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Ataques y 'embarradas' marcan campaña presidencial en Estados Unidos

La elección por la Presidencia de los EE.UU. ha estado marcada por el ascenso sobre el desprestigio del adversario.

2 de noviembre de 2012 Por: Felipe Lozano Puche | Corresponsal de El País en Washington

La elección por la Presidencia de los EE.UU. ha estado marcada por el ascenso sobre el desprestigio del adversario.

Si la campaña presidencial de hace cuatro años se caracterizó por el mensaje de esperanza y de cambio que fue capaz de convocar a miles ciudadanos apáticos a que se sumaran al ejercicio democrático, la de 2012 ha marcado un giro radical hacia las tácticas ‘non sanctas’ de la política tradicional. Mensajes negativos, ataques personales, groseras exageraciones, mentiras evidentes, falsa indignación, las campañas de los candidatos no han dejado piedra sin levantar a la hora de encontrar atajos o trampas para sacarle ventaja a su contrincante en este proceso.En su más reciente número, la revista The Economist se refería a una “campaña miserablemente negativa” y sugería que la primera piedra había sido lanzada desde la Casa Blanca. Para el profesor de la Universidad de California Irvine Rick Hasen, autor del libro “Las Guerras por el Voto”, el precario estado de la economía hacía imposible que Obama repitiera una candidatura de “esperanza y cambio”, mientras que obligaba al Presidente a atacar a su oponente, para perfilarse como una alternativa preferible. Así, durante el verano, antes de que comenzara oficialmente la campaña general, el equipo de Obama aprovechó que Romney había terminado el tortuoso proceso de nominación republicana con las arcas vacías para invertir el 20% de sus ingresos en un bombardeo de publicidad política atacando a su rival. En uno de estos anuncios, que se ha visto más de dos millones de veces en YouTube y se viene emitiendo desde hace varios meses en los estados más cruciales de estas elecciones, se puede escuchar a Mitt Romney cantando la canción “America The Beautiful” (América la maravillosa), mientras van sucediéndose en la pantalla diapositivas con información crítica sobre el candidato, su trayectoria política y su vida profesional, incluyendo los lugares en donde tiene depositada su fortuna, para finalizar sugiriendo que Romney no es la solución, “sino parte del problema”. En su momento, el mismo candidato republicano lamentó que la campaña hubiese tomado esos derroteros, algo que él relacionó con el lugar donde se forjó la carrera política de Obama: Chicago, una ciudad que desde los tiempos de Al Capone ha sido sinónimo de corrupción y juego sucio. “El Presidente sólo tiene una cosa a su favor, y son estos constantes anuncios atacándome”, dijo Romney en julio durante una entrevista; “se trata de anuncios deshonestos, tendenciosos, y creo que el público estadounidense reconoce que este tipo de estrategias son cosa del pasado. Quizás funcionen en Chicago, pero no van a funcionar en el resto del país”. Sin embargo, los argumentos del exgobernador de Massachusetts no fueron óbice para que, en agosto, su campaña lanzara una andanada de comerciales políticos contra el presidente que adolecían de los mismos defectos que Romney había denunciado. Al ser cuestionado por las inexactitudes que estos comerciales contenían, uno de los asesores de Romney advirtió: “No vamos a permitir que los ‘verificadores de hechos’ (fact checkers) nos dicten cómo debemos hacer nuestra campaña”.De esta manera, desde las más altas esferas del equipo asesor del candidato opositor se indicó claramente que la campaña presidencial del 2012 sería la primera de la “era postverdad”, como la ha llamado Jay Rosen, profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York. A manera de confirmación, el compañero de fórmula de Romney, el congresista Paul Ryan, incluyó en sus palabras ante la Convención Nacional Republicana lo que la cadena FOX News calificó como el “record mundial de falsedades e inexactitudes en un solo discurso”. Esta tendencia parece haberse exacerbado a medida que se acercaba la fecha de las elecciones, llegando a su punto máximo esta semana, cuando la campaña de Romney empezó a emitir anuncios en Ohio, uno de los estados más cruciales, sugiriendo que las políticas de la Casa Blanca habían llevado a la automotora Chrysler a trasladar a la China la producción de los icónicos vehículos Jeep. Una información falsa, que el presidente de la compañía y los principales periódicos se apresuraron en rectificar. De esta manera, podría suceder que, en su afán por capitalizar la ansiedad de los votantes del círculo industrial de Ohio, los asesores del candidato de oposición hayan cometido un gravísimo error de cálculo. Y en lugar de convencer a las familias que dependen de las ensambladoras del estado de que votaran por Romney, las espantaron, al dejar en evidencia que estaban dispuestas a mentir sobre su seguridad laboral con tal de llegar a la victoria. El 6 de noviembre se sabrá si, incluso en la era de la “postverdad”, los límites existen.

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