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"Se va a tener que negociar con los nuevos paras": periodista Olga Behar

Olga Behar, una decana del periodismo y ahora docente, habla sobre los retos actuales de la profesión. Analiza el papel de los medios en el proceso de paz y la violencia en Cali.

28 de diciembre de 2014 Por: Ana María Saavedra | Editora de Orden.

Olga Behar, una decana del periodismo y ahora docente, habla sobre los retos actuales de la profesión. Analiza el papel de los medios en el proceso de paz y la violencia en Cali.

Pasar unas horas con una maestra de periodismo como Olga Behar, es sentir que se habla con alguien que está siempre un paso adelante. Acelerada, incansable… Una que tiene que estirar el día para que le alcance el tiempo para enseñar en la maestría de periodismo de la Icesi; coordinar la sala de medios de la Santiago de Cali, en la que supervisa un periódico, una emisora, un programa de documentales; y seguir investigando y escribiendo libros. Es hablar con alguien que parece que te leyera la mente. Antes de contrapreguntarle, ella ya te tiene la respuesta. Olga, la periodista estrella de la década de los 80, que ha cubierto varios procesos de paz, entrevistado poderosos como Yaser Arafat, y que ha escrito cinco libros, lleva viviendo en Cali seis años. Y aunque es de Palmira, todo el esplendor de su carrera lo vivió en Bogotá. Pero cuando decidió regresar a Colombia, luego de su segundo exilio, escogió Cali. “Para mis hijos, Cali había sido el sitio de vacaciones, con los abuelos y los primos. Mi hijo reflexionó acerca de que toda la vida hemos vivido muy solos, nunca hemos vivido con la familia. Y en Cali estaba la familia”.Y regresó. Trabajó como corresponsal de Univisión por dos años y después entró en el mundo de la docencia. Ahora, desde la academia, ¿cómo ve los medios actuales y la crisis que afronta el papel con la llegada del Internet?Esta nueva realidad tiene unos desafíos. Hoy el periodista tiene que ser integral y multimedial. Es una fortaleza, pero al mismo tiempo, es un gran perjuicio. El secreto del periodista es el punto de vista y la forma como se aborda la realidad. Puede saber todos los ‘chuflis’, como meter, como recortar... pero algo falta si no tiene la capacidad de observación, que es la que te permite después criticar y analizar. Y esa solo se adquiere en la reportería. El periodista tiene que dar esa batalla para hacer trabajos de calidad. Yo sé que en el trabajo diario no se puede, pero uno puede aruñarle tiempo al trabajo cotidiano. Buscando espacios que le permitan a uno hacer esos grandes trabajos. ¿Cómo ve al periodismo frente al proceso de La Habana?En épocas de negociaciones, y yo viví varias, hay un plano muy importante que es el de la confidencialidad. Cuando usted no puede contar las cosas y su papel se reduce a ir a pararse frente a un edificio y decir aquí no está pasando nada, sigan en estudio. Y ese es el trabajo que se está haciendo hoy. El trabajo de los que están en la Habana es insulso. Aquí en Colombia es donde están los contenidos. Se deberían coger los acuerdos, punto por punto, desmenuzarlos e irse a las regiones, porque el tema está es allá, y tratar de entenderlo.El periodismo que se está haciendo es muy simple, en el que toman un punto, buscan alguien que opine a favor y otro en contra. El que opine a favor casi siempre es liberal o de la U, de los afectos al Gobierno y se coge a un uribista para balancear. Y después le hacen eco a cuatro o cinco tuiterazos.Y si lo comparamos con el cubrimiento de la desmovilización de los paramilitares.Había muchos medios que fueron complacientes y en algunos casos cómplices de ese fenómeno paramilitar. Primero en los 90 hubo una incapacidad absoluta de los medios de comunicación para enfrentarse al tema. Como el avestruz, enterramos la cabeza y no fuimos capaces de contar esa realidad. Además, teníamos un tema mediático que era el proceso 8000. Entonces todo eso tapó esa responsabilidad que teníamos los medios.Cuando se destapa, a partir de Justicia y Paz, el tema del paramilitarismo, se empezaron a contar esas realidades. En este caso ha sido distinto. Hay una gran cantidad de medios de comunicación hostiles a las Farc. Entonces, desde mucho antes de una desmovilización se han empezado a contar esas historias terribles. Y todavía nos queda un trecho.Hay diferencias como los viajes de las víctimas a La Habana. Hubiera sido impensable imaginarse a las víctimas yendo a Ralito, que era el lugar de las negociaciones. ¿Cree que se llegará a un acuerdo de paz?Claro que sí. Soy muy positiva. Y sigue el ELN. Y luego, muy a mi pesar, viene el nuevo paramilitarismo. Si se quiere la paz se va a tener que negociar con los nuevos paramilitares. Yo lo llamó así porque decirle bandas criminales es un eufemismo. Y esto va a terminar en una ley de punto final y nos vamos a tener que tragar un sapo del tamaño de la Torre Eiffel.Pero el Gobierno ha dicho que con las bandas criminales no negocia.Las van a meter. Es que ya está demostrado que por la fuerza no se puede lograr su eliminación