofagasta cuentan sus experiencias en esa ciudad, donde se realizó una marcha en contra de los extranjeros. Hay 15.000 nacionales.

Lucero Pérez habla bajito, intenta usar palabras en clave que no la delaten. Es medio día y está en un supermercado rodeada de chilenos. Cuando pague la cuenta y salga del lugar, podrá hablar. “Es que si ellos me escuchan, me linchan”. Ella tiene 44 años y hace tres salió de Pereira hacia la ciudad de Antofagasta, situada al norte de Santiago. Se desempeña como estilista, igual que en Colombia, pero la diferencia es que en Chile gana mucho más. Esa, asegura, es la única razón por la que salió de su país. “Yo estoy acá por trabajo, por nada más, porque usted sabe que tenemos un país muy hermoso. Es más fácil ganarse acá $1000 que en Colombia, obvio que trabajando honradamente”, dice Lucero, quien cuando se refiere al trato de los chilenos hacia los colombianos, no duda en asegurar que es “pésimo, terrible”. Tener que guardar silencio en un supermercado por temor a las reacciones es una pequeña parte del problema. El partido entre Colombia y Chile por la clasificatoria al mundial fue la punta del iceberg que dejó al descubierto un rechazo que no es nuevo pero que había pasado inadvertido. La marcha fallida que se convocó el pasado 19 de octubre en Antofagasta en contra de los colombianos, fue la bandera que lo hizo público. “El rechazo hacia los colombianos no es nuevo, pero se ha venido incrementando en los últimos dos años. Cuando uno llega a un lugar y saluda, como es lo normal, no responden. En sitios donde saben que somos colombianos, pasan por el lado y nos empujan. Las mujeres creen que vinimos a quitarles a sus maridos y a veces nos dicen cosas ofensivas. No les gusta cómo nos vestimos ni cómo hablamos”, cuenta Lucero. “Recuperemos Antofagasta, así no se puede vivir”, fue el mensaje con el que invitaban a manifestarse en contra de los extranjeros en Chile, exactamente en Antofagasta, donde se calcula que hay cerca de 15.000 colombianos. La participación fue poca, solo 70 personas. La alcaldesa de esa ciudad, Karen Rojas, apoyó la marcha “siempre que se haga con respeto y que cumpla con el objetivo que se plantea y no se transforme en una actividad xenófoba”. Algo contradictorio por el mismo mensaje de rechazo que generaba la protesta.La Mandataria también afirmó que “se está dando un proceso migratorio en nuestra ciudad y está generando muchos problemas en la comunidad. Hay que poner un punto final a esta situación”. Lucero entiende las preocupaciones del Gobierno local en cuanto a los extranjeros. “Es como todo, hay gente buena y gente mala. Algunos vienen a delinquir y otros a trabajar honradamente; el problema es que por los que hacen las cosas mal, nos juzgan a todos”, dice. Sabe que no se quedará a vivir permanentemente en Chile y que regresará a Colombia “con el alma y el corazón. Volveré con la frente en alto”.Para Ana Valencia, una caleña que vive hace un año en esta población de 350.000 habitantes, ubicada al norte de Chile, la razón de las actitudes xenófobas radica en la mala imagen que los colombianos tienen en el exterior, la cual “se acentúa con series como ‘Escobar, el patrón del mal’ porque la gente cree que todos en Colombia nos dedicamos al narcotráfico”, afirma. Su experiencia en Chile es diferente. Nunca ha sido víctima de malos tratos por parte de los chilenos. Es secretaria ejecutiva y cuenta que en ese país la han ayudado mucho y han sido amables. “Ellos nos necesitan y nosotros a ellos”, resalta. El día de la convocatoria a la manifestación para ella transcurrió con normalidad. No siente miedo porque sabe que son pocos los chilenos que expresan rechazo. Al igual que Lucero, Ana volverá a Colombia. Lo hará en tres años porque “vine aquí para probar algo diferente; no me iba mal en mi país, donde trabajaba como estilista. Solo estaré por un periodo de tiempo. En Antofagasta la vida es tranquila pero hay que acostumbrarse al clima y a la cultura”, dice. Para Lucero, Chile es atractivo por sus oportunidades laborales. Eso la hace quedarse a pesar de que, insiste, el trato hacia los colombianos es “pésimo”. Por eso habla bajito y cuando no le devuelven el saludo o le dicen palabras ofensivas, guarda silencio. No hay más que pueda hacer. Apoyo a los colombianos El día del partido entre Colombia y Chile, en el que se disputaron un puesto al mundial, Carlos Aguilera vio la transmisión en compañía de colombianos. Era el único chileno en el lugar y estaba con sus amigos. “Muchos chilenos no pasan a los colombianos y a otros les da lo mismo. Yo soy muy criticado por juntarme con ellos, me dicen que soy un vendido y que no quiero a mi país. Yo les respondo que junto con ellos porque los conozco y son buenas personas”, dice Carlos, quien vive en Antofagasta. Sus amigos colombianos han visto paredes pintadas en las que se leen mensajes como “fuera colombianos... son lobos disfrazados de ovejas”, pero no les importa porque, como le han dicho a Carlos, “saben que están acá honradamente ganándose el dinero... Pero les da pena cuando murmuran cosas malas de ellos”. Admite que hay colombianos que van a su país “a delinquir y no tienen nada que hacer aquí”, pero resalta que no se puede juzgar a todos por igual. Carlos siente vergüenza de que sus compatriotas hablen mal de los colombianos y entiende que no puede generalizar y que unos pocos que hacen mal, no representan a Colombia.

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