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Roldanillo marchó este domingo en repudio por crimen de sacerdotes

La marcha recorrió el centro de la ciudad, y finalizó en el templo, el cual estaba totalmente lleno, luego que el obispo Cartago Monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, hubiera manifestado su dolor por el terrible crimen.

29 de septiembre de 2013 Por: Luis Gerardo Castro Castañeda, corresponsal de El País en Roldanillo.

La marcha recorrió el centro de la ciudad, y finalizó en el templo, el cual estaba totalmente lleno, luego que el obispo Cartago Monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, hubiera manifestado su dolor por el terrible crimen.

Este domingo luego del concejo de seguridad realizado en Roldanillo, la comunidad salió vestida de blanco y con banderas moradas en sus manos, en una marcha de repudio por el asesinado de los sacerdotes Bernardo Echeverry y Héctor Fabio Cabrera. La marcha fue presidida por el gobernador Ubeimar Delgado, el alcalde de Roldanillo, Julián Cabrera, el representante a la cámara Henry Arcila entre otras autoridades del Valle del Cauca.“Es terrible, es un hecho insólito que dos sacerdotes perdido la vida como ellos lo hicieron . Esto no tiene parangón en la historia del Valle del Cauca. Estamos detrás de los criminales y nos solidarizamos con la comunidad de Roldanillo”, dijo el mandatario departamental.La marcha recorrió el centro de la ciudad, y finalizó en el templo, el cual estaba totalmente lleno, luego que el obispo Cartago Monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, hubiera manifestado su dolor por el terrible crimen.Por su parte, Monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, obispo de Cartago, dijo que sus dos sacerdotes los asesinaron con sevicia, con una crueldad sin comparación.“Es una vergüenza lo que ha pasado en Roldanillo. A mis sacerdotes los mataron con sevicia. Eso no es de humanos. El dolor me agobia, soy el pastor, soy el papá. A ambos sacerdotes los recuerdo con gran cariño y amor”, añadió el jerarca de la iglesia católica de Cartago.El alcalde de Roldanillo Julián Cabrera, informó que se continúa ofreciendo la recompensa de 35 millones de pesos, para que quien dé información sobre los criminales que asesinaron a los sacerdotes.Asimismo, la Policía informó que se han dispuesto unas líneas celulares para que se brinde información que permita la captura de los criminales. Estas son: 3207753356- 3143617841 y 3203034158.La noche del pasado sábado, el obispo José Alejandro Castaño Arbeláez, con lágrimas en los ojos, lamentó y condenó el asesinato de los clérigos de la iglesia de San Sebastián."Un sentimiento muy grande de dolor nos invade en estos momentos por la muerte de estos dos hermanos nuestros que fueron asesinados y sobre todo de esta manera tan cruel e inhumana como lo hicieron. La expresión del cariño de la comunidad ha sido el testimonio de que clase de sacerdotes hemos perdido en esta diócesis. Por eso, mis lágrimas y mi dolor", expresó monseñor Castaño.Asimismo, el obispo afirmó que espera que, "con la ayuda de las autoridades, quienes cometieron este delito sean capturados y castigados como la ley ordena en caso tan terrible"."Que nuestra justicia no vuelva a flaquear. Que nos sirva de lección para una sociedad que ha perdido el rumbo y el norte, que cree que unos viles pesos, que además sin serles propios les harán felices", anotó el religioso, al puntualizar en la necesidad de volver a enseñar los valores para no "ir al caos más profundo".Hacia las 9:40 de la noche, los feligreses, grupos pastorales, autoridades, sacerdotes, seminaristas y comunidad en general pudieron ver, desde la puerta principal del templo hasta el altar, donde los esperaba el obispo de la diócesis de Cartago, monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, los ataúdes donde estaban los dos sacerdotes.La gente, de forma espontánea, levantaba banderas blancas y velas encendidas. El silencio era impresionante, pese que fácilmente en el templo habría unas 3000 personas y otras 2000 en el parque principal.Pero, cuando los féretros descansaron cerca al presbiterio del templo, la gente gritó indignada: “¡Justicia, justicia!”. Los gritos se confundían con el llanto de las miles de personas que estaban esperando ver, por última vez, a sus sacerdotes, así fuera en unos ataúdes.

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