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Testimonio de un abogado que sobrevivió a la retoma del Palacio de Justicia

Durante los hechos del 6 y 7 de noviembre de 1985, Ricardo Perdomo Lince se encontraba en el Palacio atendiendo un proceso en el que la Nación estaba siendo demandada.

6 de noviembre de 2015 Por: Ricardo Perdomo Lince | Especial para El País

Durante los hechos del 6 y 7 de noviembre de 1985, Ricardo Perdomo Lince se encontraba en el Palacio atendiendo un proceso en el que la Nación estaba siendo demandada.

El abogado Ricardo Perdomo Lince le compartió a El País su testimonio como sobreviviente del holocausto del Palacio de Justicia hace 30 años.  Cuando ocurrió la retoma, el también juez, magistrado, profesor universitario, director de Fiscalías por 15 años y asesor de los ministerios de Justicia y Hacienda, se encontraba en el Palacio atendiendo un proceso en el que la Nación estaba siendo demandada. Este es su relato, hoy treinta años después del fatídico hecho.  ***"He descubierto una nueva y extraña sonrisa que invadió mi rostro esta mañana de aniversario al recordar aquella fatídica tarde color de humo en que, al filo de la muerte, el doctor Carmelo Martínez y este servidor, resistimos con éxito al terror.  En el principio fue el pánico: la incertidumbre. Después entró la paz... en las ruedas dentadas del Cascabel brasilero.La certidumbre inconfundible de la muerte que se incrustaba —haciéndolos saltar—  entre los expedientes polvorientos que nos servían de mampara, nos tranquilizó.  ¡Nunca tanta serenidad en medio de tanto horror! Es increíble. Pero pregúntele el incrédulo lector a Carmelo Martínez Conn. Lo conseguirá en el Consejo de Estado.  Él le contará cómo yo, serenamente, que le dediqué la tarde a escribir mi testamento, bajo su escritorio, mentón sobre el tapete (¡no levantes la cabeza, hombe!), en el reverso del documento de anulación del proceso de Quebradablanca.  Me dice en voz baja y socarrona: "Oye, ecribe ahí, que saludes a mi apá y a mi mamá y a todo lo que me patrocinaron, eh?". También les contará que Marta, su secretaria (Martica, desde aquí va un saludo de primer aniversario para ti) le dijo: "Doctor, no se ría porque ahí vamos a morir... ¡nos van a matar, ay, Dios mío!". Y que él le respondió apretando aún más la mano crispada que le hería con sus uñas: "Tranquila mijita, que nosotros somo bueno. Y que si nos matan esta tarde, nos vamo de una, bien arrunchaito para el Cielo".  Lo que no le podrá referir él —incrédulo lector— es que a las seis de la tarde se quedó dormido. ¡Y que roncaba... en medio de la historia! Y Martica, que había gemido tooodo el tiempo, tuvo que sonreír (no puedo olvidar esa sonrisa surcada de lágrimas), cuando dije, guiñándole el ojo, la frase de moda: "¿Roncando? ¡Uff, costeño tenía que ser!". Más tarde, cuando todo el planeta —menos nosotros— sabía del incendio en el Palacio de Justicia de Colombia, lo despertó un estruendo mayor que todos los estruendos de la cruenta jornada. Se desperezó; enseguida recordó dónde estaba. Suspiró profundamente; se dio un vuelco y quedó mirando hacia arriba. Miró a todos los rincones oscuros.  De pronto se me acerca más y me susurra con malicia:  - Sabe Ricardo, a que se me va a cumplir un sueño.- ¿Un sueño?- Hombe. Al fin... al fin voy a domirme a la secre... je,je, je.  Varias horas antes, cuando aún no cesaban los lamentos de los heridos, y se veían las troneras de la confrontación sobre las paredes y las ventanas, repicó el teléfono privado. El aparato había caído precisamente junto a mí en medio del desorden inicial. - Aló- contesté en voz muy baja.- Aló- ¿Carmelito? ... Quién eres tú?- Señora (en voz muy baja). El doctor sí está aquí pero no puede pasar...- ¿Cómo así? (en voz muy alta). ¿Cómo que no me lo vas a pasá? ¡Ni más faltaba! Si yo-soy-la-ma-má de él...Tú eres uno de esos...- (Tapando la bocina) Doctor, su mamá es la que llama... y quiere hablarle.-No, no me puedo arrastrar hasta el teléfono. Dile que estoy bien. Que saludes a todos.- Señora, el doctor no puede pasar...- ¡Cómo que no! —me interrumpe con un grito—. Tu eres... ¿amigo o enemigo?....-Soy... amigo...-Ajá...- me vuelve a interrumpir- Dile que le mando la bendición. Y que yo aquí estoy muy preocupada... Todo aquí en la casa, en Sincé, estamos muy angustiados... los hermanos... todos.- (Tapando la bocina) Doctor, su mamá le manda decir que Dios lo proteja y que está muy preocupada... Y que le conteste la llamada.- Hombe Ricardo, a ver... dile que, yo, aquí, estoy más preocupado que ella.- Señora... señora..- ¡Carajo! ¿No me lo vas a pasar? ¡Que pase!  ya se quién debes ser tú.- No puede pasar. No quiere pasar.- ¿Cómo? Él siempre me contesta ahí... tú eres del M-19, claro.- No señora...- Maldito... desgraciao... Hijo de p (Crash).  ¡Uff! Si no hubiera sido porque -justo en ese instante- el teléfono saltó en añicos por una bala que atravesó la pata del escritorio y pasó silbando junto a mí, mi santa madrecita hubiera sido objeto de una especial mención. O mentada, como dicen en mi tierra".  Bogotá, noviembre 6 de 1986 Este es un relato que ha permanecido más de ¼ de siglo en la penumbra. Aunque el escrito fue ofrecido a los periódicos y revistas más leídos en Colombia, sus editores prefirieron “respetar el dolor de las víctimas del Holocausto”. Los Comprendo. 

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