porque tienen una capacidad de manejo y poder económico que les permite captar a miembros de las Fuerzas Militares y del poder político. Cuando se acaben las Farc y el ELN, el nuevo paramilitarismo, esa criminalización que no tiene un sentido político, copará esos espacios. Y se tiene que hacer algo si se quiere lograr la paz.Se teme un reciclaje de las Farc, zonas en las que manejan droga…. Conforman sus propias bandas o se reciclan en otras.En las Farc, aunque se diga lo contrario, hay un nivel de verticalidad. El Estado Mayor de las Farc tiene poder sobre sus frentes. Y si el Estado Mayor decide que eso se acaba, se acaba.Hay que entender que las Farc tienen un componente rural importante. Si a los desmovilizados se les trae a Bogotá y se les da taxis, como se hizo con las guerrillas anteriores, pues sería un fracaso. Sería gente engrosando los cordones de miseria y volviendo a la criminalidad. Hay que buscar insertarlos en zonas de reservas rurales de paz. Hoy en día el minifundio no es eficiente. Tienen que pensar en fórmulas de territorios rurales tecnificados y colectivos. Le doy un ejemplo, en el 48 se creó el Estado israelí, y en lugar de hacer ejercicios individuales de los inmigrantes se crearon los kibutz, que eran grandes granjas colectivas con un trabajo mancomunado. A partir de esas unidades el país comenzó su desarrollo.Lleva seis años en Cali. ¿Por qué cree que aunque hemos logrado bajar los homicidios seguimos siendo la más violenta del país?Creo que el problema de Cali es que fue sobrepasada por la realidad nacional. Tiene una serie de migraciones, además de la normal que ha ocurrido en Bogotá y Medellín. El Estado ha sido un paquidermo y no logra asimilar esas migraciones.La delincuencia juvenil es uno de los grandes problemas de Cali. Usted trabaja en un proyecto en el Centro de Rehabilitación de Buen Pastor, ¿qué realidad ha encontrado allí?He encontrado unos jóvenes maravillosos que no han tenido una oportunidad para crecer en condiciones normales. Y un Estado inoperante, corrupto, indolente que no ha sabido llegarles.Hemos hecho trabajo con unos muchachos que la gente se asombraría de saber detalles sobre sus pasados. Uno que otro está esperando a salir a cobrar justicia, la mayoría de ellos ha entendido que no solo han sido victimarios sino víctimas de esta sociedad. Y al entenderse como víctimas han captado cuál es su papel en la sociedad. A través del proyecto que hemos estado haciendo con los estudiantes de la Santiago, hemos entendido que la sociedad tiene una capacidad de perdonar y que a ellos los podemos perdonar.¿Ha investigado las pandillas?Es un fenómeno en crecimiento y en buena parte corresponde a la falta de dureza en la acción policial como de la justicia. La Ley tiene que cambiar y hacerle un ajuste. Un muchacho de 13 años que asesina, es un muchacho que sabe lo que está haciendo. Es necesario aplicar a ellos las leyes de los mayores de 16 años. Y también buscar estrategias para resocializarlos.Cuando llegó Rodrigo Guerrero como alcalde se tenía una gran expectativa de un cambio en la ciudad, ¿cree que ha cumplido?Creo que el problema de la Administración actual es que uno siente que está paralizada y hay una gestión que es un poco distante de la realidad. Él fue un gran alcalde en los 90 cuando la realidad era distinta.Me parece que la Administración tiene en su cabeza otra ciudad. Pero también nosotros como sociedad tenemos que jugar un papel en la recuperación de Cali. ¿Por qué Cali no ha tenido un plan de choque de generación de empleo como lo tuvo Medellín. No ha habido un plan de choque social para crear fuentes de empleo, educación?Tenemos una clase dirigente arcaica, sin un verdadero reconocimiento de nuestra realidad que hace programas de responsabilidad social para bajar impuestos. Tenemos una ciudad blanca y una ciudad negra. Una sociedad con s minúscula, que es capaz de producir una foto como la de Hola y ni siquiera se da cuenta. Cuando estalla el escándalo piden perdón pero les parece de lo más normal que la negra sea la que carga la bandeja y la blanca la que esté sentada en el sofá de estrato 20. Nosotros tenemos un concepto de sociedad del Siglo XIX.¿Y la dirigencia política?De la clase política vallecaucana ni hablar. Yo diría que a veces uno tiene lo políticos que se merece y los políticos del Valle del Cauca dejan mucho que desear.¿Cómo ve las elecciones a Alcaldía?Todavía no lo veo. Y veo esa sombra de Angelino Garzón que no entiendo qué le ven. Él ya cumplió su ciclo. Es como si yo a los 70 años y después de tres derrames quisiera seguir aquí dirigiendo la Unidad de Medios. Mejor me voy a mi casa a escribir mis memorias. Todo tiene su momento, no entiendo que es ese engolosinamiento con el poder. Una guerra a muerte por conservar una cuota de poder.Yo no veo un líder social interesante, veo que somos los mismos con las mismas. Políticos que atraviesan la puerta giratoria entre la prisión y la libertad y entre el poder económico y el político. Entre el legislativo y el ejecutivo.

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