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Cristina Kirchner, poderosa, popular, pero cada vez más sola

Este sábado asume su segundo mandato la presidenta Cristina Kirchner, quien ha tenido buenos resultados en el manejo de la economía, pero tiene problemas políticos. Presidentes de Colombia ni Venezuela asisten a la posesión.

10 de diciembre de 2011 Por: Por Patricia Lee | Corresponsal de El País en Buenos Aires

Este sábado asume su segundo mandato la presidenta Cristina Kirchner, quien ha tenido buenos resultados en el manejo de la economía, pero tiene problemas políticos. Presidentes de Colombia ni Venezuela asisten a la posesión.

Con la presencia del príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, los presidentes de Paraguay, Chile y Ecuador, hoy se posesiona como presidenta argentina Cristina Kirchner, tras su aplastante triunfo electoral, en el que obtuvo más de un 54% de los votos.“Hay que profundizar el modelo nacional y popular”, dice, incansable, Cristina, con lo cual quiere decir continuar el rumbo que ella y su esposo, el fallecido Néstor Kirchner, imprimieron al país desde el 2003.Sin embargo, ocho años después, algunas de las piezas claves de ese ‘modelo’ se han ido modificando, y se abren distintos interrogantes sobre el curso que seguirá la presidenta en su segundo mandato, todo esto en medio de los enormes nubarrones económicos que soplan desde Europa y que condicionarán el próximo periodo de gobierno. El exitoso modelo KEl éxito de Cristina y de Néstor Kirchner se explica, tanto desde el punto de vista económico como político, por las consecuencias del ‘argentinazo’, aquella rebelión popular que terminó con el mandato de presidente Fernando de la Rúa hace exactamente diez años. Como una premonición de lo que puede suceder en Europa, la convertibilidad entre el peso y el dólar voló por los aires, provocando una devaluación de 1 a 4, se declaró la cesación de pagos de la deuda externa, y se produjo un estallido del sistema político argentino.Sobre esta base, los Kirchner crearon un sistema de poder que se basó en la competitividad lograda con la devaluación para promover la industria nacional, empujados por el viento de cola del crecimiento chino y del excelente precio internacional de la soya, que pasó de US$200 la tonelada a más de US$600. Esto, más la reestructuración de la deuda externa, le permitió al país gozar de superávit en el comercio exterior y de superávit fiscal. De esta manera, los Kirchner tuvieron a su disposición una enorme ‘caja’, con la cual subsidiaron las tarifas de los servicios públicos, el transporte y el combustible, repartieron planes sociales y adoptaron medidas como la Asignación Universal por Hijo, reduciendo la indigencia y logrando una importante calma social.Este modelo funcionó hasta antes del estallido de la crisis internacional, pero a partir de entonces, la competitividad industrial bajó como consecuencia de una inflación de más del 20%, cayó el precio de la soya y se redujo la ‘caja’.“Todo tiene un final, todo termina”, dice el economista Tomás Bulat. Por eso, en este nuevo tramo de gobierno, más que hablar de una continuidad del modelo, se habla de cambios sustanciales: “Argentina se quedó sin colchones, y, si bien el mundo ayuda, llegó necesariamente el momento de los ajustes”, dice Bulat. El primero de ellos ya está en curso: la reducción de los subsidios a los servicios públicos, que amenaza con subir los precios de luz, gas, agua y transporte a buena parte de los hogares argentinos, en particular a la clase media y que amenaza con ser una fuente de conflictos sociales para el año que viene. El modelo políticoLa otra pata del poder kirchnerista fue su modelo político: un fuerte acuerdo con los industriales favorecidos por la devaluación, con la central obrera CGT, dirigida por Hugo Moyano, y con el movimiento ‘piquetero’, que había sido el motor central de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa.Ese modelo de poder también se ha resquebrajado, con Cristina inclinándose más hacia el empresariado que hacia los trabajadores. El enfrentamiento entre el líder sindical Hugo Moyano y la Presidenta, es la principal tapa de los periódicos argentinos.Según ha trascendido, Cristina y Moyano no se hablan desde hace un año, enfriamiento que ya se había iniciado antes de la muerte de Néstor Kirchner. Al mismo tiempo, las apariciones con los dirigentes industriales se hacen cada vez más frecuentes y la Presidenta trata al jefe de la Unión Industrial Argentina, Ignacio de Mendiguren, por su sobrenombre: ‘El Vasco’. Luis d’Elia, líder del movimiento piquetero, también criticó a la Presidenta reelecta mostrando un alejamiento del otro sector social que la apoyó activamente. “El sindicalismo queda así, al asumir Cristina, como la oposición más relevante y el límite a su poder más concreto”, opina Rosendo Fraga, del Centro para la Nueva Mayoría. La analista Graciela Römer cree “hay cambios en la distribución de fuerzas de los distintos actores. En esta etapa pareciera recostarse un poco más sobre el sector empresario, pero sin romper con uno de los sectores que ha sido la base del kirchnerismo. En este tironeo entre el sector sindical y el gobierno hay mucho de escenificación, vinculado con las negociaciones salariales que se abren después de marzo”.El cristinismoContinuadora del kirchnerismo, Cristina es, en sus modales políticos, más radical que su marido. En primer lugar, porque, en lugar del peronismo tradicional, está realizando una renovación generacional, apoyándose en ‘La Cámpora’, la organización de jóvenes ‘sub 40’ liderada por su hijo, que han sido encumbrados a puestos clave en el Parlamento y en la administración presidencial.El estilo unipersonal del poder –ni ella ni su marido convocaron una sola reunión de gabinete-, la elección de los más altos funcionarios en el mayor secreto, al punto que los mismos se enteran minutos antes, es un método que se ha hecho un estilo, con su hijo Máximo como principal consejero.El nuevo jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina, marca el cambio. Abal Medina pertenece a ‘La Cámpora’ y fue hasta ahora el Secretario de Medios. “Su característica principal no es la de ser un político de trayectoria, independiente de su propia relación con el kirchnerismo. Su nombramiento es la señal emblemática de la incorporación de un sector joven a la concepción del kirchnerismo como relación de poder”, dice Graciela Römer. “El hipercristinismo tiene para la Presidenta la ventaja de que ella seguirá siendo el centro exclusivo y excluyente del sistema solar del poder”, escribe Joaquín Morales Solá, un sostenido crítico del kirchnerismo, desde las páginas de La Nación. El peligro sería que la Presidenta “se encontraría de pronto con la sorpresa de que carece de fusibles o de cortafuegos entre ella y los conflictos”.Por ahora, sin embargo, Cristina inicia su segundo mandato con la bendición del amplísimo apoyo popular, hoy más necesario que nunca, ahora que las embravecidas aguas de la economía internacional empezaron a golpear las costas argentinas.

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